Jamal Zougam tenía un locutorio cuya propiedad era compartida con su hermano y con Mohamed Bakkali. Una de las acusaciones principales contra el único condenado como autor material del 11-M es que vendió las tarjetas a los supuestos terroristas. Así es como se empezó a engrasar la versión oficial.
El 13 de marzo fueron detenidos tanto Zougam como Bakkali. El primero estará toda su vida en la cárcel y el segundo apenas estuvo tres meses. En una entrevista a El Mundo, Bakkali asegura que "la única diferencia entre Jamal y yo son las testigos", en referencia a las rumanas que, entre contradicciones, situaron a Zougam en los trenes.
En este sentido, Bakkali insiste en que "yo le vendí las tarjetas a ‘El Chino’" y confirma que cuando éste fue al locutorio Zougam estaba en él "pero no tuvo ninguna relación con ‘El Chino’". "Jamal estaba subiendo y bajando mientras Abderrahim y yo atendíamos. No tuvo ningún contacto", insiste.
Por ello, agrega que éste hecho "se lo conté a la Policía, al juez, a mi abogada... A todos", motivo que no importó para condenar a Zougam. Es más, Bakkali no sólo vendió las tarjetas sino que además fue él mismo el que las compró al mayorista. Hizo todo el proceso.
Preguntado sobre su detención y si sabía su supuesta vinculación con las tarjetas de Vallecas, Bakkali indica que "empecé a saberlo dos días después, porque no paraban de preguntarme que a quien le había vendido las tarjetas".
En una declaración sorprendente añade que, una vez en la cárcel, no pudo ver la fotografía de ‘El Chino’. "Como dibujo muy bien, la abogada me pidió que hiciese un dibujo de la persona que compró las tarjetas. Se lo hice con un bolígrafo y ella me dijo que se parecía a ‘El Chino’", afirma.