Se trataba, tal y como informa Fernando Lázaro este martes en El Mundo, de convertir a Marlaska en juez de enlace con Londres, un puesto de gran prestigio dentro de la carrera judicial, con proyección internacional y que es considerado un excelente paso para posteriores ascensos. La oferta le llegó de forma indirecta al juez de la Audiencia Nacional a través de personas de la Fiscalía General del Estado, que la vincularon a que se dejase pasar el tiempo en el caso del chivatazo hasta el regreso de Garzón de los Estados Unidos.
La instrucción de Marlaska de este caso había sido muy diligente y desde el primer momento fue claro que no tenía ninguna intención de enterrarlo en un cajón (como sí hizo Garzón durante varios años) o de entrar en componendas: una de sus primeras medidas fue crear dos grupos de investigación, uno en la Policía y otro en la Guardia Civil que fue rápidamente desmontado por Garzón a su vuelta al juzgado.
Los agentes de ambos grupos tenían instrucciones claras de informar directamente al juez, evitando incluso que compartieran los datos con sus superiores, lo que provocó momentos de tensión entre mandos policiales.
La situación causó tal preocupación entre algunos miembros del Gobierno que decidieron apartar a Marlaska del caso, no como una forma de torpedear el sumario sino simplemente para dejarlo en suspenso hasta la vuelta de Garzón, del que se esperaba un celo investigador considerablemente menor, tal y como finalmente ocurrió.
El Gobierno trató de apartar a Grande Marlaska del caso del chivatazo a ETA
El juez Grande Marlaska tuvo que asumir el caso del chivatazo a ETA sustituyendo a Garzón, por entonces en su permiso en EEUU, pero su gestión fue demasiado diligente y pronto preocupó a algunos miembros del Gobierno, que intentaron apartarlo ofreciéndole una gran promoción profesional.
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