En un artículo en ABC -"¿Quién mató a mi hermano, señor Zapatero?"-, Jiménez Becerril se pregunta por qué "de la noche a la mañana", gracias a la "benevolencia" de Rubalcaba, "estos asesinos etarras han dejado de serlo y, por consiguiente, salen a estudiar o trabajar, según les plazca".
"Me imagino que no se atreverá usted a decirle en la cara a las víctimas de estos etarras (yo sí les llamo etarras, ayer, hoy y mañana) que quienes acabaron con los sueños de sus maridos, hijos y hermanos no lo hicieron en nombre de ETA", dice. Arremete contra la intención del Gobierno de mantener en el anonimato a los "arrepentidos" porque "es muy importante ponerle cara al dolor de las víctimas que no prescribe y que se consuela al calor de la justicia, desesperándose cuando, como ahora, ésta se pliega a los intereses de los gobernantes que pretenden que un vergonzoso e injusto pacto con ETA les ayude a recuperar la confianza de su pueblo".
Y señala que "no es abriendo las cárceles para salgan los etarras disfrazados de laboriosos ciudadanos de bien como ustedes va a salir reelegido, señor Zapatero, por mucho que sus ministros, fiscales y jueces afines le ayuden en esa ingrata y repugnante tarea".
Jiménez Becerril considera que estas actuaciones "distan mucho de esa proclamada derrota de la que tanto presume Zapatero" y que "todo este baile de etarras que juegan a buenos y malos es una humillación constante, no sólo a las víctimas, sino a todos los españoles".
También señala que el supuesto perdón que han pedido los etarras "parece que sólo lo sabe el señor ministro".
Becerril dice que "no sabía que el arrepentimiento fuera un atenuante tan potente. ¡Cómo se enteren los reclusos no va a quedar nadie dentro!".