(Libertad Digital) Apenas diez días después de su acceso al cargo, que prometió el 18 de abril en sustitución del popular Ángel Acebes, José Antonio Alonso dejó clara cuál era su postura respecto a los peores atentados terroristas de nuestra historia. En una entrevista para la Cadena Ser, el ministro acusó de "imprevisión política" al Gobierno anterior, responsabilizándolo del 11-M en la práctica al mantener que no se podía culpar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que avisaron "con reiteración" de lo que podía ocurrir.
Su comparecencia en la Comisión del 11-M el 29 de julio de 2004 reveló también el nulo interés del ministro en seguir investigando los puntos oscuros que empezaban a aflorar en torno a los atentados. El ministro se manifestó en contra de las dudas que tan sólo un día antes había expresado su antecesor Acebes, quien exigió investigar "la sombra de ETA" tras las bombas. La postura de Alonso fue defender a ultranza la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado y afirmar que no existía "ningún hecho objetivo, ni siquiera un indicio" de que ETA pudiera haber participado en los atentados.
Alonso no varió esta posición en ningún momento a pesar de las revelaciones que mes a mes se iban sucediendo en la prensa en relación a las pruebas que llevaron a la detención de los terroristas de Lavapiés, o a los posibles contactos entre los islamistas y los terroristas de ETA. Para Alonso, la limpieza en la investigación tampoco ofrecía dudas. El acuerdo de todos los partidos políticos a excepción del PP en esta materia impidió que Alonso tuviera que comparecer ante el Congreso para pronunciarse sobre alguno de los nuevos hallazgos en relación con los atentados. Pese a la exigencia de los populares de que el Gobierno se pronunciara respecto a los últimos descubrimientos, Alonso se libró de dar una explicación distinta a la extraida por la comisión del 11-M.
Ceuta, Melilla y Roquetas
Durante estos dos años, el ministro ha tenido que enfrentarse a otras crisis aparte del protagonismo que el terrorismo ha tenido sobre su gestión. El verano de 2005 fue uno de los periodos más difíciles en su tarea al frente del ministerio, al coincidir el escándalo de la muerte de J. M. Galdeano con la de las vallas de Ceuta y Melilla sólo unas semanas después. Galdeano falleció en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas de Mar y unas imágenes desvelaron que el agricultor tuvo que ser reducido por la fuerza y se especuló con la posibilidad de que su actuación hubiera sido la causa de su muerte. Alonso se vio obligado a comparecer ante el Congreso para ofrecer los resultados de la investigación interna, una investigación que no comenzó hasta diez días después de lo ocurrido, cuando el caso saltó a la prensa.
Por último, Alonso tuvo que enfrentarse a otra crisis que empezó a gestionarse mucho después de su inicio. Se trata de la presión migratoria en las fronteras de Ceuta y Melilla, en forma de avalanchas de subsaharianos que trataban, por medios rudimentarios, de acceder a España saltando las vallas que separaban ambos territorios. El último problema en tema de inmigración al que se ha enfrentado Alonso ha sido la masiva llegada de inmigrantes a Canarias procedentes de Mauritania. También en esta ocasión se ha enfrentado a la acusación de actuar con lentitud, después de que se conociera que la Guardia Civil había informado hace meses de la alarmante llegada de inmigrantes a las islas y de las muertes que se producían en el trayecto.