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Otros dos presos etarras siguen el ejemplo de Txapote e insultan a los jueces de la Audiencia Nacional

Nuevo acto de desprecio el que ha protagonizado el pistolero Francisco Javier García Gaztelu, "Txapote", en la Audiencia Nacional. El etarra calificó de "circo" el juicio contra él por el atentado contra la discoteca "Txitxarro". Esta vez, otros dos etarras, Aitor Aguirrebarrena y Asier Arzalluz, adoptaron la misma actitud chulesca y también tacharon de "teatro" el juicio. Los tres tuvieron que ser esposados y obligados a atender en silencio las preguntas de la Fiscalía. El juicio ya ha quedado visto para sentencia.

Nuevo acto de desprecio el que ha protagonizado el pistolero Francisco Javier García Gaztelu, "Txapote", en la Audiencia Nacional. El etarra calificó de "circo" el juicio contra él por el atentado contra la discoteca "Txitxarro". Esta vez, otros dos etarras, Aitor Aguirrebarrena y Asier Arzalluz, adoptaron la misma actitud chulesca y también tacharon de "teatro" el juicio. Los tres tuvieron que ser esposados y obligados a atender en silencio las preguntas de la Fiscalía. El juicio ya ha quedado visto para sentencia.
(Libertad Digital) Cuarto juicio de "Txapote" en la Audiencia Nacional y cuarto incidente protagonizado por el etarra, que ha vuelto a encararse al tribunal que le juzga. Si la pasada semana llamó "mono de circo" al presidente de la Sala, este martes, en el juicio por el atentado contra una discoteca en la localidad guipuzcoana de Deva, ha vuelto a negar legitimidad al tribunal. Como él, los otros dos terroristas que se sientan en el banquillo tampoco han querido responder a las preguntas del fiscal. Tras el nuevo episodio de desprecio a los jueces de la Audiencia, el presidente del tribunal, Alfonso Guevara, ha ordenado que fueran esposados.
 
"Txapote" ha sido juzgado este martes por ordenar la colocación de varios artefactos en la discoteca "Txitxarro" en Deva (Guipúzcoa), en 2000, hechos por los que el fiscal solicita que cumpla una condena 44 años de prisión. Junto a García Gaztelu se han sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional los etarras Aitor Aguirrebarrena y Asier Arzalluz, para quienes el fiscal ha solicitado la misma pena por considerarles culpables de un delito de estragos terroristas y dos de detención ilegal.

"Txapote" ha vuelto a ser juzgado por la misma sección, la tercera, que lo hizo la semana pasada y con cuyo presidente protagonizó un rifirrafe en el que el acusado llegó a llamarle "monigote de circo".
 
El juicio ya ha quedado visto para sentencia. El fiscal ha mantenido su petición de 44 años de cárcel para "Txapote" y para Aitor Aguirrebarrena y Asier Arzalluz, ninguno de los cuales quiso declarar.
Un atentado a las órdenes de "Txapote"

Según el escrito de conclusiones del fiscal, "Txapote" ordenó a José Ignacio Guridi Lasa, ya condenado por estos hechos, a Arriguebarrena y a Arzalluz que atentasen contra la discoteca "Txitxarro". Para ello, prosigue el escrito, "Txapote" facilitó a Aguirrebarrena no sólo la información sobre el objetivo sino también material explosivo con el que fabricar los artefactos para cometer el atentado. Una vez que los acusados tuvieron en su poder la información y los explosivos, se dirigieron en varias ocasiones a la citada discoteca para observar la rutina de los empleados que allí trabajaban y así cometer el atentado sin perjuicio para los miembros del grupo.

Tras las labores de vigilancia y una semana antes de la comisión del atentado el 10 de septiembre en 2000, Guridi Lasa confeccionó las bombas en una cuadra de cabras que su familia poseía en la localidad guipuzcoana de Zizurkil. El día del atentado, Guridi Lasa cogió el vehículo de su padre y en compañía de los otros dos acusados se dirigieron a un caserío cercano a la discoteca donde Aguirrebarrena se quedó esperando mientras que Guridi Lasa y Arzalluz se fueron hacia el local portando las pistolas que les servirían, según el fiscal, para evitar cualquier conato de resistencia por parte de los empleados.

Los dos, que llevaban la cara tapada con "una especie de mascarilla" y las bombas, entraron en la discoteca por una puerta abierta que daba a una terraza exterior y se dirigieron directamente adonde se encontraban los empleados. Cuando los dos etarras localizaron a dos de los empleados, un hombre y una mujer, les amenazaron al tiempo que gritaban que pertenecían a la banda terrorista ETA y ataron al hombre con cinta americana y a la mujer le pusieron unas gafas de sol con cinta negra. A sabiendas de que los dos empleados se habían desplazado hasta la discoteca en coche, Guridi Lasa les pidió las llaves y avisó a Aguirrebarrena con tres silbidos, señal que según el fiscal, fue la convenida de antemano para indicar que todo estaba bien.
 
Dos bombas para provocar los mayores daños

Al escucharle, Aguirrebarrena se dirigió al aparcamiento de la discoteca con el coche del padre de Guridi Lasa, lo estacionó y después recibió las llaves del vehículo de los empleados del local para que lo llevase a la parte baja de la discoteca. Posteriormente, metieron al hombre, que era el empleado de la limpieza, en el maletero y a la mujer la sentaron en el asiento del copiloto del mismo vehículo. Tras esto, Guridi Lasa y Arzalluz colocaron un artefacto cada uno: uno en escenario de una de las plantas y el otro en el interior del hueco de la escalera, lugares que según el fiscal, "pensaron que el daño y la destrucción sería mayor".

Guridi Lasa activó los temporizadores de las bombas, que contaban con entre 20 y 21 kilos de dinamita cada uno, para que explotasen al unísono transcurrida una hora y cerraron con llave la puerta del garaje de la discoteca, con el desconocimiento de si había o no más gente en el local. Guridi Lasa y Arzalluz se montaron el coche en el que se encontraban los dos empleados mientras que Aguirrebarrena les siguió a corta distancia con el otro vehículo hasta un pequeño pinar en las inmediaciones de Itxiar. Allí, Arzalluz y Guridi Lasa ataron a los dos empleados a un árbol cada uno con cinta americana y les amenazaron con que no se moviesen de allí hasta que no viniesen a buscarles.

Los etarras abandonaron el pinar pero al darse cuenta de que la mujer continuaba con las gafas de sol puestas y que éstas contenían las huellas de Arzalluz, volvieron al lugar, las recogieron y posteriormente se dieron a la fuga. Además de los 44 años de cárcel, el fiscal solicita que los acusados indemnicen con 961.462 euros al propietario de la discoteca y con 12.000 euros a cada uno de los empleados ilegalmente detenidos.

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