Los acontecimientos producidos durante los últimos días en Irán con el asesinato de científicos nucleares, bien podría tratarse del argumento de cualquier novela de espías ambientada en la guerra fría. Sabotajes, asesinatos, espías, muertes misteriosas, cambios de bando. Pero no. La llamada "guerra secreta" contra el desafío nuclear del país persa está viviendo estos días unos episodios clave, que deja al descubierto las tácticas de guerra encubierta que los Estados implicados han estado llevando a cabo durante los últimos meses.
Aunque cuenta con precedentes anteriores, el origen de esta contienda puede situarse en 2002. Es en esta fecha cuando las sospechas de Occidente se confirman: sale a la luz el programa nuclear secreto de Irán y su plan de enriquecimiento de uranio, destinado a la fabricación de armas nucleares. Liderados por EEUU, las principales potencias occidentales acuden a las vías diplomáticas para tratar de disuadir al régimen islámico, que persiste en implementar su arsenal nuclear sin someterse al control del Organismo Internacional de la Energía Atómica. El régimen de Ahmadineyad aduce que sus trabajos en materia nuclear tienen únicamente objetivos pacíficos, y continúa con sus actividades, contradiciendo las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y de la OIEA.
Agotada la diplomacia, se acude entonces a las sanciones económicas y financieras para tratar de frenar las intenciones de Teherán, asfixiándole económicamente controlando sus exportaciones de crudo. Mientras esto ocurre a la luz pública, la trastienda del conflicto comienza a dejar un reguero de sospechosos acontecimientos que refuerzan la teoría de que las potencias implicadas estarían moviendo ficha a través de operaciones encubiertas.
Asesinatos, espías y secuestros
Ya en 2005, varios medios de comunicación comienzan a hablar del programa de "Fuga de Cerebros", puesto en marcha por la CIA y con el apoyo de otros servicios secretos como el israelí. Este plan buscaría atraer a desertores del régimen iraní, que pudieran aportar datos sobre el avance nuclear del país persa, que mantiene en el más absoluto secreto. Teherán responde al programa con un bombardeo de denuncias por secuestro de varios de sus científicos, que posteriormente aparecían en televisión detallando rocambolescas historias sobre torturas por parte del Mosad y el servicio secreto estadounidense.
A las deserciones de científicos iraníes, se unieron entonces los "sucesos extraños" acaecidos en instalaciones atómicas del país: desde la intoxicación con el gusano informático Stuxnet en la planta de Natanz 2009, hasta varias muertes de especialistas en electromagnetismo parecían formar parte de la ofensiva de las potencias occidentales para descabezar el programa nuclear. Los servicios secretos de EEUU e Israel no confirman ni desmienten su implicación en estos sucesos, pero varias informaciones sitúan a grupos de disidentes iraníes -los Muyaidín Jalq, principlamente- como un apoyo clave de ambos países en este territorio hostil.
Y, mientras, siguen los asesinatos con un modus operandi similar. Uno o dos motoristas se acercan al vehículo de un científico iraní y le adhieren un explosivo. Explosión. Nadie los vuelve a ver. En noviembre de 2010 el responsable de la OEA Fereydun Abbasi, consiguió saltar del coche cuando vio a los dos individuos acercarse demasiado al vehículo, salvando así su vida y la de su mujer antes de que el artefacto explosionase. El ingeniero atómico Majid Shariari no tuvo tiempo de saltar del coche, y falleció calcinado ese mismo día. Se suman a esta larga lista de asesinatos extraños los investigadores Alimohammadi y Dariush Rezainejad. Esta semana, la historia volvió a repetirse. El fallecido fue Ahmadi Roshan, un ingeniero químico que trabajaba en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz, y viajaba en el vehículo junto a su guardaespaldas.
El petróleo entra en juego: el estrecho de Ormuz
El asesinato de Roshan ha precipitado los acontecimientos, tensionando aún más la complicada situación en Oriente Próximo.
Mahmud Ahmadineyad se ha apresurado a responder a lo que considera "ataques terroristas" de EEUU e Israel, a través de la baza del petróleo, que implica a todas las potencias de la zona. Teherán ha amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz, por donde pasa buena parte del suministro de crudo mundial, cortando el paso de petróleo de las monarquías del Golfo y los saudíes, lo que provocaría un inmediato ascenso de los precios, y una situación caótica para Occidente.
Para tratar de evitar este cierre del estrecho durante esta escalada de tensión, EEUU ha puesto en marcha la operación 'Desafío Austero', y ha enviado a Israel más de 9.000 pilotos y técnicos aéreos de su Ejército, para realizar maniobras militares. Dos portaaviones norteamericanos y sus flotas de apoyo viajan ahora hacia el mar Arábigo. Israel también ha desplazado a algunos de sus pilotos a las bases estadounidenses en Alemania, y Emiratos Árabes Unidos también han sido dotados de más aviones por parte de Washington. Incluso China y Japón han tomado partido, comunicándole a Irán que comprarán menor cantidad de su petróleo.
'Desafío Austero' tiene un doble objetivo: evitar un eventual cierre de Ormuz, y amedrentar a Irán, a través de una demostración de fuerza y poderío militar que aniquile cualquier intención de ataque por parte de Teherán, cuyos apoyos en la zona se reducen a Siria y al Irak chií.
El propio presidente estadounidense ha comunicado al máximo líder iraní, el ayatolá Alí Jamenei, que "no dudará" en recurrir a la guerra para impedir el cierre del estrecho. Barack Obama le ha transmitido que el cierre supondría "cruzar la línea roja", contingencia ante la cual "tomarán acciones".
La tesitura es tan grave como parece. Si el régimen islámico opta por dar cerrojazo al tránsito de crudo, EEUU se vería obligado a bombardear no sólo las naves iraníes, sino distintas posiciones militares sitas en tierra iraní, desencadenándose un conflicto militar de descomunal envergadura. Mientras Irán continúe en el terreno de la amenaza, las aguas arábigas se continúan en falsa calma, a la espera de una respuesta del régimen islámico, que también tiene sobre la mesa sus amenazas de atacar Israel.