(Libertad Digital) El incremento de la presión, según constaron los agentes de la inteligencia española, se produjo a raíz de los atentados de Casablanca, en mayo de 2003, y tuvo un repunte un mes antes del 11-M. En su informe remitido al Gobierno de Aznar, relataban que el reino aluí había incrementado estas injerencias en los últimos meses amparándose fundamentalmente en el aumento del control del islamismo radical. Recoge El Mundo que según el CNI, Marruecos camuflaba estas acciones en la necesidad de aumentar la lucha contra el terrorismo.
Los informes del CNI detallaban que el Ministerio del Habous y Asuntos Islámicos de Marruecos era el encargado de centralizar estas injerencias en Ceuta y Melilla "bajo la excusa de que trataba de detectar islamistas radicales". Las acusaciones, añade el diario de Pedro J. Ramírez, se intensificaron tras los atentados de Casablanca, en mayo de 2003. A partir de entonces, el control marroquí se extendió a los imanes de las dos ciudades autónomas.
Reuniones para marcar las directrices de los sermones
Estos comenzaron a ser requeridos por las autoridades marroquíes a través de delegados del Ministerio de Asuntos Islámicos. La mayoría de los imanes eran funcionarios del país vecino, "lo que supone que el Ejecutivo tiene un férreo control sobre ellos", aunque son "a todos los efectos ciudadanos españoles". En esas reuniones a las que eran convocados, se recriminaba a los más radicales y se marcaban directrices para que incluyeran en sus sermones.
El CNI comprobó, según el informe, que las instrucciones se estaban generalizando, tanto en el número de imanes convocados como en la frecuencia de los contactos. A partir de septiembre de 2003 comienzan a tener periodicidad semanal.