(Libertad Digital - Víctor Gago) El filósofo que enterró la filosofía y erigió en su lugar el periodismo (no confundir con el Master de Periodismo); el humanista que creyó en la dignidad del hombre sin creer en Dios; el sabio que aprendió a comer, o el escritor que prefirió las metáforas de la realidad a las de la ficción, que todo eso y más fue Revel, ha despertado a más siervos del consenso izquierdista que ningún otro autor contemporáneo, si exceptuamos a Ayn Rand.
La presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, reconoció en enero de 2004 la "enorme deuda" de los liberales españoles con el maestro francés, al imponérsele la Orden de Isabel La Católica por el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar. Aguirre señaló que el valor del pensamiento de Revel consiste en que fue el único que se hizo la pregunta del millón: ¿En qué han fallado los liberales para que, a pesar del estrepitoso derrumbe del comunismo, las ideas equivocadas y letales de la izquierda sigan dominando las aulas, el pensamiento, el periodismo y las manifestaciones de la cultura popular?
"Los ensayos de Jean François Revel nos dan la respuesta a esta pregunta", dijo la presidenta del PP de Madrid y admiradora de Revel, "y lo que puede deducirse del magisterio de uno de los pocos mâitres-à-penser que ha dado la Francia contemporánea es que los defensores del liberalismo hemos cometido durante mucho tiempo el mismo error que cometieron los liberales del siglo XIX. En nuestra calidad de herederos del pensamiento racional grecolatino, hemos creído que, al igual que la luz elimina por sí misma las tinieblas, la sola exposición de la verdad es suficiente para desterrar automáticamente los errores y las doctrinas falaces".
Los enemigos de la libertad "no están animados de las mismas intenciones que nosotros compartimos", ni "utilizan su capacidad racional para acercarse a la verdad, sino más bien para diseñar estrategias" de enmascaramiento.
La utilidad de Revel, su vigencia, se manifiesta en el hecho de que los cazadores de mentiras se han rejuvenecido y multiplicado a través de la Red. Si la crítica a los prejuicios y falsedades de la izquierda es hoy más implacable, orgullosa y brillante que nunca en una generación de jóvenes liberales europeos, es gracias a la difusión de obras como El conocimiento inútil, La gran mascarada y La obsesión antiamericana.
Cuando el líder de los liberales españoles, Rajoy, apela al centrismo como permiso de residencia del PP en la política nacional, la lectura de Revel, y de algunos de sus seguidores franceses de última hora, como Finkielkraut o Glucksmann, demuestra que no hay nada tan peligroso como tomarse en serio la buena voluntad de la izquierda y ceder a las reglas de juego de su lenguaje trucado. Revel es más útil y está más vivo que nunca.