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Dos declaraciones policiales contradicen la versión oficial de lo sucedido con la mochila en la comisaría de Vallecas

La noche del 11 al 12 de marzo de 2004 sucedieron muchos de los episodios que poco a poco construirían la versión oficial del 11-M. Casi dos años y medio después los testimonios de un inspector jefe y de un inspector de la Policía arrojan detalles esenciales sobre la investigación. Fue un tedax quien realizó fotos a la famosa mochila de Vallecas antes de la desactivación y no la Policía Científica, encargada de hacerlo. Después de neutralizar la bolsa no se permitió tomar más instantáneas. Pero eso no es todo. Además, nadie sabía de dónde procedía esa mochila número 13.

La noche del 11 al 12 de marzo de 2004 sucedieron muchos de los episodios que poco a poco construirían la versión oficial del 11-M. Casi dos años y medio después los testimonios de un inspector jefe y de un inspector de la Policía arrojan detalles esenciales sobre la investigación. Fue un tedax quien realizó fotos a la famosa mochila de Vallecas antes de la desactivación y no la Policía Científica, encargada de hacerlo. Después de neutralizar la bolsa no se permitió tomar más instantáneas. Pero eso no es todo. Además, nadie sabía de dónde procedía esa mochila número 13.
L D (Luis del Pino) El inspector jefe Juan Luis M. V., de la Brigada Provincial de Policía Científica, no entraba de servicio hasta las nueve de la noche, pero aquel día adelantó dos horas la incorporación a su puesto, por si podía servir de ayuda ante los atentados que Madrid había sufrido esa misma mañana. La mayor masacre terrorista de nuestra Historia.
 
A eso de las diez de la noche, la Sala del 091 comunicó que era necesario personarse en la estación de Atocha, porque se habían localizado unos restos humanos. Juan Luis se dirigió allí junto con otro compañero y, al acabar las gestiones de recogida, llevó los restos encontrados a IFEMA. En los Recintos Feriales se puso a disposición del jefe de la Brigada Provincial de Policía Científica de Madrid, Miguel Ángel Santano Soria, que estaba allí presente, y comenzó a colaborar en las tareas de identificación de cadáveres.
 
A lo largo de la noche, otros dos avisos le obligaron a desplazarse, primero a la estación de El Pozo y luego otra vez a la de Atocha, a recoger más restos humanos que habían aparecido. Cada una de las veces volvió a IFEMA a hacer entrega de los restos.
 
Parque Azorín
 
Fue a eso de las 3:50 de la madrugada, estando en IFEMA, cuando recibió desde la Brigada Provincial una llamada del jefe del turno de noche, el subinspector 27651. Al parecer, los Tedax habían solicitado la presencia de un equipo de Policía Científica en Parque Azorín, porque se había trasladado allí una mochila-bomba desde la Comisaría de Puente de Vallecas y querían fotografiarla antes de hacerla explotar.
 
Juan Luis montó en el coche para dirigirse al lugar indicado. Cuando estaba de camino, la Sala del 091 le llamó para preguntarle cuánto le quedaba para llegar, "porque se trataba de un asunto muy urgente". Desde la Sala les informaron de que en la Avenida de la Albufera les estaría esperando un vehículo para guiarles hasta el lugar correcto.
 
Efectivamente, un vehículo todo terreno de grandes dimensiones y de color oscuro les aguardaba. Aquel vehículo les abrió paso hasta uno de los laterales del Parque Azorín. Llegados a destino, subieron a pie por un camino de tierra, hasta llegar a un punto donde se encontraban varios tedax y otros funcionarios policiales, junto con el comisario general de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén (el que, según Pedro Díaz Pintado, aseguró desde el primer momento que el explosivo del 11-M era Titadyne con cordón detonante), que dirigía la operación teléfono móvil en mano.
 
La mochila-bomba, más bien una bolsa de viaje, se encontraba en un extremo del parque, sobre una extensión de tierra. Juan Luis y su compañero recibieron la orden de fotografiar aquel artefacto explosivo con su Nikon de 35 mm. Sin embargo, jamás pudieron llegar a observar el artefacto de cerca: ante el temor de que el "flash" de la cámara pudiera hacer estallar el explosivo "por simpatía", les ordenaron que prepararan la cámara adecuadamente y que se la entregaran a un tedax para tomar las instantáneas. Las personas que allí se encontraban se colocaron a una distancia de seguridad y el tedax se acercó al artefacto para realizar las fotografías.
 
Una vez se acabaron de sacar las fotos, devolvieron la cámara a Juan Luis, aconsejándole a él y a su compañero permanecer a una distancia prudencial y echarse cuerpo a tierra mientras se procedía a desactivar la bomba. Los artificieros sugirieron que sería conveniente desalojar las viviendas colindantes, pero el comisario general tomó la decisión de proceder con la desactivación sin dar aviso a los vecinos.
 
Los minutos transcurrían de manera angustiosa. Por dos veces se intentó la desactivación sin éxito, hasta que a la tercera el artefacto quedó neutralizado. Juan Luis se acercó con su cámara hasta el lugar donde se encontraban los restos, observando que allí había una bolsa de basura de color oscuro, rota por uno de sus extremos. Sin embargo, al intentar fotografiar lo que había quedado de la bomba, le dijeron a él y a su compañero que "ya no hacían falta más fotos" y el comisario general le pidió que entregara el carrete a uno de los tedax presentes, cosa que hizo antes de marcharse.
 
IFEMA
 
Por su parte, al inspector José R. D. no le tocaba trabajar aquel 11 de marzo. Se encontraba libre de servicio, como compensación por la guardia realizada el fin de semana anterior. Sin embargo, al enterarse de los atentados, se personó en la sede de la Brigada Provincial de Policía Científica en torno a las 9 de la mañana, para ayudar en lo que pudiera. Le encargaron que fuera a IFEMA, donde iban a centralizarse las tareas de identificación de cadáveres y de restos humanos.
 
Allí en IFEMA, se integró en un equipo formado por los inspectores jefe 14445 y 17940, la inspectora 81602, el subinspector 28271, los oficiales 75170 y 75135, y los policías 41474, 67178, 70979, 75301 y 82434.
 
Llegados al pabellón 6 de IFEMA, ese equipo de la Brigada Provincial se integró con el de la Comisaría General de Policía Científica para colaborar en los trabajos de identificación de los cadáveres. La labor inicial, antes de la llegada de los primeros fallecidos, consistió en proveerse, con la ayuda del personal de IFEMA, de todo el equipo necesario: plásticos, mesas de autopsia, vallas delimitadoras, carteles, mobiliario... Después, se formaron los equipos de trabajo conjuntos de miembros de la Policía Científica y de médicos forenses, todo bajo la dirección de la directora del Instituto Anatómico Forense, Carmen Baladía.
 
Se establecieron cinco mesas de autopsia, en cada una de las cuales un miembro de la Policía Científica se encargaba de recopilar los datos post-mortem: realizar las fotografías de los cadáveres y de los objetos que portaban, así como la necrorreseña (toma de huellas dactilares al fallecido). Otros miembros de la Policía Científica se encargaban de recopilar los datos ante-mortem: datos aportados por aquellos familiares que sospechaban que pudieran haber perdido en el atentado a uno de sus seres queridos. Otra serie de funcionarios de Policía Científica se encargaban de cotejar los datos ante-mortem y post-mortem, para completar las tareas de identificación.
 
Por último, dos miembros más de la Policía Científica (entre ellos el inspector José R. D.) se encargaban de etiquetar y custodiar los efectos personales que portaban los fallecidos (no confundir con los efectos traídos desde las estaciones), que resultaban de gran ayuda a la hora de identificar a las víctimas.
 
Acabada la primera fase de identificación de los fallecidos, y finalizadas las autopsias, José y el resto del equipo trasladaron hasta la sede de la Brigada Provincial de Policía Científica todos los objetos personales de las víctimas, que quedaron cerrados bajo llave en el despacho de uno de los jefes de sección. Eran las 3 de la madrugada de una jornada de trabajo que ya duraba 18 horas, así que, tras dejar los efectos a buen recaudo, todos los miembros del equipo se fueron a dormir. Pero la noche no había aún terminado para José.
 
En la Brigada
 
Habíamos dejado al inspector jefe Juan Luis M. V. saliendo del Parque Azorín después de entregar el carrete de su cámara a uno de los tedax que allí se encontraban. Llegó a la sede de la Brigada Provincial de Policía Científica en torno a las 5 ó 5 y media de la mañana.
 
La noticia del artefacto encontrado en Puente de Vallecas y desactivado en Parque Azorín había corrido como la pólvora. El jefe del turno de noche, ante la sospecha de que pudiera existir alguna otra bomba entre las pertenencias traídas desde IFEMA por el equipo de Policía Científica (y que habían quedado depositadas en un despacho), habló con el jefe de la Brigada, Santano Soria, el cual le indicó que abrieran el despacho y revisaran los bultos uno a uno: "Si no encontráis las llaves del despacho, tirad la puerta abajo", le dijo.
 
José apenas había conseguido conciliar el sueño cuando recibió una llamada de Juan Luis, en la que le preguntaba por los efectos depositados en aquel despacho. "Son sólo los efectos personales de los cadáveres, que están todos enumerados en las actas correspondientes", le respondió José. "Los hemos recogido nosotros, los hemos revisado, los hemos comprobado y los hemos custodiado en todo instante". A continuación, Juan Luis le hizo a José una pregunta que a éste le pareció extraña: "¿Habéis enviado alguna mochila desde IFEMA a la Comisaría de Puente de Vallecas?". "No", respondió José. "¿Para qué la íbamos a enviar?".
 
José volvió a la cama, pero al poco rato sonaría el teléfono de nuevo. Esta vez le llamaba, desde la comisaría de Puente de Vallecas, un funcionario policial que se negó a identificarse. "¿Habéis remitido desde el Pabellón 6 de IFEMA a la Comisaría una mochila que contenía una bomba?". José le respondió que por supuesto que no habían remitido nada, y mucho menos una bomba. "No entiendo por qué me haces esa pregunta", dijo, pero su interlocutor no se dignó a darle ninguna explicación.
 
Finalmente, mientras José retornaba (esta vez sí) a dormir, Juan Luis logró localizar en la Brigada las llaves del despacho y abrieron aquella sala donde se custodiaban los efectos traídos desde IFEMA. Varios tedax subieron desde la planta baja del edificio (ya que tienen su sede en el mismo edificio que la Brigada Provincial de Policía Científica) y revisaron los 25 ó 30 bolsones con efectos allí depositados, sin encontrar nada sospechoso.
 
A las 8 de la mañana del 12 de marzo, José R. D. volvía a la sede de la Brigada después de un breve sueño. Una vez allí, le preguntó al inspector jefe Juan Luis M. V.: "¿Por qué me llamasteis anoche a preguntar si habíamos enviado algo a la Comisaría de Puente de Vallecas?". "Porque en la Comisaría de Puente de Vallecas –le dijo Juan Luis– se recibió una mochila con una bomba. Y no sabían su procedencia".
 
Los interrogantes
 
Las declaraciones del inspector jefe Juan Luis M. V. y del inspector José R. D. arrojan nuevas sombras de sospecha sobre lo sucedido en aquella noche de perros. ¿Por qué no se permitió al equipo de fotografía de Policía Científica acercarse al artefacto en Parque Azorín antes de la desactivación? ¿De verdad había miedo de que estallara por simpatía con el "flash" de la cámara ese artefacto que se había ya paseado por todo Madrid? ¿Por qué tampoco se le permitió al equipo de Policía Científica fotografiar el artefacto después de la desactivación? ¿Por qué se le obligó a los miembros de la Policía Científica a entregar el carrete a un tedax? Y, sobre todo, ¿dónde están esas fotografías realizadas en Parque Azorín y que no fueron en su momento adjuntadas al sumario? ¿Se le han entregado ya al juez?
 
El inspector jefe Juan Luis M. V. redactó una nota informativa sobre el reportaje fotográfico de la mochila-bomba del Parque Azorín, nota que entregó al comisario jefe de la Brigada Provincial de Policía Científica, Santano Soria, al día siguiente de los hechos. ¿Qué fue de esa nota informativa? ¿Por qué no se adjuntó tampoco al sumario?
 
¿Por qué despertaron por dos veces a José R. D. durante aquella noche para preguntarle por la procedencia de la mochila? ¿No nos dicen que los bultos de la estación de El Pozo estaban bien custodiados en la Comisaría de Puente de Vallecas, dentro de un despacho cerrado? ¿A qué venían esas dudas entonces?
 
¿Por qué los primeros informes de diligencias policiales, redactados antes de que la versión oficial se impusiera, afirman que la mochila de Vallecas se encontró en IFEMA y no directamente en Comisaría?
 
Y para terminar, una pregunta que no por repetida es menos pertinente: ¿por qué los bultos de todas las estaciones se enviaron a IFEMA y sólo los de El Pozo acabaron en aquella Comisaría donde luego se encontraría esa mochila número 13 que nadie permitió fotografiar una vez desactivada?
 
¿Quién depositó realmente la mochila de Vallecas?
 

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