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Kirchner desata la guerra sucia: especula con los hijos adoptados de la dueña de Clarín

Marcela y Felipe Noble Herrera añoran su vida de relativo anonimato. Antes solo eran los hijos adoptados de la propietaria de Clarín. Ahora son un botín político, una herramienta más que el kirchnerismo usa a su antojo dentro de la campaña de feroz hostigamiento del diario más incómodo de Argentina.

Marcela y Felipe Noble Herrera añoran su vida de relativo anonimato.  Antes solo eran los hijos adoptados de la propietaria de Clarín. Ahora  son un botín político, una herramienta más que el kirchnerismo usa a su  antojo dentro de la campaña de feroz hostigamiento del diario más  incómodo de Argentina.

Ernestina Herrera de Noble nunca les ocultó a sus hijos, de 34 años, su condición de adoptados. De haberlo hecho, ahora se habrían enterado de ello por televisión, y por las alusiones directas de la propia Cristina Fernández Kirchner, que la acusa de haberlos "robado" durante la dictadura militar (1976-1983).

Los Grupos de Tareas de la Junta Militar sustrajeron a cientos de bebés, nacidos durante el secuestro de sus madres en los centros de torturas, o se los arrebataron a los opositores asesinados. Esos niños eran entregados después en adopción a familias de militares, o cercanas al régimen de Jorge Videla. Según las estimaciones de las Abuelas de la Plaza de Mayo, aún existen más de cuatrocientos de ellos que desconocen su condición y su identidad biológica.

Precisamente este colectivo señaló las sospechas sobre la ilegalidad de la adopción de ambos hermanos. Basándose en las fechas en las que se produjo consideraron que podrían ser parte de los "desaparecidos" de la dictadura. Cuando el caso se destapó en 2003, los hermanos accedieron a que a que el Cuerpo Médico Forense de Buenos Aires extrajera muestras de su ADN para cotejarlas con las de dos familias que habían reclamado ser parte de su familia biológica. Un tortuoso pleito en el que Ernestina incluso fue detenida y puesta en libertad rápidamente.

Pero la situación de Argentina en 2003 y en 2010 dista mucho de ser la misma. Durante los años en que Clarín fue la agencia de noticias del ex presidente Kirchner, el proceso se llevó con la celeridad esperada, respetando la delicadas y personales circunstancias, sin saltar al debate público. Pero tras la crisis agropecuaria de 2008, el diario adoptó una postura crítica con el Gobierno de Cristina Fernández, convirtiéndose en el enemigo principal que combatir. Desde entonces, la incesante campaña de hostigamiento y persecución para silenciar al medio opositor ha sido indisimuladamente dirigida desde la Casa Rosada.

Con las nuevas noticias en torno al llamado caso "Noble", Kirchner ha visto una oportunidad perfecta de continuar con su ataque hacia Clarín, desde una trinchera hasta ahora inexplorada. Las Abuelas de la Plaza de Mayo reclaman ahora a Marcela y Felipe Noble Herrera que vuelvan a extraerse muestras de su material genético, para confrontarlas con toda la base de datos de los desaparecidos de la dictadura. Pero ellos se niegan, aferrándose a las realizadas en 2003, y a su deseo de que sólo se cotejen con las de quienes hayan demandado ser su familia inicialmente, no con la totalidad de las muestras.

Los ataques desde el Gobierno alcanzaron su punto álgido cuando la propia Cristina Fernández, durante los actos conmemorativos del 24 aniversario del golpe de Estado, aludió al caso de los dos hijos de Ernestina: acusó a los "poderes mediáticos y extorsivos" de "frenar los procesos sobre lo ocurrido en la dictadura". Culminó: "No hay Estado de derecho sin identidad".

"Cada nieto que aparece es una victoria sobre el olvido y la muerte" apostilló la presidenta, preguntándose si la Justicia es capaz de pasar "esta verdadera prueba de ácido para ver si vivimos en democracia". Incluso, fue más allá, asegurando que si no quedaba conforme con los resultados acompañará a las Abuelas de la Plaza de Mayo a Tribunales internacionales para esclarecerlo.

Pancartas, acoso y respuesta de los hijos


Una de las pancartas en las calles de Buenos Aires ( Diario Clarín)

A las constantes declaraciones, se añaden los "escarches" que se han extendido a toda la plantilla del diario. Durante las últimas semanas, han aparecido misteriosos carteles en las calles de la capital argentina que rezaban: "¿Se puede ser periodistas independentes y servir a la dueña de un multimedio que está acusada de apropiación de hijos de desaparecidos?". Junto al lema, fotografías e identidades de más de diez periodistas que colaboran o trabajan regularmente en el periódico con más tirada del país.

Como suele ocurrir en estos casos, nadie sabe nada sobre la autoría de los carteles intimidatorios. Generación espontánea. Aunque la defensa que el titular del Comité Federal de Radiodifusión Gabriel Mariotto protagonizó, ha suscitado recelos entre el sector: "Son expresiones protegidas por la libertad de expresión" aseguró. La misma protección, se entiende, que tienen los programas de la TV pública que hostigan diariamente a la plantilla de Clarín, conviriéndolos en blancos móviles de la batalla personal del matrimonio con la cabecera.

Reticentes en un principio a salir públicamente, los hijos de Ernestina han reaccionado ante la torticera manipulación que se está haciendo de sus vidas. A través de una carta abierta en el propio Clarín, en Página 12, y en otras cabeceras de la prensa local, han dado testimonio del malestar por la investigación sobre su origen e identidad se haya convertido "una pieza más de la embestida" de los Kirchner. Igualmente, difundieron este mismo mensaje a través de la televisión.

Angustiados y asustados, afirman que "nuestros miedos son muchos. No somos un botín. No queremos terminar como rehenes de un ataque político. No queremos que nos usen para atacar a nuestra madre" mantienen.

Deseosos de que su caso se esclarezca, se muestran firmes: "Nuestra madre es nuestra madre" y "Desde que tenemos uso de razón nos dijo que somos adoptados". No obstante: "Nunca tuvimos ningún indicio concreto de que podamos ser hijos de desaparecidos" agregan. "Hace años, dos familias que buscaban a sus nietos se presentaron ante la Justicia y alegaron que podríamos ser nosotros. Aunque nada indica que podamos serlo, en 2003 aceptamos voluntariamente hacer las pruebas genéticas, porque entendemos su incertidumbre y el dolor de quienes buscan a sus familiares".

Felipe y Marcela consideran ahora" incomprensible que a lo largo de estos casi siete años esas familias nunca aceptaran la realización del análisis ". "Solo pedimos que nos respeten. No queremos exponer nuestra intimidad indefinidamente, sin garantías legales ni científicas".

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