Vicepresidenta y ministra de la Presidencia. Jefa de la Secretaría de Estado de las Relaciones con las Cortes y de la Comunicación. Responsable del Centro Nacional de Inteligencia. En síntesis, la mujer más poderosa de España. Soraya Sáenz de Santamaría no se irá muy lejos este mes de agosto y, admite, tendrá la maleta lista para "salir corriendo" a Madrid por si se genera algún incendio. Si algo ha demostrado en este medio año en el cargo es que se ha convertido en la bombero jefe del Ejecutivo, y ha habido trabajo para hartarse.
Poco después de que el presidente confirmara que ella es su mano derecha, un periodista en el Congreso se dirigió a ella como "Soraya". "Perdón, vicepresidenta", corrigió de inmediato. "Como si me molestara, llámame como quiera", contestó. Naturalidad. La misma con la que se consiguió hacer con el Grupo Popular cuando Mariano Rajoy le hizo portavoz, provocando un vendaval interno del que salió reforzada, y que ahora intenta impregnar en el complejo presidencial.
Coinciden todos en que sigue siendo la misma: extremadamente trabajadora, leal, próxima... Y con las ideas muy claras. Lo primero que se propuso fue dar ejemplo; acabar con la ostentación de etapas anteriores, visible en las instancias de su edificio de Moncloa al que no llegan los ojos de la opinión pública. Tijera. La reducción de una vicepresidencia supuso un ahorro de más de un millón de euros, ordenó la supresión de casi un 20% de cargos anexos a su cartera y desaparecieron un 43% de Direcciones Generales. Tres de siete.
Su equipo más próximo, capitaneado por María González Pico, en ocasiones se ve desbordado. De trece asesores pasaron a nueve, un 30% menos. Plantilla reducida para el trabajo más arduo al que se le ha obligado a un Gobierno en tan poco tiempo: una remodelación total de la política económica del país para cumplir con unos compromisos muy estrictos de la Unión Europea.
Los miembros del gabinete gubernamental hablan de Soraya como la jefa. "Tienes que ir con los deberes bien hechos al hablar con ella. Lo estudia todo, lo sabe todo, es una gran profesional", expone un declarado afín. La primera vez que Sáenz de Santamaría presidió un Consejo de Ministros -Rajoy estaba en Bruselas- solo tuvo una preocupación: "Que todo saliera perfecto". "Siempre lo tiene todo preparado, sabe de lo que habla, eso es importantísimo", añade un colega del Gobierno.
La relación con su familia
Su afán de perfeccionismo le ha llevado, en más de una ocasión, a tirar de mucho café. Los jueves, día previo a la cita semanal del gabinete, no pocas veces ha salido de su despacho pasadas las once. Su mesa es un mar de papeles, de proyectos de reformas. Si está en el Congreso de los Diputados también se lleva trabajo y mantiene reuniones en la zona de Gobierno. Ella preside la decisiva cita de los miércoles, en la que convoca la Comisión de Secretarios de Estado y Subsecretarios, donde se ponen encima de la mesa las medidas a aprobar. Y también participa en la Comisión Delegada para Asuntos Económicos de los jueves, en la que el núcleo duro expone a las claras cómo están las cosas.
En su móvil, cada vez que puede, enseña lo grande que está su hijo Iván, nacido en plena campaña electoral de las elecciones nacionales. Por ejemplo, en brazos de su marido, Iván Rosa Vallejo. Admite la vice que le gustaría estar más tiempo con ellos; que tal vez este verano les tenga que dejar para regresar al tajo. Pero de sus palabras se desprende que los momentos juntos son intensos, a pesar de que la "España real" -los ciudadanos con problemas, preocupados más allá de la prima de riesgo- le obligue a pasar días enteros en ese fortín llamado Moncloa.
No está siendo fácil la tarea. El Gobierno está aprobando reformas muy difíciles a contrarreloj, algunas en contra del programa electoral del PP, y que están enfadado a muchos ciudadanos. Tal vez su rueda de prensa más difícil fuera la del viernes trece de julio. Entonces, se anunció una subida del IVA, el fin de la paga de Navidad para los funcionarios... más ajustes. Sus ojos se volvieron vidriosos y, cuentan quienes más le conocen, a punto estuvo de emocionarse. Su voz la delató, en ocasiones temblorosa: "Podemos pedir esfuerzos a los ciudadanos cuando todos los hacemos. Nosotros los haremos", solemnizó.
El balance de la vicepresidenta
Ahora, toca hacer balance: "Este es un Gobierno que da la cara, que dice las cosas como son, que no oculta la realidad", asegura. Pero no solo eso. "Estamos dispuestos a dar un cambio a lo público", reflexiona para Libertad Digital. "Un país de administraciones y ciudadanos responsables" a fin de "generar confianza", añade.
Sáenz de Santamaría pone como ejemplo la Ley de Transparencia, que castigará con cárcel a los que falseen las cuentas o las oculten, generando un perjuicio económico para la administración. Gracias a una modificación de la Ley Electoral, los malos gestores serán "inelegibles" y no podrán regresar a la vida pública.
"Más allá de las reformas legales estamos ante un cambio de mentalidad. En el ámbito público y en el privado", concluye la mano derecha del presidente, que asegura que aún habrá muchas piedras que esquivar por el camino. Pero, solemniza, el país saldrá adelante.