La nota de ETA ha asido acogida por el Gobierno, el PSOE, el PP, las televisiones generalistas y el resto de medios afines del poder con un entusiasmo que contrasta con el propio contenido del comunicado, muy similar a los anteriores de la banda.
La noticia ha servido como bálsamo en el PSOE que esperaba con nerviosismo que los terroristas entrasen en campaña. Las contradicciones, antes y después, de la Conferencia de paz organizada por el entorno proetarra en el Palacio de Ayete de San Sebastián habían abierto una brecha interna entre los socialistas, tanto en Madrid como en el País Vasco.
Las malas perspectivas electorales de Rubalcaba, cada vez más negras por su errática campaña, mantenían a la deriva al PSOE. En este escenario, todo vale para intentar un cambio de rumbo, por insignificante que parezca el gesto de ETA, sin disolución ni entrega de armas.
El hasta ayer alicaído Rubalcaba era hoy ovacionado por los obreros de una planta de construcción de automóviles y, más allá de su medida declaración ‘institucional’, se deja de querer por quienes le señalan como ‘artífice del fin de ETA’. Tanto él como Zapatero, con discursos casi idénticos, trasladaron a la opinión pública un mensaje muy calculado, en el que pasaban la ‘patata caliente’ del ‘proceso’ al próximo Gobierno pero les permitía colgarse la medalla.
La guerra interna de hace sólo dos días parece olvidad en el seno del PSOE y el Gobierno. La consigna es contener la euforia pero a medida que pasan las horas el mensaje es más claro. Lo personificaba el portavoz José Blanco, pletórico, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, felicitando, en nombre del Gobierno a Zapatero por "su coraje" y, por ende, al candidato Rubalcaba.
Una opera bufa que ha contado con la inesperada colaboración del Partido Popular y su candidato Mariano Rajoy. La declaración del líder del PP, que según fuentes del propio partido esta ‘coordinada’ con el Gobierno, ha supuesto un inesperado giro en las posiciones que este partido había mantenido en los últimos años.
De esta forma el PP parece dispuesto a ‘tragar’ con un borrón y cuenta nueva que permita a Zapatero la reescritura de sus siete años en el poder. El presidente del Gobierno ya ve el camino para huir del rincón de la historia al que parecía destinado por el catastrófico balance de su gestión, hacia la gloria –en forma de Nobel de la paz– como el hombre que logró el final de ETA. Mientras, las víctimas asisten espantadas a tan siniestra representación.