El primer gran debate del 2010 en el Congreso, forzado por la Oposición para conocer qué plan tiene José Luis Rodríguez Zapatero para sacar a España de la recesión, ha puesto en evidencia que lo que resta de legislatura -agote o no el presidente su mandato- será a cara de perro y salvo la Educación o la Energía pocos temas más hay para el acuerdo.
Este miércoles, sus señorías acudían a hablar de economía, bajo la petición del Rey don Juan Carlos de un pacto de Estado “cuanto antes”. Terminado el debate, diputados socialistas y populares coincidían: “no hay margen para el acuerdo”.
El presidente del Gobierno llegaba puntual a la Carrera de San Jerónimo, y a las nueve de la mañana comenzaba su retahíla de buenos augurios ante el aburrimiento de los suyos. Le aplaudieron poco, no llegó a la docena de veces, y ni la intensidad ni la duración hacían denotar que les gustara lo que estaban oyendo. Llegó entonces el anuncio de la jornada: una comisión que dirigirían De la Vega, Blanco y Sebastián para abrir una ronda de contactos “con todos los grupos de la Cámara”.
Ni rastro en esa comisión del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho -que no sabía donde meterse- ni tampoco del portavoz del PSOE, José Antonio Alonso, que apenas catorce horas antes había iniciado con CiU una serie de encuentros para hablar de “acuerdos puntuales” que rescataran a España del abismo.
Turno entonces para Mariano Rajoy, que entraba a matar y acusaba a Zapatero de todos los males de la Nación. Para alcanzar un acuerdo, reclamaba al Gobierno que cumplieran antes las siguientes premisas:
"Anuncie ahora que quedan sin efecto las subidas de impuestos anunciadas. Anuncie aquí y ahora que se pone en marcha de manera inmediata lo acordado la semana pasada en esta cámara de que no se exija el pago del IVA hasta la factura esté cobrada. Comprométase a reducir el gasto de funcionamiento del Estado en 10.000 millones, empezando por la reducción del 25% en altos cargos aprobada también aquí. Anuncie aquí y ahora, lo más importante, que va a modificar la Ley General Presupuestaria para establecer límites de gasto a las Administraciones Públicas. Vuelva a la Ley de Estabilidad Presupuestaria que usted derogó porque quiso. Anuncie una auténtica ley contra la morosidad".
Sin ellas, el líder del PP anuncia que no habrá pacto con el Ejecutivo ya que no piensa asumir una política que considera equivocada. La última parte de su intervención la reservaba para mandar un recado a los diputados socialistas; o abandonan el barco o serán también responsables de los fracasos de Zapatero.
Guinda de un pastel que gustaba a la bancada popular, que salía en tromba a elogiar a su jefe de filas. “La comisión un señuelo, el PP la alternativa”, sentenciaba un primer espada de la formación, en declaraciones a Libertad Digital.
Un sentimiento que se venía abajo en la réplica, cuando Rajoy se desinflaba y daba oxígeno a Zapatero. El líder del PP se dejó llevar por el ardor parlamentario y abandonó en el andén su “alternativa” para entrar en si los socialistas debían o no consentir que Zapatero fuera su líder. El presidente lo aprovechaba, centraba en ese punto el debate, y le exigía valentía y que planteara una moción de censura.
Una vez terminado el pleno monográfico, los populares reconocían su error pero insistían en el planteamiento: “Zapatero es ya un cadáver político”. Por su parte, los socialistas se iban con la sensación de “otra batalla ganada por los pelos”.