El día en el que los cimientos del sistema parecían derrumbarse, con los mercados sin dar tregua a pesar del nuevo plan de ajuste del Gobierno, José María Aznar apeló a la política “con mayúsculas” para sacar a España de la crisis y devolverla a la primera división en el contexto internacional. Sus palabras resonaron en el Oratorio San Felipe Neri, allí donde en 1812 los españoles diseñaron la primera Constitución mientras Cádiz era asediada por las tropas francesas.
Si algo quiso dejar claro el expresidente del Gobierno es que es el momento de la política. “España necesita una gran política nacional. Nos sobran políticas con minúsculas. Un proyecto con ambiciones, esperanzas y esfuerzos comunes”, argumentó, ante un auditorio repleto de autoridades nacionales y extranjeras, destacando un influyente cuerpo diplomático de América Latina. El ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, y quienes en su día ocuparon la cartera, como Josep Piqué -ahora actor económico de primer orden-, también ocuparon la primera fila. Ante ellos, Aznar prosiguió: es necesario, dijo, “un impulso nuevo, renovador y reformista, heredero de los principios de Cádiz”.
Una soberanía, recalcó Aznar, “que ni se diluye, ni se divide, ni se resigna, ni se rinde”. Una defensa de la España de todos, más unida que nunca. Y es que “la grandeza” de la Carta Magna liberal, según sus palabras, no es otra cosa que “lo que nos une y nos iguala”. Traducido: “Un proyecto nacional” frente al actual “modelo de mini-estados”, según un miembro de FAES, que abogó por un país vertebrador.
De hecho, el propio Aznar, en una conversación informal sin grabadoras, fue taxativo al afirmar que “la prima de riesgo es consecuencia de la nación”, entendiéndose por tal el actual modelo autonómico. El presidente de honor del PP se quedó ahí, si bien aún matizó que se refería a la falta de cohesión nacional. Fue él mismo, antes incluso de las elecciones, quien llamó a poner el cascabel al gato, en relación a los diecisiete “mini-estados”. Su informe sobre comunidades autónomas alertaba, incluso, de “las dificultades crecientes para seguir anclados en el euro” sino se afrontaba una profunda reforma del modelo.
El espíritu de 1996
Aznar regresó a un Oratorio que ya visitó en su día, siendo el primer presidente democrático en pisarlo para ensalzar su importancia simbólica. Y lo hizo para presentar el nuevo informe FAES sobre América Latina, destinado a ensalzar los avances democráticos de la región, pero también para alertar de la desviación de los regímenes más populistas. Pero, en un momento en el que es España la que está al borde del precipicio, todos sus mensajes tuvieron lecturas internas. El expresidente volvió a hacer de embajador del Gobierno, pero su petición de dejar las “minúsculas” en unos días en unos días de evidentes fallos de comunicación por parte de la administración que no pasó desapercibido entre los asistentes.
Para empezar, rememoró “las políticas seguidas en España desde 1996, que generaron empleo, crecimiento, oportunidades para todos y que convirtieron a España en el segundo inversor del mundo y el primero de Europa en América Latina y a las empresas españolas en un ejemplo de inversión y eficacia”. Qué duda cabe, expuso, que “en los últimos años, en buena medida, estos activos se han erosionado”. Y en ello está el Ejecutivo de Mariano Rajoy, continuó.
“El Gobierno se ha puesto manos a la obra para recomponer esos activos esenciales. Pero la tarea no será sencilla y los resultados no serán inmediatos. El daño interno y externo ha sido muy profundo”, destacó un Aznar que pidió ser “tan modestos como ambiciosos” y que llamó a los suyos a tomar firme el timón, tras el lunes negro vivido por parte de Gobierno y PP.
“Modestos para comprender la magnitud del esfuerzo” y “ambiciosos para volver a hacer las cosas bien y fortalecer una comunidad de intereses y de valores de la que tenemos que ser parte activa y nuevamente lo antes posible”. Una reflexión que apuntaló con constantes referencias a la Carta Magna que hoy celebra sus doscientos años y a “la libertad de unos ciudadanos que, conscientes de ser parte de una de las grandes naciones que la historia ha creado, quieren y aspiran a ser, otra vez, una de las mejores democracias del mundo”.
Ya en un ambiente menos rígido, en una recepción posterior con autoridades, se habló de dos mensajes principalmente. El primero, de la particular llamada al orden del expresidente, preocupado -como no podía ser de otra forma- por la escalada de tensión. El segundo, la defensa sin tapujos a una España unida, sin comunidades que bien pudieran parecer Estados, para relajar los mercados y que desde fuera se vuelva a confiar en el país.