(Libertad Digital) Francisco Javier Lavandera regresaba con su madre y su hijo de dos años de un paseo cuando decidió abrir un extraño sobre sin sello ni remitente que había encontrado en su buzón y en el que aparecía una enigmática frase: "Un recuerdo de tu mujer, para que no la olvides" . El sobre no estaba ni siquiera cerrado: "Sólo tuve que levantar la solapa, que estaba metida hacia adentro, y me encontré con unas fotos impresas en folios normales", comenta Lavandera al periodista de El Mundo Fernando Múgica.
El contenido de esas fotografías iba a dejar helado al ex miembro de las fuerzas especiales: "No soy una persona que se asuste fácilmente. Pero aquello sobrepasaba cualquier límite. Hasta los terroristas tienen que tener un límite de humanidad. Sólo una mente asquerosa podía haberme enviado aquello". Las imágenes correspondían a la autopsia del cadáver de su esposa, Elisángela Barbosa, también conocida como Lorena. "Allí estaba (...) echada en una especie de mesa de acero inoxidable, abierta en canal, como un cerdo en una carnicería. Tenía todas las tripas fuera, puestas a un lado".
Las imágenes que iba viendo Lavandera cada vez tomaban un carácter más macabro, mientras a su lado su madre y su hijo le preguntaban qué es lo que estaba viendo: "En la siguiente foto le habían arrancado el cuero cabelludo. Tenía el pelo hacia adelante, el cráneo abierto y se le veían todos los sesos".
El hombre que tres años antes del 11-M denunció los planes asesinos de Toro Castro y Suárez Trashorras no pudo seguir mirando las fotos: "Tuve una pavorosa sensación de peligro, como si los que lo habían hecho estuvieran por allí observando mi reacción". Lavandera atribuye el siniestro envío a la mafia policial cuya negligencia propició la masacre del 11-M y cree que el objetivo es "volverle loco" y "destrozarle" antes de que llegue el juicio.