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Queridos amigos,

Hace veinte años, el Muro de la Vergüenza, el Telón de acero que separaba el mundo libre de la dictadura socialista, fue derribado. Este hecho sería por sí solo un motivo suficiente para que hoy nos reuniéramos a celebrarlo. También podríamos reunirnos a celebrar que hace 20 años echó a andar FAES. Ésta celebración nos ocupará todo el año.

Hoy tenemos otro importante motivo para reunirnos. Nuestro buen amigo, Carlos Alberto Montaner, ha escrito un magnífico libro sobre el derribo del Muro de la Vergüenza y sobre la incomprensible excepción a esta buena noticia: la dictadura comunista que durante cincuenta años oprime al pueblo cubano.

Hasta hace 20 años, muchos pensaban que el comunismo era imbatible, que inevitablemente nos acompañaría siempre. Algunos lo consideraban tan imbatible que querían que triunfara en todas partes, e hicieron lo que pudieron para promover su triunfo. Por fortuna, no todos pensaban así. No todos pensábamos así.

La heroica disidencia interna al totalitarismo comunista contó con el decisivo respaldo de unos pocos dirigentes internacionales con la honestidad y la altura de miras necesarias para denunciar, plantar cara y enfrentarse a la dictadura comunista.

Por el contrario,  la inmensa mayoría de los denominados intelectuales progresistas veía con agrado el experimento de la utopía socialista. Eso sí, siempre, desde la distancia. Jamás viviéndolo en primera persona. Disfrutando de la libertad y la prosperidad de las sociedades democráticas, libres y abiertas, elogiaban el régimen tiránico imperante tras el Muro de la Vergüenza. Esta actitud no nos resulta extraña.

Sólo algunos pensadores tuvieron el coraje de ver la realidad y desenmascarar las mentiras del socialismo real.  

La libertad que hoy disfrutamos los europeos no habría sido posible sin el compromiso, la determinación y la claridad moral de esos pocos líderes internacionales que decidieron que merecía la pena apoyar a quienes luchaban por la libertad al otro lado del Muro.

Queridos amigos,

Esto es lo que necesitamos ahora. Necesitamos que cada día haya más voces que digan bien alto que en Cuba no hay libertad. Que sólo hay opresión y miseria. Miseria moral y miseria material. Necesitamos muchas más voces que denuncien con valentía a quienes llevan décadas disculpando al régimen, justificándolo por unas razones o por otras, todas ellas inaceptables para cualquier defensor de la libertad.

Necesitamos más voces que denuncien que Cuba es una dictadura; que denuncien que los cubanos que defienden la llegada de la democracia están hoy en la cárcel o en libertad vigilada; que denuncien que en Cuba no existen los partidos políticos; que denuncien que en Cuba no se puede escribir con libertad; que denuncien que los periodistas que critican al régimen dictatorial acaban en la cárcel; que denuncien que el régimen comunista censura el acceso a Internet.

Necesitamos también más voces que denuncien que en Cuba hay miseria, se pasa hambre, no hay medicinas, hay escasez generalizada y perviven las cartillas de racionamiento.

Con todo, el racionamiento total se aplica a la libertad. En Cuba, la dictadura comunista persigue las ideas que huelen a libertad. La libre expresión, simplemente, no existe. Tampoco existen la iniciativa individual y la propiedad privada.

Tampoco se respeta la dignidad de la persona. La homosexualidad es motivo suficiente para acabar en la cárcel o en un centro de “reeducación”.

Queridos amigos,

Necesitamos más voces que denuncien que, tal como resumió Raúl Rivero, hoy exiliado en España, el destino de la libertad en Cuba es “rejas o lejanía”. En definitiva, para el que no se resigna, la opción es la cárcel o el exilio. Para el resto, miedo, miseria y mordaza.

Necesitamos más voces que alaben y apoyen a la admirable disidencia cubana que, tras 50 años de lucha, continúa padeciendo y denunciando la opresión de la dictadura castrista.

Pese a las mentiras que el régimen castrista insiste en difundir con el objetivo de perpetuarse, lo cierto es que el único enemigo del pueblo cubano es su propio Gobierno.

En Cuba no ha triunfado ninguna revolución, sino que el régimen castrista ha impuesto el comunismo con las armas de la opresión y de la supresión de todas las libertades.

Queridos amigos,

La última batalla de la Guerra Fría se libra en Cuba, entre una dictadura comunista cubana y un oprimido pueblo cubano. Y esta batalla queremos que la gane el pueblo cubano para que recupere su libertad, sus derechos, su dignidad y su confianza en el futuro. En suma, para que los cubanos vuelvan a vivir en libertad.

Es necesario trabajar para que el pueblo cubano pueda tomar las riendas de su propio destino, y trabajar para que ese proceso se produzca cuanto antes, y se produzca de forma pacífica. Y hacerlo teniendo en cuenta a los disidentes.

Queridos amigos,

Popper nos mostró la “miseria del historicismo”, el error de pensar que la Historia ya está escrita de antemano, que obedece a una ley inevitable.

El futuro de Cuba no está escrito de antemano. Igual que fue necesario el esfuerzo de muchos para que el Muro pudiera ser derribado, e igual que hoy sabemos que de otro modo no habría caído, es necesario que todos aquellos que desean la llegada de la libertad a Cuba trabajen para que ésta sea una realidad.

Porque el final del castrismo no llegará porque sí. Nada asegura tampoco que la desaparición de los hermanos Castro conduzca automáticamente hacia la libertad y la prosperidad del pueblo cubano. Pero el cambio puede, debe y tiene que llegar a Cuba. Y llegar muy pronto. Si cualquier dictadura es detestable, medio siglo de dictadura es, simplemente, una atrocidad.

La comunidad internacional tiene la responsabilidad de propiciar ese cambio anhelado durante tanto tiempo.  

Y ahora hay una buena oportunidad. Los nuevos aires que se respiran en Washington y en la relación atlántica pueden impulsar la libertad para el pueblo cubano: la libertad política y la libertad económica.

Queridos amigos,

Voy a decir dos cosas que para mí son muy claras. Primero, Cuba es un fracaso económico porque es comunista. Segundo, el denominado “embargo” es un error, siempre lo fue, y debe terminar.

Creo que la apertura y la libertad de comercio favorecen el avance hacia la democracia. Como bien saben los Castro. Recuerdo como si fuera hoy una conversación que en 1998 tuve con Fidel Castro. Me confesó: “Necesito el embargo para esta generación y la siguiente”.

Creo que el embargo es un error porque da un argumento falaz a quienes apoyan este régimen despótico desde fuera. Lo he creído siempre. Por eso estuve en contra del embargo cuando tuve el honor de presidir el Gobierno de España.

Ahora bien, que nadie se equivoque. El embargo no tiene relación alguna con la miseria y la opresión que sufren los cubanos. Las dos son cosecha del comunismo castrista.  

Queridos amigos,

Hace dos años, cuando Fidel Castro se retiró de la primera línea, muchos pensaron que el cambio estaba a punto de llegar a Cuba. No fue así. Ahora corremos el riesgo de caer en el mismo engaño y creer que Raúl está propiciando el cambio. De momento, lamentablemente, no es así.

En Cuba, hasta ahora, no ha cambiado nada sustancial. Sólo algunas caras. El cambio llegará cuando cambie el régimen, no sólo las personas.

El cambio empezará cuando la libertad, la democracia y la confianza sustituyan a la opresión y el miedo.

No debemos olvidar que las purgas han sido siempre seña de identidad de todos los regímenes comunistas, y nunca marcaron el inicio de ningún verdadero cambio. Y podemos recordar las montañas de papel que escribieron los kremlinólogos en la segunda mitad del siglo pasado para explicarnos cómo evolucionaba, según sus esotéricas elucubraciones, el régimen soviético.

De momento, mandan los de siempre. Y, como siempre, usan arbitrariamente su poder para que se sepa quién manda. Mientras, el pueblo cubano continúa privado de libertad.

Y a todos los cubanos y, en particular, a sus disidentes, que luchan con valentía por la democracia, quiero decirles hoy que no tengan miedo. Que no pierdan la esperanza. Que no desesperen. Que mantengan viva su ansia de libertad. Que la democracia está más cerca. Y que la libertad, que nos les quepa ninguna duda, va a llegar. Porque la violencia nunca impera. Y en Cuba, la violencia comunista tampoco imperará.

Queridos amigos,

La verdadera transición en Cuba empezará cuando los cubanos recuperen el protagonismo político y social. Y la Cuba democrática que nazca de esta transición ha de ser la que ellos deseen.

En definitiva, deseamos para los cubanos lo mismo que queremos para nosotros mismos. Para nosotros queremos libertad y para los cubanos queremos libertad.

Esto significa que nadie tema ninguna represalia por expresar sus ideas. Que los ciudadanos puedan expresar sus preferencias políticas en elecciones libres con pleno respeto al pluralismo político. Que se respete y promueva la iniciativa privada en una economía libre y abierta.

Hablamos, en suma, de los criterios que la Unión Europea ha aplicado siempre en sus relaciones exteriores. No tiene ningún sentido que Cuba sea la excepción. Y ése fue también el criterio que, desde la Transición, España aplicó con enorme éxito hacia América Latina.

Nuestro criterio fue, hasta hace bien poco, apoyar la libertad y el cambio democrático en Cuba y hacerlo con una premisa: los disidentes debían ser tenidos en cuenta siempre. Lo quiero decir muy claro: Todo con los disidentes y nada sin los disidentes.

Esta política se mantuvo en España hasta que alguno decidió darle la vuelta para hacerlo justo lo contrario: Todo sin los disidentes y nada con los disidentes.

A mí me gustaría que esta política mezquina se rectifique cuanto antes. Y aunque no se rectifique, estoy seguro de que la libertad acabará abriéndose paso en Cuba.

Cuando los cubanos lo logren –y ojalá sea muy pronto- habrá a algunos a los que no les deberán absolutamente nada. Y ése será un baldón que no sólo recaerá sobre los que no están haciendo nada por la libertad en Cuba. También dañará la hoja de servicios de la política exterior española.

Queridos amigos,

Siempre he defendido que la política exterior empieza por la definición clara de los intereses nacionales. Y, desde la Transición, estuvo claro que el interés nacional de España hacia América Latina consiste en promover la democracia y asentarla, y en favorecer una economía abierta y libre que permita a la región prosperar y erradicar la pobreza.

Esta política se ha mantenido con éxito hasta hace bien poco. En Argentina, en Chile, en Uruguay, en América Central... Esos tiempos ahora impensables en los que la acción exterior de España se comprometía con los que estaban defendiendo un mejor futuro en libertad y concordia para todos esos lugares.

Por desgracia, hoy se ha roto esta línea de actuación. Los inexplicables intereses del Gobierno español consisten en mantener amigables relaciones con cualquier régimen, con independencia de que allí exista democracia, se viva en libertad o se respeten los derechos de las personas. Yo creo que no hay que tratar igual a un líder democrático que a un dictador. Porque no son lo mismo.

Queridos amigos,

Creo que es urgente recuperar la idea básica de que el interés nacional de España está en la consolidación de la democracia en todos los países de América Latina. Está en lograr que en ellos prospere un sistema económico viable, abierto y sólido que fomente la iniciativa empresarial privada, que les permita tener unas economías abiertas que se integren y compitan en el mundo, y que cohesionen sus sociedades.

En definitiva, que haya libertad y oportunidades, que es precisamente lo que buscamos los emigrantes españoles cuando fuimos allí y nos acogieron con generosidad y afecto.

El interés principal de España pasa por que se asienten Estados de Derecho con instituciones fuertes y sólidas; que se promulguen leyes justas y se hagan cumplir; que se respeten los acuerdos y las reglas del juego; que exista seguridad jurídica; y que se adopten posturas claras de condena del terrorismo, sin que quepa la equidistancia entre víctimas y verdugos, ni la ambigüedad.

El interés de España nos exige también que seamos coherentes con nuestra política antiterrorista. Que apoyemos a los Gobiernos decentes que luchan, con las armas del Estado de derecho, contra el terrorismo. Y que actuemos en consecuencia con aquellos que desarrollan políticas indecentes de apoyo a grupos terroristas.

Queridos amigos,

España tuvo el acierto de hacer que estos criterios guiaran la política de la Unión Europea hacia América Latina. Ahora este liderazgo de España, como en otros asuntos esenciales, ha desaparecido.  

El papel de puente entre Europa y América Latina que debe jugar España debería ponerse al servicio de la promoción de la libertad, la democracia y la economía libre.

Hoy los latinoamericanos afrontan el riesgo del populismo, que se empeña en negar la raíz occidental de América Latina. Se trata, en mi opinión, de un absurdo empeño, porque América Latina es parte sustancial de Occidente. Comparte los valores universales que nacen del respeto a la persona como ser libre y responsable, y del respeto a su dignidad como ser humano. Sobre esos valores prepolíticos se construye la democracia con Estado de Derecho, respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales.

El populismo, a cambio, dinamita el avance de la democracia y la libertad. Y está empobreciendo los países que lo padecen, quebrando la paz social, y poniendo en riesgo la estabilidad de la región.

Todo esto cobra hoy aún más sentido con la presencia en España de cientos de miles de inmigrantes de países latinoamericanos, que han venido a nuestro país para labrarse un futuro mejor.

Estas personas no sólo han venido a España para intentar mejorar sus condiciones materiales de vida sino en busca de mayor libertad y oportunidades. Han visto en la democracia, la libertad y la tolerancia los valores que también quieren para sus países.

Queridos amigos,

En España debemos recuperar el objetivo común de que los valores de la democracia y la libertad triunfen en América Latina frente al populismo y las dictaduras.

Este objetivo común ha de tener continuidad sin que importe quien gobierne. La voz de España debe liderar una vez más la defensa de la libertad y la democracia en América Latina.

Necesitamos recuperar una política hacia Iberoamérica verdaderamente española. Ésta es una faceta más de esa urgente recuperación del rumbo de España. De esa España ambiciosa, abierta, en concordia y ejemplar. Una España que cada día vemos que tiene más ganas de recuperar el camino de la moderación, del consenso y del sentido de Estado, también en nuestra política exterior”.

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