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Un artículo de El País dice que algunos historiadores piensan que César Vidal y Pío Moa necesitan un "escarmiento"

Los insultos a los historiadores Pío Moa y César Vidal se vienen sucediendo en los últimos tiempos. Si hace unos días El Periódico de Cataluña insinuaba que debían ir a la cárcel por su visión de la Guerra Civil, este sábado es El País el que vuelve a arremeter contra ellos en el principal artículo de opinión firmado por el profesor catalán Jordi Gracia. En el texto se llega a decir que algunos historiadores "están tentados de pensar que los neofranquistas de la cuerda de Pío Moa y César Vidal necesitan un escarmiento" pero que sería catastrófico porque "...podrían jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares".

Los insultos a los historiadores Pío Moa y César Vidal se vienen sucediendo en los últimos tiempos. Si hace unos días El Periódico de Cataluña insinuaba que debían ir a la cárcel por su visión de la Guerra Civil, este sábado es El País el que vuelve a arremeter contra ellos en el principal artículo de opinión firmado por el profesor catalán Jordi Gracia. En el texto se llega a decir que algunos historiadores "están tentados de pensar que los neofranquistas de la cuerda de Pío Moa y César Vidal necesitan un escarmiento" pero que sería catastrófico porque "...podrían jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares".
(Libertad Digital) La campaña contra os historiadores César Vidal y Pío Moa marca este sábado en el diario El País una nueva estación. El diario de Prisa cede su principal artículo de opinión a Jordi Gracia, profesor de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, para arremeter contra el "neofranquismo de Moa y Vidal". Hasta en cinco ocasiones cita el autor los nombres de César Vidal y Pío Moa para tildarlos de "neofranquistas" y advertir de una reacción por parte de los historiadores de izquierda.
 
El texto parte de la base de lo que parece ser una advertencia del sentimiento de algunos historiadores de la izquierda. Dice Gracia en "Gallos de Pelea" que "...el efecto más temible del actual extremismo neofranquista de algunos historiadores es la réplica extremista neoantifranquista. Se alimentan mutuamente y pueden echar a perder parte de un terreno de lucidez ganado poco a poco en el espacio lento y habitualmente pudoroso de los historiadores". Para Gracia "la historiografía académica puede estar empezando a sentirse obligada a plegar veles y detener el camino emprendido de comprensión integral del franquismo con grises por todos los sitios, grises de los de verdad y grises de los otros: matices y sutilezas, ajustes y límites, contradicciones y concesiones razonadas. Eso comportaría un asunto mucho más grave: romper la inercia que había consolidado la cultura española para tratar de comprender la complejidad del siglo XX completo".
 
Y es que el autor se muestra absolutamente crítico con las tesis de César Vidal y Pío Moa a los que de manera velada advierte de las consecuencias de su "neofranquismo": "...Por decirlo a la brava: el neofranquismo de Pío Moa está propiciando una nostalgia de las viejas banderas de la izquierda en historiadores profesionales, en articulistas sensatos urgidos de dar respuesta rápida y actual a la irresponsabilidad de profesionales de la propaganda en su sentido duro, el de la propaganda como mercado de la mentira, la propaganda política como maniobra de disolución de la verdad. Existe la tentación de pensar que los neofranquistas de la cuerda de Pío Moa o de César Vidal necesitan un escarmiento, y ese escarmiento consiste en volver a poner las cosas en su sitio y dejarse de monsergas comprensivas para condenar sin paliativos -o con paliativos de poca monta- a quienes anduvieron cerca del régimen, en el núcleo duro, en el blando, en la periferia y aunque llegasen a salirse".
 
Para Jordi Gracia "...cuando el historiador de una cierta izquierda razonable no maximalista ha hecho el esfuerzo de razonar lo que pasó por las cabezas de quienes nutrieron el franquismo, con sacrificio de la propia querencia instintiva y en favor del decoro historiográfico (y del conocimiento), resulta que llegan los neofranquistas y se suben a la parra del puro desbarre, alimentando de nuevo la legitimación de la guerra y su prolongación política con argumentos estrictamente filofranquistas". Esto motiva, para Jordi Gracia, que "de golpe y porrazo volvemos a las andadas de buenos y malos, y desaparece la capacidad de enterarse de veras de cómo funciona un sistema político y cultural complejo, donde una abyecta construcción política sometió a un sinnúmero de personas reales y no sólo súbditos numéricos o figurantes ciegos".
 
Sin embargo tras advertir de la tentación que subyace en muchos historiadores ya articulistas de izquierda, Jordi Gracia apuesta por mantener lo que el califica como "tono moderado" para conseguir "un contraataque más efectivo". Graca dice que "...el efecto de contaminación de esos propagandistas de la momia de Franco se basa en un mecanismo perverso en el que la inteligencia no debería caer, o del que debería precaverse. Aludo al tránsito que emprende la razón desde el ámbito moral hacia la razón política cuando se trata de historiar. Los deberes del historiador pertenecen al campo de la moral, pero el acoso de los sentimientos políticos -y la cólera ante los embustes difundidos masivamente- puede dar al traste con el decoro historiográfico, con la integridad interpretativa. La convicción de fondo es que el contraataque será más efectivo e impedirá ceder ese espacio ponderado donde se mueve la ecuanimidad, el matiz lento y contextualizado, todo ello tan poco ágil y tan poco rentable como gallo de pelea".
 
Gracia cree que la radicalización del discurso historiográfico de la izquierda en respuesta a los "neofranquistas" Moa y Vidal podría tener un efecto más pernicioso y un "resultado catastrófico" "no sólo no se habría conseguido arrancar ningún alma de cántaro de las zarpas guerrilleras de Moa o Vidal, sino que se habría arruinado la decencia historiográfica en plena democracia. No sólo habrían obtenido grandes éxitos de difusión, sino que casi podrían jactarse de haber alcanzado sus últimos objetivos militares. Deberíamos ser capaces de aguantar el envite sin miedo y con razón, o mejor, con Ángel González, sin esperanza y con convencimiento".

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