Desde hace unos pocos días a la actualidad, el Gobierno viró su discurso público para volver a referirse con vehemencia a quienes empezaban a convertirse en los grandes olvidados de la recesión en favor de disquisiciones sobre el comportamiento de los mercados: los españoles. Es lo que la vicepresidenta acuñó como la España real, más importante “a la subida o bajada de la prima de riesgo”. Un día después, en un acto del PP en San Sebastián, Mariano Rajoy proclamó: “Lo más importante hoy es que recordemos que hay muchos españoles que quieren trabajar y no pueden. Muchísimos jóvenes. El poder adquisitivo es menor, las empresas lo están pasando mal y no tienen posibilidades de financiarse y hay dudas de cara al futuro. Eso es lo importante”.
El presidente se comprometió a dar la cara -“Todos debemos explicarnos”, dijo- porque “hay muchísimos españoles que nos están mirando y lo están pasando mal”. Sería una quimera pensar, según fuentes gubernamentales, que el Ejecutivo no tenga dedicación exclusiva a “primas de riesgo y tipos de interés” en tanto en cuanto el futuro del euro se juega en el próximo Consejo Europeo -que se celebra a finales de mes en Bruselas-, con un punto de inflexión en Grecia, pero de este giro de estratégico soslaye la creciente preocupación por el rechazo ciudadano a los planes de ajuste -una encuesta, este mismo domingo, habla de una caída en intención de voto de 5,5 puntos para el PP- y la posibilidad de que este enfado se pueda tornar en violencia callejera.
Según el análisis de un ministro próximo a Rajoy, hasta la fecha las movilizaciones vividas en los seis meses de vida del Ejecutivo han sido “sectoriales” y se han podido controlar sin muchos problemas. Por ejemplo, el de la virulenta protesta del sector del carbón en Asturias o el del colectivo educativo, con focos importantes en Madrid o Valencia. Movilizaciones en ningún caso generalizadas, para empezar por la tremenda desafección que los ciudadanos tienen por las bases sindicales, en opinión del Gobierno.
El fracaso de la huelga general, raquítica a ojos gubernamentales, y el hecho de que movimientos como el 15-M se hayan desinflado como un globo confirman esta versión de los hechos, en el sentido de que “los españoles nos están dando una oportunidad para cambiar las cosas, porque son conscientes de cómo nos habían dejado la situación”. Eso sí, el tiempo no es ilimitado y ya hay quienes ven síntomas preocupantes.
Así, en el Gobierno ya ponen fecha a un posible levantamiento en las calles si no se dan síntomas para la esperanza: septiembre -octubre, tras los meses estivales. Para entonces, varios ministros no descartan que se haya tenido que tocar el IVA -lo que provoca auténticas guerras internas, entre defensores y detractores de la medida- y los indicadores seguirán siendo negativos. La vuelta a las clases, con nuevas protestas en el sector, podrían ser la lanzadera para salir a las calles, más aún si se van a ir emprendiendo reformas en las próximas semanas.
El panorama es, pues, complicado y el Gobierno sabe que su única arma es la pedagogía porque, entiende Rajoy, la senda emprendida es la única forma de salir del atolladero. Pero eso no implica que el temor no crezca en los círculos de poder, en los que aterra imágenes a la Griega de contenedores ardiendo, escaparates destrozados y agentes de la Policía persiguiendo a alborotadores. El conato se ya vivió en Barcelona y en la ciudad del Turia, sin llegar a más, pero de momento la capital se sigue salvando, y éste parece ser el verdadero termómetro de tensión social.
A Rajoy le preocupa que tal extremo pueda producirse, así como que el mundo pueda interpretar una inestabilidad mayor en el país fruto de esas instantáneas. “El daño que una fotografía de coches ardiendo en The Financial Times es brutal en todos los sentidos”, comenta un alto cargo. El ejemplo vuelve a posarse en el país heleno, donde las jornadas maratonianas de protestas -con varios días de paro general- no solo hundieron la Bolsa y su bono, sino también perjudicaron seriamente al sector turístico, el gran motor. En su capital, Atenas, apenas pasean ya extranjeros y, en algunos casos, hoteles han recibido llamadas de posibles clientes preguntando si la comida está asegurada o si los cajeros automáticos sacan dinero.
En España, dicen los más agoreros, esto podría producirse si el escenario se vuelve parecido. En no pocos sectores del PP y el Ejecutivo creen que como flaquee el turismo “estamos perdidos”. Aseguran que el flujo intenso de visitantes extranjeros y el hecho de que los españoles, aunque menos días y gastando menos, se sigan moviendo son de las pocas alegrías que se mantienen para la economía nacional. Y una grecialización en la calle podría dar al traste con esta circunstancia, haciendo aún más difícil la situación. “Sería lo que nos faltaba, que los ingleses y alemanes tuvieran miedo de venir a España por lo que ven en los telediarios. Todos tenemos que ser muy cuidadosos y darnos cuenta de lo que nos jugamos”, argumentó un alto cargo, tras escuchar las palabras del presidente en el País Vasco.
“De ésta saldremos, saldremos bien y saldremos reforzados”, aseguró Rajoy, que el sábado quiso transmitir confianza y seguridad, a pesar del delicado escenario que vive España. “¿Cómo no van a estar preocupados los españoles? Es normal, es una situación difícil”, reflexionó Soraya Sáenz de Santamaría, en conversación informal con este diario. Y por eso el Gobierno recordó que más allá de los mercados están unos ciudadanos alarmados, que muchas veces no comprenden que está pasando, y a los que hay que explicarles qué pasa y, en la medida de lo posible, tranquilizarlos. El presidente solemnizó que se aplicará el cuento: “Todos debemos explicarnos”. También su número dos, que se comprometió a no “olvidar” la “economía real”.