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Las caricaturas de "Calabaciño Blanco" llenan las torres de control

Durante el caos aéreo no sólo hubo dramas entre los ciudadanos que no lograron volar. También a los controladores militares que acudieron a militarizar las torres, se les aguó el puente. La Razón ha hablado con varios de ellos, que han contado, desde el anonimato, cómo es estar al mando en esa tensión.

Duelo sobre los controladores en LD

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

Estos hombres, sobre todo son militares, lo cual conlleva un sueldo infinitamente más bajo que el de sus compañeros civiles: no cobran horas extras y los turnos dependen de lo que necesite España. Lo cual supuso, que el pasado viernes muchos tuvieron que darse la vuelta cuando se dirigían a la playa con su familia, otros fueron movilizados de Valladolid a Santander, de Zaragoza a Pamplona, de Badajoz a La Coruña... independientemente de si estaban o no de permiso, y de lo que cobran. "A nosotros tampoco nos gusta ir como de esquiroles a una torre o un centro de control, pero cumplimos órdenes" dice uno de ellos, que matiza que "siempre se acuerdan de los militares cuando se lía".

No se les puede negar la vocación, pero tienen claro que no le gustan este tipo de situaciones: "Si te pegan un tiro en Afganistán, mala suerte, es mi trabajo, pero si te tienen trabajando horas y horas para una empresa que lo único que busca es lucrarse, molesta, porque no es nuestra función" explican "somos mano de obra barata y callada".

No obstante, su pasión por el control aéreo lo soporta todo: "Muchas veces nos preguntamos qué nos mueve para seguir siendo controladores aéreos militares; no tienes compensaciones económicas, no te reconocen la misma preparación de tus colegas civiles, que la tenemos, ni te dan la licencia europea, no tienes horas extra ni puentes ni turnos fijos; tienes que controlar el espacio aéreo y hacer cursos y cursos, actos militares y demás". En el fondo, el controlador concluye que"si tienes que dar una explicación con la cabeza, es muy difícil, lo que nos mantiene ahí es que nos apasiona el control" dice al periódico.

Pero su principal reivindicación es con la opinión pública. Los controladores militares quieren que se conozca que tienen una altísima preparación: tienen el nivel operativo 4, mayor que el de los civiles, el nivel de inglés más alto y constantemente están actualizando sus conocimientos: "Nosotros somos capaces de guiar aviones a 400 nudos, con maniobras bruscas y cambios de rumbo permanentes; un civil guía aviones a 200 nudos y sin rarezas". Y en frente tienen a sus colegas civiles "que tienen todo el derecho de reclamar porque en muchas cosas tienen razón", que cobran cinco, seis, siete y hasta diez veces más que ellos.

Además, les gustaría un poco más de reconocimiento: "En Estados Unidos, un militar en la calle es un objeto de deseo para cualquier empresa y tiene el reconocimiento de sus compatriotas. Aquí el CIS te da la mejor nota, pero luego búscate un trabajo fuera, o espera que la gente te aplauda...".

Sobre la situación vivida durante el caos aéreo, los controladores militares cuentan que "nos recibieron muy bien" aunque "el ambiente se podía mascar, las caras de los controladores eran muy serias". "Pero con nosotros fueron siempre amables y correctos, eran conscientes de que éramos sólo instrumentos. En el aspecto operativo no nos metimos, los oficiales sólo estaban para velar porque acudieran al trabajo" relatan.

Los comentarios que algunos han hecho estos días, les provocan risa: "Eso de que los controladores trabajaron a punta de pistola es ridículo... ¡si no llevamos pistolas!" aducen.

La Razón también ha entrado en las torres de los controladores, donde ha podido capturar numerosos carteles de burla contra José Blanco. En concreto, en la de Torrejón de Ardoz se lee: "Calabaciño Blanco, truco o trato" reza uno, menos irónico que el de "Pulpo Pepe no acierta". Otro cartel, más revelador aún: "Ex-Paña = República Bananera".

Además, también se observan algunos que emplean los mismos recursos que empleó Mariano Rajoy contra el Gobierno: "El ministro es un inútil total. Rubalcaba, 1999".

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