El resultado de las elecciones municipales y autonómicas debería provocar el adelanto de las elecciones generales. Los casi diez puntos de ventaja del PP, las duras derrotas en Sevilla y Barcelona; la pérdida de Castilla-La Mancha y la hecatombe en las autonómicas de Madrid deberían ser datos suficientes para dar por concluida la legislatura. La irrupción de Bildu, la etiqueta política de los proetarras, es la otra gran conclusión de una noche electoral especialmente dura para el PSOE. La maniobra gubernamental que ha convertido al Tribunal Constitucional en el coladero de los batasunos ha tenido consecuencias catastróficas en primer lugar para los propios socialistas, que han pasado a ser la tercera fuerza política en el País Vasco, por detrás de la coalición de Bildu y Eusko Alkartasuna.
Los alrededor de mil concejales obtenidos por esta alianza complican sobremanera el escenario vasco, en el que se abrirá una nueva campaña a favor de la independencia, la anexión de Navarra y las tesis de ETA. De esta forma, el Gobierno que quería acabar con el terrorismo por la vía política lo ha resucitado políticamente. La banda dispondrá de casi noventa municipios que gobernará como si fueran una plataforma para impulsar e imponer su particular agenda, así como de dieciocho millones de euros sólo por los resultados obtenidos el 22-M. También refuerza a la contraparte terrorista en el proceso negociador, menos urgida ahora a dar pasos en la dirección del desarme y con un crédito político de más de trescientos mil votos. Este factor, sumado a la debilidad del PSOE, inhabilita a Zapatero y a Rubalcaba para continuar con el proceso, pese al apoyo del PP y, sobre todo, el silencio de Rajoy.
Pese a la conmoción inicial, Zapatero debería tomar nota de los resultados electorales en toda España como un implacable suspenso a su inacción en el campo de la economía y a sus disposiciones políticas, entre ellas las que afectan al País Vasco. Su propósito de apurar la legislatura a la espera de una incierta recuperación del empleo es más una reacción a la desesperada que una verdadera opción, dada la diferencia en votos y el vuelco total de los mapas electorales municipal y autonómico. A falta del cierre definitivo del recuento, el PSOE sólo lograr retener la comunidad de Extremadura, pero sólo gracias a la entrada de Izquierda Unida en el parlamento extremeño.
La derrota es tan abultada que al PSOE sólo le cabe agilizar el proceso de primarias y ceder ante la presión popular, puesto que hasta las movilizaciones sociales de las últimas jornadas pueden sumarse a los argumentos para dar carpetazo definitivo al zapaterismo. La descalificación general de la política del movimiento 15-M concierne más al PSOE que al PP, por mucho que los convocantes de estas protestas hayan tenido mucho cuidado en identificar al responsable de los problemas.
Una lectura más reposada y reflexiva de la victoria del PP no puede eludir los ligeros retrocesos de sus candidaturas en la ciudad de Madrid y en la Comunidad Valenciana. Tampoco convendría a los dirigentes y estrategas populares pasar por alto lo sucedido en el País Vasco, donde también se ha registrado algo más que un ligero retroceso. El sostenimiento acrítico del gobierno de Patxi López y la tolerancia exhibida con Bildu contrastan con el clamor de las bases populares, expresado a los pies del balcón de Génova con el grito de "¡Bildu fuera!" La gestión del triunfo no será más fácil que el camino recorrido por Rajoy hasta el 22-M, pero el respaldo de las urnas no parece significar un aval para el discurso de perfil bajo de Rajoy, más cuando su dimensión después de la jornada dominical no es la de un mero jefe de la oposición. De lo que se pudo ver en la sede popular, el único contenido político difundido correspondía a la petición de Esperanza Aguirre de un adelanto electoral insoslayable. Rajoy prefirió no entrar en ese terreno, lo que podría constituir un indicio de que el líder del PP no está por la labor de alterar su hoja de ruta y está conforme con que Zapatero agote la legislatura.
El triunfo en Asturias de Francisco Álvarez Cascos, el varapalo a ERC, la irrupción en Cataluña de un partido xenófobo, pero sobre todo los resultados de Unión Progreso y Democracia en Madrid (entra con fuerza en el Ayuntamiento y en la Asamblea regional) son algunos de los "restos" de una jornada electoral que, convocatoria electoral al margen, recuperan los principales escenarios anteriores al 11-M de 2004.