El tripartito que nació con el pacto del Tinell y que llevó a Maragall en 2003 al Palacio de la Generalidad ha terminado con este 28-N. El fracaso es evidente: los ciudadanos han castigado a los tres partidos que integraban el pacto –PSC, ERC e ICV– aunque la derrota ha sido más dolorosa para unos que para otros.
José Montilla, que alcanzó el poder en 2006 tras la marcha de Maragall, deja el poder con el peor resultado de los socialistas catalanes de su historia. Sus 28 escaños y su escuálido 18,55% de los votos contrasta con los 37 diputados y el 26,8 por ciento de sufragios alcanzados en las pasadas de elecciones. Los votos que el PSC se deja por el camino alcanzan los 250.000, al pasar de 789.000 a sólo 547.000 en estos comicios. En las elecciones de 1980, hasta ahora el peor resultado del PSC, lograron 33 escaños y el 22,3 por ciento de los votos.
En ERC la sangría es similar. Los independentistas sufren un fortísimo castigo por parte de los electores al perder más de la mitad de los escaños y de los votos. De 21 diputados pasan a tener sólo diez, y rebajan hasta los poco más de 200.000 los más de 400.000 votos obtenidos en 2006. Atrás quedan los 23 escaños logrados en 2003 por un hasta entonces desconocido Carod Rovira.
Un cariacontecido Joan Puigcercós admitió ante los medios la derrota. "Nosotros hemos perdido las elecciones, lo teníamos difícil, y queríamos condicionar la política catalana, pero no lo hemos conseguido", dijo el republicano, informa Efe. También reconoció que "no era fácil apoyarnos en estas elecciones". Por eso dio las gracias a los que sí lo habían hecho, menos de la mitad que en 2006.
En el caso de ICV la caída es menor pero también paga su participación en el Gobierno tripartito pese al apoyo de última hora de los artistas desengañados con Zapatero. El partido de Joan Herrera pierde dos escaños y algo más de 60.000 votos.
Ante los medios, Herrera consideró que su partido "ha resistido", fijándose quizás en la debacle de sus compañeros de aventura política, y que hoy "es un proyecto consolidado". Prometió una oposición "beligerante": "Seremos la izquierda que no se resigna".