Barack Obama se ha enfrentado a lo que él mismo ha denominado "tácticas de intimidación" de sus adversarios, con un el estilo de discurso apasionado y optimista que le llevó a la Casa Blanca. "Se ha acabado el momento de las rencillas, se ha acabado el momento del politiqueo. Ha llegado el momento de actuar" les ha dicho a los congresistas.
Durante su intervención, Obama ha querido dar respuesta a las protestas republicanas, que le acusaban de no haber dado más que guías generales sobre la reforma sanitaria. El presidente ha presentado detalles específicos de su plan, dejando de lado los imperativos morales, y se ha agarrado a la necesidad económica de evitar que EEUU continúe gastando en sanidad 1,5 veces más por persona que cualquier otro país.
Aseguró que en un país en el que la cobertura sanitaria se adquiere con seguros privados, "quienes ya reciben estas prestaciones tendrán más seguridad porque las empresas no podrán rechazar a pacientes que cuenten con problemas médicos pre-existentes". Por otro lado, ha anunciado la creación de una Bolsa de seguros médicos en un plazo de cuatro años que permitirá, según sus estimaciones, recortar los costes de la cobertura.
De las medidas anunciadas, la que produjo más revuelo en la Cámara estadounidense fue la creación de un seguro médico patrocinado por el Estado que "solo sería una opción para aquellos que no tienen cobertura". Obama se mostró implacable con el desacuerdo que generó: "No abandonaré el principio básico de que si los estadounidenses no pueden encontrar cobertura asequible, les proporcionaremos una alternativa".
Los republicanos recibieron con escepticismo el discurso del presidente, respondiendo con risas cuando Obama aseguró que "Creo que hay un amplio consenso en torno a estos aspectos del plan", si bien "persisten por resolver detalles significativos". Además, recibieron con gritos de "¡Miente!" cuando aseguró que la reforma no se aplicaría a los inmigrantes ilegales.
El congresista Lincoln Díaz Balart, que ofreció la réplica en español, aseguró que "podemos llevar a cabo una reforma mejor". "La propuesta presentada por los demócratas costaría aproximadamente un billón de dólares, crearía 53 nuevas burocracias, e impondría nuevos impuestos a pequeñas empresas e individuos por aproximadamente 600.000 millones de dólares", sostuvo Díaz Balart