Por responsabilidad política, porque electoralmente no les beneficia, en pro del consenso... Los motivos esgrimidos por el principal partido de la oposición para respaldar en las Cortes Generales al Gobierno han sido diversos y, en más de una ocasión, han cogido con el pie cambiado a sus dirigentes, que iban un paso más allá en sus declaraciones.
De hecho, parece sintomático. De boquilla el PP siempre va a más. Sin embargo, a la hora de pulsar el botón no son pocas las veces que ha permitido una horquilla luminosa verde o amarilla, aquellas con las que José Luis Rodríguez Zapatero consigue seguir respirando políticamente. Y eso a pesar de que, desde el pasado julio de 2010 -coincidiendo con el último Debate sobre el estado de la Nación-, Mariano Rajoy ya reclama formalmente la disolución de las Cámaras."Si quiere ser útil para España, convoque elecciones anticipadas", inquirió al presidente.
España no es Portugal
Pese al órdago, en los temas capitales parece resistirse a poner contra la espada y la pared al Ejecutivo al estilo de Portugal, donde la oposición votó en bloque contra el primer ministro, el socialista José Sócrates, provocando su caída.
Precisamente, una de las razones que, en privado, esgrime Rajoy para no forzar más a su rival es que, en el Congreso, el Gobierno mantiene una mayoría suficiente gracias a los apoyos puntuales de los nacionalistas. En caso contrario, ya habría presentado una moción de censura.
La política contra ETA y el 11-M
Pero, volviendo al hueso político y dejando de lado la aritmética parlamentaria, la hemeroteca deja una complacencia con el Gobierno palmaria, a pesar de los discursos más o menos agresivos.
Uno de los ejemplos más evidentes es la alianza en la lucha contra ETA. El PP sigue apostando por ir de la mano del Gobierno -dice creer que va "por la buena dirección"- a pesar de que, semana tras semana, los diputados Ignacio Cosidó e Ignacio Gil Lázaro abordan al ministro Alfredo Pérez Rubalcaba por el caso del chivatazo a los terroristas.
El acercamiento de presos a cárceles del País Vasco, los beneficios penitenciarios a etarras o el diagnóstico de Jaime Mayor Oreja -certero hasta ahora, confiesan en Génova- no hacen virar este respaldo, que tiene en el citado Rubalcaba y a Federico Trillo, hombre clave del PP en materia judicial, a dos de sus estandartes.
Es por ello por lo que, en contra de lo que ocurrió en la pasada legislatura, los populares no han llevado a la Carrera de San Jerónimo ninguna pregunta sobre la negociación soterrada que, según algunos, estaría manteniendo el Gobierno con los pistoleros. Tampoco Rajoy o los primeros espadas han mencionado la palabra "ETA" en las sesiones plenarias, dejándoles este marrón a dirigentes de segunda fila.
Siguiendo la estela de temas capitales llegamos a la investigación judicial del 11-M y a las muchas dudas que se ciernen sobre la matanza de Madrid. El siete de marzo, en la sala de prensa de Génova, María Dolores de Cospedal se comprometió a volver a llevar el asunto al ruedo parlamentario. Se va a cumplir un mes y nada se sabe, lo que viene a corroborar la estrategia avanzada por este diario, que apuntaba a guardar en un cajón aquellos asuntos que pudieran restar votos.
Política social e internacional
En política social también hay sorpresas, como por ejemplo en lo que comprende a la Ley Antitabaco, que fue aprobada en el Congreso con el voto favorable del Partido Popular, a pesar de que después Rajoy hablara de una "abstención".
Votos a favor que han iluminado el indicador de la Carrera de San Jerónimo en todos los asuntos en clave internacional, destacando la implicación de España en la guerra de Afganistán y la más reciente contienda bélica en Libia. En ambos casos, Rajoy incluyó en su discurso no pocas críticas, vertidas en forma de dudas, pero a renglón seguido confirmaba su respaldo al Gobierno por considerar éstos unos temas en los que no se debe hacer sangre.
Una postura que, en el caso de Libia, levantaba ampollas entre algunos que, junto a él, tuvieron que aguantar descalificaciones e incluso agresiones cuando José María Aznar, al mando del país, decidía respaldar la intervención de Estados Unidos en Irak, lo que hacía sacar al entonces jefe de la oposición, Rodríguez Zapatero, a la calle al grito de "No a la guerra".
La política económica
Para Rajoy, no se cansa de repetirlo, todos los puntos anteriormente expuestos son secundarios porque lo verdaderamente importante -"Lo que le interesa a la gente", según suele decir- es la nefasta situación económica y la receta para salir del agujero negro.
En la última sesión al Gobierno, y ya van unas cuentas, el presidente del PP acusaba a Zapatero de ser parte del problema y le instaba a hacerse a un lado. Pero, cuánta es la incongruencia -al menos aparente- al comprobar que no ha obstaculizado las sucesivas baterías de medidas del Ejecutivo contra la crisis, a pesar de imputarle bandazos y de no tener un proyecto concreto.
Supuso un punto de inflexión el denominado decreto de Zurbano, en abril de 2010, ya con la Unión Europea poniendo el grito en el cielo sobre nuestras cuentas. "Medidas de simple picoteo y corte alcance", se quejó el responsable económico del PP, Cristóbal Montoro. Minutos después el Grupo Popular votaba a favor, en consonancia con el resto de formaciones.
Desde entonces, sólo fue sonoro un voto negativo de los de Rajoy, y que vino por la congelación de las pensiones en el que fue el paquete de medidas más duro del Ejecutivo. Cospedal denominó entonces al PP "como el partido de los trabajadores". El resto de grandes reformas que ha ido llevando Zapatero al Congreso han contado con la abstención de los populares, a pesar de que fueran "la rectificación de la rectificación".
Por poner un ejemplo, el PP optó por abstenerse en la votación del decreto de reestructuración del sector financiero este mismo mes de marzo, permitiendo vía libre al Gobierno. Nuevamente, eso sí, acompañado de un batallón de críticas: "Llega tarde y mal", se quejó Montoro.
Una dinámica que se repite hasta la fecha, y que pone en evidencia el tipo de oposición que rige Rajoy. Los suyos lo justifican en que el jefe lleva ya un tiempo vestido con el traje de presidente a la espera de que le llegue la hora. Que se guía por un mensaje institucional y que, haciendo el menor ruido, cree que no despertará al gran monstruo; las bases de izquierda descontentas y que, intuyen, no votarán en las generales. Mientras, Zapatero aguanta sesión tras sesión como responsable del devenir nacional.