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(Libertad Digital) Tras el insultante artículo "La baba en pluma" publicado por el director de la Cadena Ser, el periodista Federico Jiménez Losantos ha señalado en "La Mañana" de la COPE que "ayer la SER dio una prueba de lo que entiende por democracia en España" y ha apuntado que se trata de un texto hecho "por esta gente que no crispa, que no agrede, que no insulta". Durante varias horas fue imposible acceder al mencionado artículo en la web de la emisora de Prisa.
 
JIménez Losantos señaló que "ayer el director de la cadena SER, en este estilo que sólo tienen estos hombres moderados, esta gente ponderada, esta gente que no crispa, esta gente que no agrede, que no insulta, decía esto…"
 
Además, ha indicado: "Esto no es crispación, esto es diálogo. ¿Quién habla de insultar, insulta la Cope, no la Ser (…) Alguno podría entender, y estaría equivocado, que esto podría tener algún elemento de agresión personal. No, al contrario, esto es una manera de evitar la crispación".
 
La Ser lo retira durante unas horas
 
"Lo sentimos" rezaba la página web de la Cadena Ser cuando intentabas acceder al falaz artículo de su director, Daniel Anido. El jueves, el máximo responsable de la emisora colgaba en dicho portal un polémico escrito en el que cargaba contra determinados periodistas (como Jiménez Losantos o Pedro J. Ramírez) por criticar a las nuevas ministras del Ejecutivo socialista. Concretamente, tachaba a los profesionales de "pajilleros, reprimidos, sangrientos y puteros". "Segregan líquido viscoso y corrompido", aseveró.
 
Sin embargo, el texto ha vuelto a aparecer en la página web de la SER. En la mañana del viernes, la emisora de Prisa lo retiraba, como ya hiciera tras los atentados del 11-M con determinados artículos.
 

 
Por el interés que ha despertado el artículo del director de la Cadena SER y publicado en la página web de la emisora, lo reproducimos a continuación:
 
La baba en la pluma
 
Cuando fluye la baba y el periodismo se acojona la tiniebla va cubriendo el espacio vacío; un territorio abandonado que ocupan pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, cobardes y acomplejados, con nombres y apellidos.
 
Son de ilustres burgos, ansones, losantos, pejotas, usias y alguna que otra schlichting, pero segregan ese líquido viscoso y corrompido por la comisura de sus parpados, acentuando el asco que desprende su mirada.
 
Tenemos que mirar sus caras, seguir con atención el recorrido; ver como avanza ese residuo pútrido que desciende por los pliegues hasta la boca, como carcome gota a gota su lengua relamida; como la inunda y luego la desborda, para proseguir su camino hasta la mano pegajosa que sostiene la pluma y derramar allí toda su miseria.
 
Cuando fluye toda esta baba compartida y el periodismo se acojona, estos mirones clandestinos, estos fetichistas de la mugre, se proclaman profetas con derecho de pernada, levantan púlpitos con barrocos tornavoces, apoyan sus falanges en el antepecho, despliegan su abyección más tenebrosa y corrompen el espacio compartido.
 
Cuando el periodismo se acojona delante de estos usurpadores del oficio, la cloaca extiende su dominio, se adueña de la plaza pública y construye allí su pasatiempo favorito: el juego delictivo del insulto, donde prevalece y se premia la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, como pueden ser la orientación sexual, la fe o falta de ella, la ideología, la gestación, la edad, el nombre o el apellido.
 
Cuando el periodismo se acojona delante de estos mediocres, que confunden la baba con el intelecto, nuestra profesión pierde el futuro; los ciudadanos, su libertad, y la democracia, el sentido.
 
El periodismo tiene que hacer frente a la contaminación que desprenden estos exhibicionistas de la baba en la pluma, a la perversión que esconden bajo el necesario paraguas de la libertad de expresión.
 
Son previsibles. Se plantan delante de sus víctimas y abren con rapidez sus gabardinas, dejando ver su desnudez intelectual. Pero, son cobardes. Si les plantamos cara, mirando fijamente sus despojos orgánicos, señalando con el dedo su minusvalía y mostrando nuestro desprecio con una sonora carcajada, que al tiempo alerte al resto de la ciudadanía, salen corriendo a esconder sus complejos y sus colgajos... en el fango.
 
(A ellas, que sufren estos días el maltrato de quienes quieren robarnos el oficio: disculpas.)

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