Siete días después, el presidente ha vuelto al Congreso de los Diputados para defender el duro paquete de ajustes para cumplir con los compromisos alcanzados con la Unión Europea, relacionados íntimamente con el control del déficit público. Hace una semana, instantes después de que anunciara las reformas, un reducido grupo de funcionarios se echó a la calle para criticar por las medidas adoptadas por Mariano Rajoy. Ahora, la sede de la soberanía nacional se ha convertido en una especie de fortín -Alcatraz, según algunos diputados- ante las protestas que salpican estos días la capital.
La imagen de una helenización en las calles preocupa al Gobierno. Desde que Rajoy pusiera encima de la mesa que “no tenemos la libertad” para elegir, y de ahí las duras y difíciles medidas, su agenda ha quedado reducida a prácticamente la nada. Tuvo un mitin el domingo en Granada, y precisamente por la amenaza de una gran manifestación fue adelantado por sorpresa a la víspera. El de hoy es el único acto fuera del Palacio de Moncloa de esta semana. "Reuniones de despacho", se expone con insistencia desde su entorno.
En este clima de excepcionalidad, con el Ejecutivo digiriendo prácticamente todos los días una oleada de críticas, el presidente -visiblemente cansando, delgado- respondió las preguntas de una enfadada oposición, que se dice olvidada. Ante IU, CiU y PSOE -por este orden-, en la última sesión de control del curso, Rajoy se reafirmó en su hoja de ruta porque, por dos veces, advirtió con dramatismo que existen "instituciones" que hoy no pueden financiarse en los mercados de deuda.
La idea que quiso lanzar el presidente no es nueva. Los ajustes, aunque muchos -como la subida impositiva-, no le gustan y se corregirán en cuanto vengan tiempos mejores, eran más que necesarios obligados por parte de las instituciones comunitarias. "Es la opción más difícil y más dura, pero también la más responsable", justificó Rajoy, y de ahí no le movió nadie. "Los probelmas de la economía no se arreglan contándolos sino tomándo decisiones", añadió, recibiendo los aplausos de su bancada.
Se marcó dos prioridades: la reducción del déficit público y reformas estructurales. Y, seguro de que el camino andado es el correcto por muy doloroso que se pueda antojar, echó mano de esos 90.000 millones de euros gastados de más el año pasado para apelar "al sentido común" y destacar que "no se puede gastar lo que no se tiene". El líder de CiU, Duran Lleida, le interpeló por lo que le interesa: el control a las CCAA. Pero Rajoy defendió que los gobiernos regionales, talón de aquiles en opinión de la UE, también tienen que ajustarse el cinturón. Lo hizo sin estridencias: "Tienen que cumplir su plan de reequilibrio", recordó.
Medidas dentro, pero también fuera. Tal vez la mayor novedad vino a la hora de recuperar un mensaje de exigencia dirigido a Bruselas, una vez aseguró que dará "la batalla" para que las instituciones muevan de una vez ficha y den solución a la gravísima crisis de deuda. La semana, expone el Gobierno, está siendo asfixiante, con la prima de riesgo desbocada muy por encima de los 500 puntos y el bono español a diez años rozando constantemente la barrera del 7%. Insostenible, a ojos de Moncloa.
A Rubalcaba: "usted lo sabe"
De perfil bajo volvió a ser su enfrentamiento con Alfredo Pérez Rubalcaba que, sin embargo, avanzó la luz roja que pulsará este jueves en la votación de los recortes en el Congreso. "Le dije que no a los recortes del miércoles y le digo que no a los recortes del viernes y del sábado", dijo en referencia a los nuevos ajustes publicados en el BOE como el cambio de tributación del IVA para muchos sectores, del 8 al 21%, la supresión de las ayudas a la dependencia o que el 0,5% de los funcionarios vayan a quedar exentos de la eliminación de la paga extra de navidad.
El líder de la oposición se manifestó en contra: "Creo que recortando salvajemente, si me permite la expresión, duramente los salarios de los empleos públicos no vamos a crecer y no vamos a crear empleo. Lo único que van a conseguir es crear más injusticias y más sufrimiento, señor Rajoy", aseveró en su turno de palabra. El presidente se revolvió contundente: "Usted sabe que tenemos que reducir el déficit público y además está de acuerdo. Pero, claro, viene a esta tribuna a criticar que yo lo haga. Si no bajo los gastos ni subo los ingresos ¿Me puede explicar usted cómo reducir el déficit público?", le espetó, volviendo a recibir el calor de los suyos. "Si no nos hubiéramos endeudado, usted no estaría haciendo esta pregunta y yo no estaría respondiendo", utilizó como argumento.
Ya en los pasillos, Rajoy se dirigió a los descontentos, que llevan varios días colapsando Madrid -si bien las marchas no son, de momento, masivas-: "Hay que hacer un esfuerzo; ya sabemos que es duro, que a mucha gente le hace daño, pero si no lo hacemos, España no saldrá y si lo hacemos, España saldrá adelante", afirmó. "Comprendo que esto hay mucha gente que no lo comparte; a mí hay cosas que no me gustan, pero en este momento no tenemos otra alternativa", subrayó. El Ejecutivo recalcó que hará todo lo necesario para cumplir a la Ley.
"El Gobierno no puede decidir entre un bien y un mal, sino entre un mal y un mal peor", se reafirmó con toda la carga de dramatismo que conlleva. Y con las mismas dejó el Congreso, blindado aunque sin alborotadores a primera hora de la mañana. La próxima vez que se vea al presidente será presidiendo el Consejo de Ministros, en Moncloa, a través de una retransmisión oficial por vídeo o fotografía.