Cargador en mano y pendientes de que la cobertura no falle. Reciben el apodo de ministrables, y muchos de ellos no conciliarán el sueño esta noche. Es el estilo mariano, el de llevar el control de los tiempos hasta el extremo a fin de evitar filtraciones. El presidente dijo que hasta no informar al Rey no pondría encima de la mesa la lista, y así será. La cita en Zarzuela es este miércoles a las 11 de la mañana, y Rajoy no hará pública su decisión hasta última hora de la tarde, por lo que la espera podría alargarse.
Hasta entonces, los que están llamados a sentarse en el convocado Consejo de Ministros del día veintitrés intentan hacer lo que sea para que el tiempo pase rápido. Todo menos hablar por teléfono, todo vaya a ser. Esperan la llamada de un número desconocido, de muchos dígitos. Cuentan que Mariano Rajoy nunca usa el mismo móvil, y suele tramitar las llamadas a través de Génova.
A Jesús Posada, hombre de costumbres, le llamó apunto de sentarse a la mesa para cenar, todo un ritual en su casa, pasadas las diez de la noche. A Alfonso Alonso le hizo sufrir más, y descolgó el teléfono la misma mañana en la que le iba a designarle portavoz del Congreso de los Diputados. La mayoría, no todos, esperan lo mismo en estas horas de infarto: "Mucho café, no vaya a sonar y no te enteres", en voz de uno de ellos.
La procesión va por dentro. En especial para quienes desde el principio están en la terna, y dan por seguro que estarán en la fotografía monclovita del viernes. "El no estar sería un fracaso, y tendrá una clarísima lectura interna", dicen, a susurros, en los pasillos. "Que se lo pregunten a Jorge Fernández", el segurísimo presidente del Congreso, ahora con el pie cambiado también a la espera de esa ansiada melodía que todos quieren escuchar.
Rajoy, mientras tanto, dedicó la tarde rematar su gabinete, pasando de su mente al papel los nombres y apellidos. Estuvo en su despacho, en la sede del PP, donde se encerró tras cumplir en el Congreso. El miércoles ya dormirá en La Moncloa, siendo ésta la única noche en la que el palacete estará sin inquilino. Destacada fue la llamada de Barack Obama, que definió a Estados Unidos como un aliado leal de España.
La lista de fijos
La única que algo sabe es Soraya Sáenz de Santamaría. "Evidentemente", recalcan fuentes autorizadas, ya que ella "ha ayudado a la confección" de un Gobierno del que será pieza clave, seguramente al frente de la vicepresidencia primera.
Aunque Alberto Ruiz Gallardón no contestó a la pregunta "¿alcalde o ministro?", no hay quien no le sitúe al frente de una cartera. En caso contrario, "se muere, no hay depresivos suficientes". Defensa sigue siendo la apuesta mayoritaria, sin olvidar Interior o Justicia.
En el Manolo, en el bar de cabecera de la Cámara Baja, los futuribles brindaban tras la investidura de Rajoy como presidente. Por allí se dejó caer Ana Pastor, que enfatizó el "ex" ministra cuando dieron por hecho que estará en el gabinete. El macro-ministerio de Asuntos Sociales y Sanidad le vendría como anillo al dedo. José Manuel Soria también se dejó caer, y afirmó rotundo que, pese a que su móvil está perfecto, el jefe aún no le había llamado. Podría recaer en Fomento.
A la salida, Miguel Arias Cañete aseguró que quería ser "como Cristóbal Colón" pero, al percatarse del guiño a la cartera de Exteriores, enmendó la mayor. Algo que no le salva para ser el favorito para este Ministerio, hasta el punto de que los embajadores y cónsules extranjeros ya le llaman a él para tratar papeles y que dirige las delegaciones del partido en el extranjero.
El huidizo Ignacio Astarloa logró pasar desapercibido. Nunca ha sido muy amigo de llamar la atención, y menos ahora. El mundo judicial le ve a su lado, aunque sin descartar Interior. Le consideran el "contrapeso perfecto", más aún después de la firmeza de Rajoy ante los voceros de ETA en el Congreso. Federico Trillo también aguarda la llamada, con estas dos carteras como aspiraciones principales.
Habrá exministros de Aznar -no puede ser de otra forma, él mismo formó parte de su equipo-, pero también se rodeará de ese nuevo PP surgido del Congreso de Valencia. Además de Sáenz de Santamaría, dos de sus tres vicesecretarios están en liza: Esteban González Pons -tiene un perfil para no desentonar en nada- y Ana Mato -que podría recaer en Fomento o en algún otro ministerio amable-. Ésta última, a pocas horas del día D a la hora H sólo esperaba que "la dejasen dónde está", que es en su escaño.
El propio Rajoy, telespectador de la algarabía, ya advirtió públicamente que no todo es el Gobierno; que en el partido o las entrañas de Moncloa -con puestos menos visibles, pero de noble importancia- también necesitará a gente cualificada. En el palacio presidencial, como fontanero mayor, se espera que desembarque Jorge Moragas, en compañía del diputado Alfonso Senillosa o la directora de comunicación Carmen Martínez Castro.
El principal pastel, el de economía
Dicho lo cual, si algo ha dejado claro el ya presidente es que su Ejecutivo tendrá en la economía su gran prioridad. Para la vicepresidencia económica hay disparidad de opiniones; en el núcleo duro del PP apuestan por su portavoz, Cristóbal Montoro, mientras que algunos sectores próximos a Rajoy creen que aquí es donde incluirá a un independiente. Los nombres no son nuevos: Luis de Guindos (anterior director general de Política Económica y secretario de Estado del ramo, hoy en la actividad privada), José Manuel González Páramo (actualmente en el Banco Central Europeo) u otros como Jaime Caruana o incluso Josep Piqué, una vez se limaron las asperezas de antaño. Parece haber caído Rodrigo Rato, que podría verse retratado en Exteriores.
Para Hacienda, Montoro también está en los puestos de salida, habida cuenta de que ya fue ministro de esta cartera con Aznar. La otra gran apuesta es Elvira Rodríguez, situada estratégicamente en las listas electorales por Andalucía y del círculo de confianza de Rajoy, a quien defendió en el periodo previo y posterior al Congreso de Valencia. Educación, a la que el presidente le dio máxima importancia en su discurso de investidura, podría ser otra de las opciones.
"Todavía no ha prestado juramento el presidente", recordaba María Dolores de Cospedal, metida en el ajo. Del reparto de carteras también dependerá su papel en el partido, si bien una amplia mayoría considera que seguirá ostentando la Secretaría General tras el congreso nacional del año próximo.
Junto a estos nombres, hay otros, que suben y bajan como la espuma, al calor de sus defensores o retractores. Un juego de equilibrios y de poder del que todos quieren sacar tajada. Desde José María Fidalgo al eurodiputado en alza José Manuel García Margallo, sin olvidar al exconsejero Juan José Güemes, a quien Rajoy podría reservar para próximos años, o a líderes regionales como Alicia Sánchez Camacho, Pedro Sanz e incluso Esperanza Aguirre, pese a que se haya descartado.
Una película de misterio, secretismo... algunos dirían que, incluso, de terror. Elija a quien elija Rajoy, el partido no se moverá. No toserá, al menos en público. El presidencialismo en el PP es tal que algunos aseguran que sobrepasa al de Aznar, convertido en un auténtico Dios, al que aún se rinde pleitesía y admiración. Tras pasar el trance de la investidura, al jefe ya sólo le toca divertirse un poco con el sufrimiento ajeno. Ya le tocaba...