LD (EFE) Nacido el 20 de febrero de 1951 en Glasgow, James Gordon Brown es hijo de un pastor protestante, de quien heredó sus sólidas creencias en la necesidad de una justicia social, combinadas con un sentido casi puritano de la rectitud.
Dicen que también forjó profundamente su carácter el accidente que un joven Brown sufrió jugando al rugby, que le hizo perder la visión del ojo izquierdo y que pudo haberle causado una ceguera total.
Superdotado intelectualmente, el futuro "premier" ha tenido una vida caracterizada por conseguir pronto sus objetivos, salvo el de llegar al número 10 de Downing Street.
Con sólo doce años ya hacía campaña electoral para la asociación laborista local, con dieciséis comenzó sus estudios universitarios, con dieciocho se afilió al partido y con veintisiete logró un escaño en la Cámara de los Comunes, donde compartía despacho con el hombre al que iba a quedar indisolublemente unido su destino, Tony Blair.
Eran las futuras promesas del laborismo: el carismático y popular Blair y el introvertido, intelectual y siempre absorbido por el trabajo Brown.
"Para él sólo existía la política", llegó a decir de él una antigua novia, la princesa Margarita de Rumanía.
La súbita muerte en 1994 del entonces líder del partido, John Smith, desencadenó un reparto de papeles que ha marcado la historia reciente del laborismo británico.
Mediante el "pacto de Granita", llamado así por el nombre del restaurante del barrio londinense de Islington donde supuestamente se fraguó, Brown, que ya por entonces era el sucesor natural, aceptó ceder el puesto a su popular rival, a cambio de que éste le garantizase un control absoluto de la política económica.
Y, según los aliados de Brown, a cambio también de que Blair le cediese el mando al cabo de cierto tiempo.
Era el inicio de una fórmula de éxito: Blair, Brown y otros nuevos dirigentes modernizaron el partido, que, bajo la denominación de "Nuevo Laborismo", suavizó sus vínculos históricos con el sector obrero y los sindicatos para atraer a las clases medias y ocupar el centro político.
Los laboristas arrasaron en las siguientes elecciones de 1997 y pusieron fin a dieciocho años de gobiernos conservadores.
Dicen que también forjó profundamente su carácter el accidente que un joven Brown sufrió jugando al rugby, que le hizo perder la visión del ojo izquierdo y que pudo haberle causado una ceguera total.
Superdotado intelectualmente, el futuro "premier" ha tenido una vida caracterizada por conseguir pronto sus objetivos, salvo el de llegar al número 10 de Downing Street.
Con sólo doce años ya hacía campaña electoral para la asociación laborista local, con dieciséis comenzó sus estudios universitarios, con dieciocho se afilió al partido y con veintisiete logró un escaño en la Cámara de los Comunes, donde compartía despacho con el hombre al que iba a quedar indisolublemente unido su destino, Tony Blair.
Eran las futuras promesas del laborismo: el carismático y popular Blair y el introvertido, intelectual y siempre absorbido por el trabajo Brown.
"Para él sólo existía la política", llegó a decir de él una antigua novia, la princesa Margarita de Rumanía.
La súbita muerte en 1994 del entonces líder del partido, John Smith, desencadenó un reparto de papeles que ha marcado la historia reciente del laborismo británico.
Mediante el "pacto de Granita", llamado así por el nombre del restaurante del barrio londinense de Islington donde supuestamente se fraguó, Brown, que ya por entonces era el sucesor natural, aceptó ceder el puesto a su popular rival, a cambio de que éste le garantizase un control absoluto de la política económica.
Y, según los aliados de Brown, a cambio también de que Blair le cediese el mando al cabo de cierto tiempo.
Era el inicio de una fórmula de éxito: Blair, Brown y otros nuevos dirigentes modernizaron el partido, que, bajo la denominación de "Nuevo Laborismo", suavizó sus vínculos históricos con el sector obrero y los sindicatos para atraer a las clases medias y ocupar el centro político.
Los laboristas arrasaron en las siguientes elecciones de 1997 y pusieron fin a dieciocho años de gobiernos conservadores.
Más euroescéptico que Blair
A pesar de que ha permanecido en el cargo más que ningún otro "canciller del Exchequer", como se le conoce en el Reino Unido, el futuro primer ministro sigue siendo un enigma para muchos británicos.
Al frente de la Economía británica, Brown concedió por primera vez la independencia al Banco de Inglaterra y, más euroescéptico que Blair, evitó la entrada del Reino Unido en el euro, en contra de la opinión del primer ministro.
Su fama de personaje de carácter desabrido que quiere siempre controlarlo todo -un asesor le acusó incluso de "crueldad estalinista"- ha obligado a sus incondicionales a intentar suavizar su imagen y mostrarle como un padre de familia próximo a los problemas de los ciudadanos.
Brown se casó el 3 de agosto de 2000 con la relaciones públicas Sarah Macaulay, de la que tuvo una hija que murió a los diez días de nacer de forma prematura. La pareja ha tenido mientras tanto dos hijos varones, y Brown no duda en asegurar que ser padre "es lo mejor del mundo". Dicen incluso que ahora sonríe más y aparece más relajado. No es extraño, Brown ha visto finalmente cumplido su sueño.
A pesar de que ha permanecido en el cargo más que ningún otro "canciller del Exchequer", como se le conoce en el Reino Unido, el futuro primer ministro sigue siendo un enigma para muchos británicos.
Al frente de la Economía británica, Brown concedió por primera vez la independencia al Banco de Inglaterra y, más euroescéptico que Blair, evitó la entrada del Reino Unido en el euro, en contra de la opinión del primer ministro.
Su fama de personaje de carácter desabrido que quiere siempre controlarlo todo -un asesor le acusó incluso de "crueldad estalinista"- ha obligado a sus incondicionales a intentar suavizar su imagen y mostrarle como un padre de familia próximo a los problemas de los ciudadanos.
Brown se casó el 3 de agosto de 2000 con la relaciones públicas Sarah Macaulay, de la que tuvo una hija que murió a los diez días de nacer de forma prematura. La pareja ha tenido mientras tanto dos hijos varones, y Brown no duda en asegurar que ser padre "es lo mejor del mundo". Dicen incluso que ahora sonríe más y aparece más relajado. No es extraño, Brown ha visto finalmente cumplido su sueño.