Esperanza Aguirre ha definido las próximas elecciones autonómicas y locales del 22-M no ya como "una moción de censura" o "un plebiscito" contra las políticas del Gobierno, sino como una forma de desterrar los grandes "dogmas de fe" del socialismo. Un "cambio radical" en España en el que, de una vez por todas, quede "desterrada la superioridad moral de la izquierda".
Sin embargo, la presidenta de la Comunidad de Madrid ya advirtió que no será fácil lograr "la hecatombe" electoral habida cuenta de que el PSOE "es hábil" en las artes de "acceder al poder" y, aún más importante, de "mantenerse". Una "maquinaria de poder", continuó, que le ha hecho estar en la oposición únicamente ocho años, en el transcurso de los dos Gobiernos de José María Aznar.
"No se preocupan en gobernar sino en ocupar el poder", y por ello no tienen reparos en "modificar su discurso" -véase las medidas económicas o el apoyo a la guerra de Libia- o de, incluso, "cercar" a José Luis Rodríguez Zapatero "hasta su renuncia".
Todo "por el poder", afirmó Aguirre en un abarrotado Foro ABC en el que, entre otros, estuvieron el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy; la portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; así como el Ejecutivo autonómico casi en pleno.
Aguirre recalcó que lo que "ahora está en juego" es "el modelo hegemónico" socialista, y por ello reinventó su famoso "no me resigno" tres años después de pronunciarlo, una vez Rajoy perdió por segunda vez las elecciones nacionales y el PP se instalaba en un profundo debate ideológico. Ahora, ese "no me resigno" también venía dado por la ideología, pero en esta ocasión sobre "los credos de fe socialistas":
- Más impuestos, más bienestar.
- El déficit público en tiempo de crisis.
- La libertad de horarios comerciales redunde en la destrucción del pequeño comercio.
- La única garantía de que los servicios funcionen bien es que estén abordados por los funcionarios.
- La educación como instrumento para alcanzar la igualdad de resultados; una sociedad en la que nadie pueda distinguir.
Como contra punto, Aguirre hacía un profuso balance de sus últimos cuatro años de gobierno, reivindicando como grito de guerra las políticas liberales y centrándose en la educación; concretamente, en el Bachillerato de "excelencia-exigencia". Hilo argumental que utilizó para hacer el anuncio político de la jornada, en clave regional: "Abriremos un aula de excelencia en los institutos públicos" una vez se ponga en marcha "la experiencia piloto" en el próximo curso.
"Nuestras políticas funcionan" pues "ponemos el Estado al servicio de los individuos y no al contrario como el PSOE", continuó, para asegurar que "el intervencionismo solo sirve para empedrar el camino del infierno".
Así pues, al PP reclamó no huir del debate ideológico, sino al contrario, y, tras los comicios venideros y una vez el PSOE haya perdido, iniciar "un diálogo cordial" para acabar con "el radicalismo" imperante en las dos últimas legislaturas.
Del "no me resigno" de hace tres años poco queda ya, y Aguirre quiso dar la imagen de un PP unido y fuerte contra el gran enemigo: "Siempre me he sentido comodísima en el PP", aseguró, para no saltarse ni una coma del discurso oficial dictado por Génova.