LD (Beatriz Mesa) Es un adiós obligado al ex ministro del interior durante la época de Hassan II, la caja negra del soberano o el símbolo de la represión y la corrupción en el país aluita. Cada una de estas etiquetas, y aún faltarían otras tantas, describen a Dris Basri. Falleció el lunes en París a causa del impacto de un virus en los pulmones. Su cadáver se espera que llegue esta tarde a Marruecos para ser enterrado, cumpliéndose así uno de sus deseos que expresó mediante el testamento oral que dirigió a uno de sus hijos, según informa el diario árabe “Almassa”.
El diario Almassa asegura que “este fallecimiento permitirá descansar a mucha gente que se sentía amenaza por los secretos de Estado que Basri conocía” y que posiblemente por despecho- tras ser destituido por Mohamed VI en 1999- pudo haber revelado. Pero nunca lo hizo. Fue una tumba durante los últimos años que no pasaron en balde para esta “leyenda” política maltratada por los nuevos hombres del poder bajo el mandato de Mohamed VI.
Su fallecimiento, en plena campaña electoral, ha pasado de puntillas por Marruecos que le recuerda, en silencio, como un todopoderoso, que vivió por encima del bien y del mal, de lo divino y de lo humano. Un ser que hizo y deshizo sin piedad- “arrestaba a la gente arbitrariamente, la torturaba, la reprimía, las manifestaciones eran duramente golpeadas, miles de personas resultaban heridas por expresarse con libertad, otras directamente desaparecían, centeneras de víctimas surgían con frecuencia por el mero hecho de criticar al Estado.
Un aparato represor que marcó un antes y un después en la historia, aunque triste, de Marruecos”, aseguró el vicepresidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, Fuad Abedhemid. A su juicio, en Basri sólo queda el recuerdo fúnebre de quien, con total impunidad, atentó contra la vida, un arquitecto de mapas políticos más fuerte incluso que el primer ministro en aquel entonces.
Desde esta asociación de Derechos Humanos lo único que lamentan es la airosidad con la que se ha ido el que fuera la mano derecha de Hassan II. “Ha muerto sin pagar por cada atrocidad humana que cometió, sin ser castigado por sus crímenes” Y eso es lo que más ha enfurecido a las víctimas de aquel aparato represor que aún buscan desesperadamente el paradero de muchos de los desaparecidos en los años de plomo, aún se preguntan quien sofocó las manifestaciones de El Aiún de 1999 y piden responsables y culpables de las fosas comunes de los saharauis.
Muchas cuestiones sin contestar por un hombre que formaba parte de una lista negra en la que figuran otras cuarenta y cinco personas, enemigas de los derechos humanos. Con todo, los verdugos no han conocido ni juicios y menos leyes.Abedhemid criticó a los actuales responsables del poder por obviar una lista negra sobre la que la justicia debería actuar.
Abedhemid considera además que desde la desaparición política de Basri las cosas empezaron a cambiar, incluso muchos de estos cambios se llegaron a vislumbrar en los últimos años de Hassan II “gracias al contexto internacional, ávido de desarrollo democrático, a la lucha de los demócratas marroquíes apoyados por los democráticos procedentes del exterior y gracias también a las reformas legales”.
Sin embargo, el secuestro, por ejemplo de dos semanarios marroquíes y la detención de sus periodistas, muestra la falta aún de libertades, que espera sea subsanado en el futuro. De momento, como apuntó además este defensor de los derechos humanos “Marruecos hace ademanes de caminar por la buena dirección", aunque muchos de esos pasos son “frágiles y parciales”, y si esos pasos no han avanzado como deberían es por los terribles atentados del 16 de mayo “que provocó un retroceso en el Estado ya que se condenó a islamistas sin estar implicados en aquella matanza”. No obstante, los derechos humanos siguen siendo una de las asignaturas pendientes del Estado marroquí. Sólo hay que asomarse a los territorios del Sáhara Occidental.