L D (Luis del Pino) Ya conocíamos que Jamal Ahmidan había celebrado tranquilamente la fiesta católica del Día del Padre ocho días después de los atentados en su finca de Morata, acompañado de su mujer, de su hijo, de su cuñada, de su suegro y de la compañera sentimental de éste.
Sabíamos también, por las declaraciones de los vecinos, que ese presunto terrorista acudió ese 19 de marzo a casa de sus vecinos a preguntar si alguien había visto quién le había robado una de sus cabras. Un comportamiento que cuadra poco en alguien que acaba de cometer el mayor atentado de la Historia de España, especialmente si tenemos en cuenta que sus dos principales compinches (Emilio Suárez Trashoras y Rafa Zouhier) acababan de ser detenidos en las 48 horas anteriores.
Las declaraciones ante el juez, el 28 de septiembre de 2005, de la mujer de Jamal Ahmidan, que en la actualidad es testigo protegido, revelan que El Chino no se limitó aquel día a preguntar a sus vecinos, sino que se personó en el cuartelillo de la Guardia Civil, en compañía de su esposa, para denunciar el robo de sus animales, unos corderos. Nada se sabe de esa denuncia. Otro elemento más que añadir a la larga lista de despropósitos en que parece haberse convertido la versión oficial de los atentados.