L D (Europa Press) El popular Alberto Núñez Feijóo ha sido elegido este jueves por la tarde como séptimo presidente de la Xunta de Galicia en el Parlamento gallego, con los 38 votos de su grupo, que conforman la mayoría absoluta de la Cámara autonómica. Los 38 diputados del PP expresaron su apoyo a Alberto Núñez Feijóo, mientras los 24 del PSOE, al que faltó un parlamentario por enfermedad, y los 12 del BNG dieron un no a la investidura del candidato popular
Previamente, en el denate de investidura y a pesar de haber logrado la mayoría absoluta en las pasadas autonómicas, el líder del PP gallego dijo que es consciente de que "Galicia no es del PP" por lo que ofreció a los grupos que conformarán la oposición en esta octava legislatura "un gran pacto sin fecha de caducidad", convencido de que el actual contexto económico "no llegan las mayorías mecánicas".
"En la unión de los buenos gallegos está de la patria el porvenir", dijo, parafraseando al escritor Manuel Curros Enríquez, para concluir su réplica a los grupos parlamentarios durante el debate de la Sesión de Investidura. Su intervención estuvo salpicada de constantes llamadas "sinceras" a la "unidad", convencido de que la sociedad pide a las fuerzas políticas "estar a la altura", dada la actual situación de "extraordinarias dificultades", en lugar de "juego duro o confrontación".
En esta línea, puso a la propia ciudadanía como ejemplo y, tras exponer que gallegos de distintos colores políticos "trabajan juntos" en las escuelas, en el mar o en el agro, instó a PSdeG y BNG a hacer lo mismo "por lo menos" para consensuar los asuntos de interés general. "¿Por qué no vamos a intentarlo?", preguntó a socialistas y nacionalistas, y partió de las "coincidencias" entre los tres grupos, como que existen "dificultades económicas" o que el autogobierno da "herramientas" para paliar los efectos de la crisis.
De esta manera, hizo un reconocimiento a la oposición al rechazar que sea una "anomalía democrática". "Nunca diré de ningún partido que es antigallego, antidemocrático o franquista", apuntó, rememorando algunos episodios de confrontación de la pasada legislatura. Por el contrario, valoró las aportaciones que hagan PSdeG y BNG porque serán "tan importantes" como las del PP y servirán para "dar voz" a la totalidad de los gallegos. Así, insistió la necesidad del consenso y, en concreto, lo demandó para pactar la postura de Galicia en la negociación del modelo de financiación autonómica, para configurar políticas activas de empleo, para reformar el Estatuto de Autonomía y para defender la libertad lingüística.
Precisamente el idioma fue uno de los asuntos en los que Feijóo se mostró más crítico con los nacionalistas, a quienes preguntó si "acaso hay que decidir entre normalizar el gallego o respetar la libertad lingüística". Frente a esto, el líder de los populares gallegos consideró posible "conjugar" ambas cosas, por lo que rechazó "acompañar" al BNG en su planteamiento respecto a la cuestión de la lengua.
"La lengua no es propiedad de las minorías", proclamó, y matizó que "la lengua es propiedad de todos o, en todo caso, de las mayorías". Así, expresó su "querencia profunda por el idioma de Galicia", pero también su "amor por la libertad lingüística". Para ilustrar esta afirmación, comparó el gallego y el castellano con "dos piernas o dos brazos". "Necesitamos los dos", continuó, por lo que se negó a "mutilar ninguno".
También reivindicó la necesidad de promover el conocimiento del inglés y, en este sentido, se propuso que los gallegos puedan explicar en la lengua anglosajona "que hay un mundo llamado Galicia". Mientras el futuro presidente formulaba este propósito, el diputado del BNG Bieito Lobeira asintió de forma irónica desde su escaño y dijo: "Oh, yeah". Esto sirvió a Feijóo para recriminar que "algunos se tomen a broma la cuestión del idioma cuando no coincide con sus dogmas". Posteriormente, el popular volvió a pedir a los nacionalistas que se incorporen al acuerdo lingüístico, a lo que Lobeira respondió "OK, OK". "Allá cada uno", resolvió Feijóo.
El que será quinto presidente de la historia de Galicia utilizó la cuestión lingüística como ejemplo de las discrepancias que, según él, provocaron la derrota electoral del bipartito. En base a esto, concluyó que la coalición de socialistas y nacionalistas sufrió una "doble reprobación", primero en las urnas y, después, cuando varios dirigentes socialistas escenificaron públicamente las diferencias con su socio de gobierno.
Por eso, se propuso "entender el mensaje" que dio el electorado el 1-M, por lo que garantizó que gobernará "para todos", aunque admitió no saber si será "capaz" de conseguirlo. "Pero lo voy a intentar", manifestó porque, en su opinión, la sociedad rechazó en las urnas un gobierno "dividido, sin norte claro y enfrentado" y, frente a esto, reivindicó la necesidad de un ejecutivo "fuerte, riguroso y liderado". También interpretó que la ciudadanía reprobó el domingo electoral que el bipartito "acentuase la política clientelar", hiciese "un uso irresponsable de los recursos públicos", o "interfiriese en la vida privada de los ciudadanos en lugar de facilitársela".
Frente a esto, aseguró que el suyo será un gobierno "centrado en la austeridad" y que trabajará con "responsabilidad, sacrificio y dedicación". También se comprometió con el "valor terapéutico de la verdad", convencido de que el pueblo gallego, al que "ninguna crisis de antaño ha sido capaz de doblegar", es "maduro y sabio". "El pueblo quiere que le digan las cosas como son, no como mejor suenan", leyó de una obra de Benito Jerónimo Feijóo y, después de asegurar que él "no ama la lisonja", solicitó la confianza del Parlamento para gobernar "con toda la humildad individual y con toda la ambición colectiva".
Respecto a su proyecto de gobierno, insistió en que su intención de "no restaurar ningún pretérito, siempre imperfecto", ni "derribar" lo hecho bien por el bipartito. Con todo, criticó que socialistas y nacionalistas le reprochen su falta de propuestas porque, según sus cálculos, en su discurso de investidura formuló "un total de 174". "Pueden ser buenas o malas, pero las hay", expuso, y citó algunas de ellas, como el "plan de choque" contra la crisis, la reforma de la ley de cajas o la rebaja fiscal y, respecto a su propuesta en materia de impuestos, pidió a socialistas y nacionalistas que se pongan de acuerdo. "¿En qué quedamos: rebajamos mucho, como dicen el BNG, o poco, como cree el PSOE?", preguntó, y rechazó que el PP vaya a hacer "regalos fiscales" porque la modificación de gravámenes que plantea va dirigida a las rentas más bajas, a los jóvenes o a las familias numerosas.
En materia económica, volvió a plantear la necesidad de reajustar el presupuesto para este ejercicio porque es "irreal en su totalidad". "No sirve y lo sabíamos todos cuando se aprobó", apuntó y, tras recordar que el PP ya lo denunció cuando era oposición, concluyó que "esta es la razón por la que un grupo gana credibilidad en la calle y por la que otros la pierden".
Después de reprochar a los socios del bipartito que dejen al futuro gobierno "un país mucho peor" del que recibieron en 2005, respondió a las críticas de PSOE y BNG sobre su pasado. "Mi ideología está muy clara", resumió, y lo contrapuso al portavoz socialista en el Parlamento, Xaquín Fernández Leiceaga, que también fue militante del BNG. Así, se mostró "orgulloso" de formar parte del Partido Popular, al que atribuyó el mérito de levantar las instituciones durante el gobierno presidido por Gerardo Fernández Albor. A continuación, también reconoció el papel de Manuel Fraga y se erigió a él mismo en un "modesto eslabón más" del proyecto del PP.