LD (M. Llamas) Una hora de su primera intervención en el Congreso hablando de la situación económica del país y ni rastro de la palabra crisis en los labios del presidente del Gobierno. Con el fin de evitar este término, Zapatero ha preferido hacer uso de múltiples símiles o frases metafóricas que, en realidad, vienen a significar lo mismo, sólo que de un modo, teóricamente, más atenuado.
Medios como El País, Chaves, Solbes o el propio Montilla recientemente ya han citado este término. Es más, tanto el consumo como la producción ya están en recesión técnica. El propio Solbes ha reconocido que el PIB difícilmente crecerá un 1 por ciento en 2008. Además, la caída de la afiliación a la Seguridad Social el pasado mes de junio (un 0,9 por ciento interanual) avanza la llegada de la recesión a España a corto plazo.
Sin embargo, y pese a todas las evidencias, Zapatero sigue negándose a pronunciar la palabra maldita, como si ello fuera a evitar de algún modo la gravedad de la situación económica que vive el país desde hace meses.
Se trata de una “situación difícil y complicada”. España está viviendo un “momento adverso”. La actual coyuntura económica es “claramente negativa”, ya que atraviesa por una “severa situación de deterioro”.
La actividad, en especial la construcción, vive un “fuerte ajuste, más rápido y brusco de los esperado”. “Claro y rápido empeoramiento de la situación”, sin embargo, la economía no sufrirá “ni un estancamiento duradero”, ni mucho menos, una “recesión”, según el presidente.
Y es que, el “empeoramiento” se debe a factores “externos al control del Gobierno”, como el alza del petróleo o la falta de liquidez interbancaria originada por la crisis subprime en EEUU, que ha derivado en un "período de serias dificultades” para un creciente número de empresas y familias.
Apuesta por aumentar el gasto público
El Gobierno confía firmemente en poder superar, gracias a sus medidas políticas, esta “fase bajista del crecimiento económico”, indica Zapatero. El optimismo del presidente continúa tras afirmar que la “minoración” del superávit “no nos debe llevar al dramatismo”, pese a que el colchón presupuestario del Ejecutivo se ha reducido drásticamente a lo largo de 2008, tras registrar una reducción del 80 por ciento.
Zapatero apuesta, así, por implementar una “política fiscal de carácter contracíclica” para combatir las actuales “condiciones adversas”. Lo más grave de la intervención de Zapatero, sin embargo, radica en sus soluciones para superar esta no crisis.
Así, el Gobierno apuesta por mantener e, incluso, aumentar, el gasto público, y tan sólo contener el gasto corriente. Es decir, la típica política keynesiana que tan nefastos resultados demostró en EEUU y gran parte de los países occidentales hasta los años 80. De hecho, el Gobierno se ha comprometido a incrementar el gasto público en cerca de 70.000 millones de euros frente a un exiguo ahorro de 20 millones en los próximos años.
El gasto público anunciado por Zapatero tan sólo podrá ser financiado o bien mediante una subida de impuestos, o bien asumiendo la entrada en una abultado déficit presupuestario que, a su vez, obligará al Gobierno a recurrir al aumento de la deuda pública. Y todo ello teniendo en cuenta que el sector público, por mucho gasto que apruebe, cuyo origen siempre parte del bolsillo de los ciudadanos, es, precisamente, un sector que no sólo no genera riqueza alguna, sino todo lo contrario.