Con paso firme hacia La Moncloa, a pesar de mantener un discurso que no provoca ni frío ni calor. Con un guión tan plano que apenas se tiene que mojar en aquellos asuntos que marcan la pauta nacional, a excepción de los que atañen a la situación económica. Cuando Mariano Rajoy accedía a la sede del PP, pasadas las siete de la tarde, ya sabía que arrasarían.
Tan buenas eran las perspectivas antes del cierre de los colegios electorales que en el PP tenían miedo de que el globo celestial se pinchara una vez se abrieran las urnas. Se frotaban los ojos, y veían siempre el mismo escenario; ese mapa azul por toda la geografía del que tanto habían hablado, que las encuestas tanto habían reflejado.
Pero el globo no explotó, y los populares vieron en el total batacazo socialista el inicio de una nueva etapa. De la etapa más dulce para el partido, en general, y del propio Rajoy, en particular. Creen que por la misma inercia ganarán las nacionales, y ponen como ejemplo los diez puntos de ventaja con respecto a los socialistas. Más que con José María Aznar, afirman, resarciéndose ante aquellos que tanto mentaron al ex presidente tras la segunda derrota electoral del líder nacional.
Las sonrisas, repartidas por doquier, y el alcohol, descorchado desde muy pronto, hacían augurar lo ocurrido. "Gran victoria", vendía Ana Mato, coordinadora de una campaña de todos tachan de "éxito total", en una primera valoración sin opción a preguntas cuando empezaban a contarse los votos.
Explican en el PP que en los comicios locales y autonómicos se vota más a los partidos minoritarios que a los mayoritarios, y de ahí que los datos (para extrapolarlos a unas elecciones legislativas) habría que multiplicarlos en más de dos puntos. O en otras palabras; que, si fueran generales, habrían ganado por más de 20 puntos, el mejor resultado de la historia.
Los capítulos complicados
Hasta ahí los datos en bruto, porque ahora a Rajoy se le abre un melón difícil de digerir: la victoria de Francisco Álvarez Cascos en Asturias. "Ha ganado el centro-derecha", destacó Mato, iniciansdo en la misma noche electoral un canal de comunicación.
El otro asunto peliagudo es la incursión, y con que fuerza, de la coalición Bildu: "No nos gusta nada", aseguran, si bien no explican si van a modificar en algo su apoyo, que parece ciego, al Gobierno en esta materia. En rueda de prensa, Esperanza Aguirre fue la única que tocó con contundencia el tema para "lamentar" en nombre de “todos los españoles” que los asesinos de Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez obtengan representación.
Rajoy no pide elecciones anticipadas
Punto y a parte a los capítulos complicados, el clamor más que nunca es el de un adelanto electoral. "El pueblo así lo quiere", exclamó Esteban González Pons. "No es el momento del análisis pormenorizado", dijo Mato, para indicar -eso sí- que "el resultado ha sido más amplio" de lo que esperaban y los socialistas “tienen que escuchar a los ciudadanos”.
Tronador fue el "Zapatero, dimisión" que se escuchó, sin cesar, durante horas en Génova por parte de los miles de militantes y simpatizantes que se acercaron a celebrar el histórico triunfo. Tronador también en boca de destacados dirigentes, en los pasillos. Pero Rajoy no lo pidió en el balcón, donde se limitó a dar las gracias a todos los que han otorgado al PP su confianza. Junto a él los candidatos por Madrid y varios miembros del Comité de Dirección.
"Tenéis derecho a celebrar el resultado. Yo mañana me voy a poner a trabajar para recuperar a España y su economía", sentenció, haciendo oídos sordos -una vez más- a quienes al grito de "Bildu fuera" le reclamaban que se posicionara habida cuenta de la presencia de ETA en las instituciones. Llegó a pedir silencio cuando las bases chillaban “esto es democracia, no lo de sol”. Y es que, si algo hizo, fue reafirmar su estilo, su forma de hacer política.
Y, pese a todo, el gentío se rindió a la evidencia de unos datos tremendos que dibujan un mapa jamás visto y con Castilla-La Mancha en el bolsillo. Y a la petición de "presidente, presidente" dejó el balcón, en busca de su puro. El puro de la victoria, y de un augurio aún mayor: "El cambio es irreversible".