Según recoge el Times, el gobierno chino ha anunciado su sistema de donación de órganos, que lejos de tratarse de un plan novedoso, viene a reconocer una práctica que la sanidad china lleva practicando años: trasplantar órganos de los presos condenados a muerte.
Con este anuncio, se produce un cambio de rumbo en la política de comunicación china, que siempre ha negado que los trasplantes con órganos de reos fuera algo generalizado. Reconocían la práctica, pero aseguraban que se trataba de algo "ocasional", tal y como recogió el China Daily en palabras de un funcionario sanitario: "En China, rara vez se usan los cadáveres u órganos de convictos ejecutados. Si se hace, es bajo estricto control estatal y mediante procedimientos reglamentados".
Ahora, China ha admitido que sin los órganos de presos, el sistema de donación sería inexistente. El diario asiático ha indicado que el más del 65% de los trasplantes no proceden de donantes voluntarios, sino de ejecutados. De nada ha servido que tanto el foro médico Transplantation Society, como numerosas agrupaciones de derechos humanos hayan condenado estas prácticas.
Roy Calne, profesor de cirugía en las universidades de Cambridge y Singapur, declaró al diario argentino la Nación otro de los riesgos que asume China con este sistema " Usar órganos de presos ejecutados no sólo está mal desde el punto de vista ético, también desalienta a los donantes potenciales. Si el público chino advierte que los órganos no escasean, es improbable que un programa en favor de la donación despierte entusiasmo".
Además, al margen de las implicaciones morales que conlleva esta fuente de donación, los expertos coinciden en señalar que estas donaciones facilitan y sustentan el comercio ilegal de órganos.
Centenares de ciudadanos malasios acuden a China cada año para realizarse un trasplante, ante el absoluto colapso de las listas de espera oficiales y su caótico sistema sanitario. Gracias a las confesiones de ciudadanos trasplantados, se conoce que las intervenciones se realizan a golpe de talonario. Tal y como narró Simon Leong, un malayo que recibió un riñón en China, que aseguró que los órganos "se asignan al mejor postor, que a menudo es un extranjero".
El Gobierno chino no revela cifras oficiales, pero uno de los nefrólogos más eminentes de Malasia cifró en más de mil el número de compatriotas que cruzan la frontera y pagan en torno a 10.000 dólares por un trasplante, según el diario argentino.
Centenares de ciudadanos malasios acuden a China cada año para realizarse un trasplante, ante el absoluto colapso de las listas de espera oficiales y su caótico sistema sanitario. Gracias a las confesiones de ciudadanos trasplantados, se conoce que las intervenciones se realizan a golpe de talonario. Tal y como narró Simon Leong, un malayo que recibió un riñón en China, que aseguró que los órganos "se asignan al mejor postor, que a menudo es un extranjero".
El Gobierno chino no revela cifras oficiales, pero uno de los nefrólogos más eminentes de Malasia cifró en más de mil el número de compatriotas que cruzan la frontera y pagan en torno a 10.000 dólares por un trasplante, según el diario argentino.
El año pasado la se impuso en China que las condenas a muerte debían ser aprobadas por el Tribunal Supremo, a pesar de lo cual el 88% de las ejecuciones mundiales, se producen continúan produciendo en este país. Por lo tanto, se trata del país con más donantes potenciales dentro de sus parámetros sanitarios.
No obstante, ciertas provincias chinas empiezan a apostar por un cambio en sus política de donación. Según publica el Time, once provincias llevarán a cabo una campaña que tratará de concienciar de las donaciones voluntarias, proporcionado ayuda financiera a las familias de los donantes.