El Partido Popular se presenta a las elecciones autonómicas del veintidós de mayo enarbolando la marca España en contra de nacionalismos y regionalismos, que, dicen, sí que representa el PSOE. Un discurso único "en cada rincón" del país, y para reforzar esta idea los candidatos a las urnas no dudaron en estampar su firma en un manifiesto igual para todos, en el que también quieren hacer bandera de la austeridad, la regeneración y la libertad.
Sin embargo, si en algo insistió Mariano Rajoy en la clausura de la convención autonómica de su partido fue en la idea de fortalecer al país, tocado -aunque no de muerte- por culpa de un Gobierno que calificó de "desnortado" y que se ha convertido en el "mayor lastre" para salir de la crisis económica.
"Éste es el programa de todos, de un gran proyecto nacional, el mismo para toda España", exclamó el líder de los populares, mientras que los candidatos a presidentes autonómicos -a excepción de Esperanza Aguirre, que sigue recuperándose- le escuchaban con atención.
A ellos les mandó varios mensajes. El primero, y que más machacó, es que las Comunidades Autónomas tienen que trabajar como "motores económicos, culturales e institucionales" a fin de fortalecer a la nación. "No son vagones, son locomotoras para beneficiar al conjunto". Traducido: rehuir el "enfrentamiento" entre regiones y "defender el interés común", dijo un efusivo Rajoy.
Más aún, el líder de los populares afirmó que "sin el interés común no hay bien posible", y remachó que "España no es sólo de unos cuantos", algo que -así lo transmitieron todos los que subieron a la tribuna- quedará de manifiesto en la cita con las urnas.
Dejando claro este punto, Rajoy puso deberes a sus candidatos bajo la premisa de que "no tenemos tiempo" y hay que "empezar ya" a ejecutar las reformas para remontar la economía nacional. "Más sociedad y mejor gobierno" fue el lema del cónclave, y a él se ciñó para poner encima de la mesa sus "prioridades" para los próximos cuatro años.
"Menos intervenciones, menos prohibiciones, más libertad y menos meterse en la vida de la gente", exclamó un Mariano Rajoy que sacó ese músculo de liderazgo que en la primera jornada de la convención pareció languidecer ante el huracán Camps, que se convirtió en el gran protagonista.
Para Rajoy, vivimos una "emergencia nacional" consecuencia de la destrucción de empleo, pero también lanzó un mensaje de esperanza: "Sabemos lo que hay que hacer, sabemos hacerlo y lo haremos". Y añadió: "No vamos a dejar solos a nadie como ha hecho el señor Zapatero, que ha engañado a los ciudadanos. El empleo es vida para quien lo tiene y su familia".
El líder de los populares, que acusó al Ejecutivo de gastar "a chorros lo que no tiene", volvió a mirar a sus candidatos para atizarles con el plan de choque contra el gasto que acababan de firmar: "Hay que reducir el sin fin de administraciones", lo que se materializa en adelgazar el colectivo de "asesores, personal de confianza y altos cargos".
"Otra política económica es posible", defendió, para entrar a continuación en otro bloque al que también dio prioridad: la libertad. Y no lo hizo en cualquier escenario: Baleares, cuyo líder popular, José Ramón Bauzá, lleva con orgullo que ésa es su principal promesa electoral.
Es necesaria, enfatizó, "una revisión y una simplificación" de las normativas autonómicas y central. "Sobran leyes, decretos y reglamentos" a favor de "pocas leyes que se entiendan, que sean razonables y que no se cambien cada media hora".
En conclusión, Rajoy definió al PP como un partido que no tiene más fin que "servir al interés general de los españoles", por lo que volvió a llamar a la confianza de los ciudadanos. La primera prueba será el 22-M, y por ello remató con un mensaje a sus candidatos que bien resume su intervención: "Servir a lo común" y no "a desmontar España".