Con el curso político a punto de empezar, las cosas se le complican, y mucho, al candidato Rubalcaba. La puntilla ha sido el anuncio sorpresa de Zapatero de emprender una reforma constitucional que está a punto de provocar un motín en el PSOE. Pero aunque el principal, este no ha sido el único tropezón de su recién comenzada carrera hacia la Moncloa.
Tras ser designado candidato, el principal afán del ex vicepresidente fue apartarse del lastre que suponía Zapatero y la gestión del Gobierno que acababa de abandonar. De ahí que en sus comparecencias en agosto, recién convocadas las elecciones generales, hiciera propuestas y peticiones al Ejecutivo del que él formaba parte sólo unos meses atrás y tratara de marcar distancia con algunas de sus políticas. Un hiperactivo Rubalcaba enfatizaba también que él no había tomado vacaciones y destacaba que su equipo estaba haciendo propuestas para sacar adelante a España. Sin embargo, alguna de esas ideas terminaron estallándole en la cara. Fue el caso de su sugerencia de suprimir las diputaciones. Tras introducir el debate y buscarle alternativa –sugería una especie de ‘consejo de alcaldes’-, su dilatada carrera política terminó pasándole factura. Un simple vistazo a las hemerotecas evidenciaba que el ex vicepresidente se había pronunciado pocas semanas antes en contra de la supresión de estos organismos. El PP le recordó, además, que en el Debate sobre el Estado de la Nación votó a favor de "redefinir", y no de eliminar la institución.
El pasado ha sido también clave para desacreditar de nuevo al candidato en el caso de la reforma constitucional. Rubalcaba, que tendrá que votar a favor del techo de gasto en la Carta Magna, se mofó de la idea cuando lo propuso Rajoy. A ello se le suma la convulsa situación que vive su partido, donde ha levantado ampollas la propuesta del Gobierno. Varias voces socialistas se han atrevido a criticar la medida en público, y el clamor contra ella es mayor en privado. El candidato también tiene que enfrentarse al malestar que la decisión ha despertado en los votantes situados más a la izquierda, con el difícil papelón de explicarles por qué, en su opinión, no deben votar el cambio mientras centra su campaña en el "diálogo" y la "participación" ciudadana.
Coincidiendo con esta crisis, también ha trascendido que varios dirigentes socialistas han decidido, o lo están pensando, no concurrir a las elecciones de este 20 de noviembre. La imagen de desbandada en el PSOE que están dando los abandonos de Salgado, Carmen Calvo, y los amagos de Chaves, Guerra y Bono pueden terminar minando su liderazgo.
Además, también se ha cuestionado el papel del candidato durante la visita del Papa a España. Rubalcaba optó por la invisibilidad al no acudir a ninguno de los actos con Benedicto XVI pese a la trascendencia del evento. Alegó que no fue porque no se le había invitado, pero también optó por callar ante la otra cara de las jornadas, la manifestación ilegal de los antipapa en Sol. No se le ha oído hablar ni a favor ni en contra de los laicistas, ni tampoco se ha pronunciado sobre la actuación policial pese a su condición de ex ministro del Interior.