Señor Rodríguez Zapatero:
Mi padre era médico. Una tarde, mientras pasaba consulta, delante de sus pacientes dos asesinos de la ETA acabaron con su vida. Le metieron seis tiros. Y no sólo con su vida sino con la esperanza de muchos enfermos de cáncer, porque no sé si sabe, Sr. Presidente, que mi padre era una eminencia en la lucha contra el cáncer y como persona, hacía un bien a la sociedad y nos dejaron sin él a todos.
Mi familia y yo nunca olvidaremos cómo la gente de Sevilla se echó a la calle aquel 16 de octubre para ayudar a capturar a los asesinos. Armados de valentía, lo consiguieron. Gracias al valor de todos esos sevillanos se hizo posible que los asesinos de mi padre, hoy cumplan su castigo.
Precisamente porque sabemos mejor que nadie el dolor que es perder a quien te ha dado la vida, y porque no queremos que ningún otro español sufra más la barbarie terrorista, deseamos con todas nuestra fuerzas el fin de la violencia.
Señor presidente, rechazamos la violencia tanto o más que nadie. Y precisamente porque hemos renunciado a la venganza en la confianza de que se haga justicia, estamos más legitimados que nadie para decir alto y fuerte que queremos el fin de la violencia.
Lo que usted llama la "paz" se va a traducir en que dentro de poco tiempo los asesinos de mi padre se permitan el lujo de mirarme a los ojos de la misma forma en que los asesinos de Miguel Ángel Blanco han mirado a su madre y a sus restantes familiares durante estos días de juicio. Con esa nauseabunda mezcla de chulería y repugnancia por la vida ajena.
Sr. Presidente, usted dice que hay que mirar a los ojos a los terroristas. ¿Es ésa la mirada de los terroristas la que usted nos invita a disfrutar?
Lo siento mucho, Sr. Rodríguez Zapatero, los españoles tenemos dignidad. Pedirle a la gente que miremos a los ojos a esa gentuza nos parece indecente.
Sr. Zapatero, es cobarde ser duro con los que, como nosotros, no tenemos más arma que nuestra palabra, y en cambio blando con los de las pistolas. Esa cobardía nos dolería de cualquier otra persona, pero nos resulta profundamente humillante en la persona de quien nos debería representar.
Y es que lo que usted nos ofrece no es la paz, Sr. Rodríguez Zapatero. Ni mucho menos. Cualquier persona con sentido común se daría cuenta de ello.
Al parecer usted va a negociar con los asesinos el traslado de los presos a las cárceles vascas y el cambio de la ley para que el gobierno vasco les aplique el tercer grado y salgan a la calle. ¿Es ése su sentido de la justicia, Sr. Rodríguez Zapatero?
Sr. Zapatero: la paz de los presos a la calle es la paz de la humillación, la paz de la victoria del terror y la paz de la rodilla en la tierra.
Sr. Rodríguez Zapatero: tenemos la sensación de que le molestamos. Más aún, desde su partido político se nos dice que otros partidos políticos nos manipulan.
Mire, Sr. Zapatero, yo no entiendo de política, no tengo ni he tenido nunca carnet de ningún partido político.
Tengo la sensación de que es usted rehén voluntario de los terroristas, y que hará lo que le pidan, porque si a los terroristas se les ocurriera mañana entrar en una consulta médica y pegarle seis tiros a otro médico, como le hicieron a mi padre, seguramente usted dejaría de ser presidente del gobierno.
Sr. Presidente, en su programa electoral nos prometieron, y leo textualmente: “Rechazamos cualquier negociación que implique el pago de un precio político democrático por el fin de la violencia”.
Le exijo que cumpla su palabra. Por favor, asegúreme que los asesinos cumplirán íntegramente las condenas que les han sido impuestas.
No nos resignaremos jamás a vivir de rodillas.
Espero su contestación, Sr. Presidente.