Era el Día de los Inocentes, 28 de diciembre de 1994. El diario El País publicaba una información titulada De la política a la toga como con Franco cuyo protagonista era Baltasar Garzón. Nos atreveremos a afirmar que no se trataba de una inocentada, aunque viendo la línea editorial que sigue este mismo diario en estos días respecto al juez estrella podría pensarse que sí.
Basta con ver el titular de portada de este miércoles en el que de una forma bastante burda convierte a agresores en agredidos, y viceversa: El Supremo y el CGPJ lanzan una ofensiva contra los apoyos a Garzón. Entre los que se incluye el propio periódico que así titula. Todo con tal de justificar el acto celebrado en la Universidad Complutense en el que se lanzó un ataque de corte guerracivilista y con mensajes claramente totalitarios contra la independencia del Poder Judicial.
1994 eran otros tiempos. Garzón acababa de dejar su escaño socialista y su cargo en Interior dos meses antes, tras ver frustradas sus aspiraciones de ser ministro con Felipe González. Entonces, ya ocupaba de nuevo su puesto en la Audiencia Nacional, y también se disponía a investigar crímenes de Estado, pero no cometidos en una guerra ni sujetos a ninguna Ley de Amnistía. En democracia y por las cloacas del Estado, bajo un Gobierno socialista: el GAL.
Garzón acaba de ordenar la detención del socialista Julián Sancristóbal y otros altos cargos de la cúpula policial del Felipismo por el secuestro de Segundo Marey, un viajante que nada tenía que ver con la ETA. Pero entonces a El País no parecía preocuparle tanto la justicia universal y la lucha contra la impunidad, sino más desacreditar, no sin razón, a un juez que estaba poniendo en aprietos al gobierno amigo, el de Felipe González.
Y, como ahora, nada mejor que agitar el fantasma de Franco, pero en sentido contrario. Así, en el reportaje se reprocha al PSOE que recuperase en su reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial del año 1985 la "reserva de plaza" que permite a los magistrados una excedencia especial para dar el salto a la política, recuperando su plaza cuando lo estimen oportuno. Figura, como recordaba El País, creada por el franquismo para que los jueces pudiesen ser designados gobernadores civiles, jefes provinciales del Movimiento o delegados provinciales de los ministerios, y que había sido suprimida por el gobierno de la UCD de Adolfo Suárez.
La información va acompañada de una foto, nada inocente, de Garzón junto a un retrato de Pablo Iglesias, tomada un año antes. Y un apoyo titulado Caso insólito en la Europa democrática, en el que juristas de otros países expresan su asombro por el viaje de ida y vuelta de la judicatura a la política de Baltasar Garzón.
Hoy, dieciséis años después, este mismo juez es para este mismo periódico un magistrado ejemplar.