La Autoridad de Telecomunicaciones de Pakistán (PTA) sigue con firmeza la política de persecución a los cristianos que impera en el país. Para ello, ha utilizado un mecanismo de censura que pretende prohibir la utilización de distintas palabras en los mensajes de móvil que se escriban en el territorio nacional.
El fin de esta iniciativa es censurar contenidos "obscenos, indecentes, falsos o inventados" así como palabras que consideran vulgares. En total, esta autoridad que debería ser totalmente a los motivos religiosos dado su trabajo en el ámbito de las telecomunicaciones ha propuesto 1.600 palabras que deben ser censuradas. Así se lo han hecho saber a las compañías telefónicas que ofrecen sus servicios en Pakistán.
Casi todos estos términos son referidos al sexo o al pudor. Así, palabras como pecho, condón, homosexual o violar están en la lista. Sin embargo, las autoridades han aprovechado esta censura para incluir la palabra Jesucristo. Otra de ellas es Satanás.
¿Cómo justifica esta medida Pakistán? Este organismo asegura que "los derechos fundamentales a la intimidad y a la libertad de expresión, garantizados por la Constitución, no son ilimitados y están sujetos a las restricciones razonables que impone la ley", tal y como recoge ReL. Además, agrega que estas limitaciones se producen por "el interés y la gloria del islam".
Sin embargo, las distintas confesiones cristianas así como las organizaciones de derechos humanos que trabajan en el país han anunciado batalla y aseguran que lucharán para evitar un nuevo atropello, el enésimo, a la libertad religiosa y de expresión.
En este sentido, el padre John Shakir, secretario de la Comisión para las Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal de Pakistán ha asegurado a la agencia Fides que la Iglesia Católica hará todas presiones necesarias para que "elimine el nombre de Cristo de la lista prohibida".
De este modo, este sacerdote añade que prohibir esta palabra "es una violación de nuestro derecho de evangelizar y hiere los sentimientos de los cristianos. Si la prohibición se confirma, sería de verdad un capítulo negro para el país, otro acto de discriminación hacia los cristianos y una abierta violación de la Constitución de Pakistán. Esperamos que el Gobierno haga las correcciones oportunas".
La situación de Pakistán
En Pakistán los musulmanes representan al 96,2 por ciento de la población, lo que contrasta con una minoría cristiana que representa sólo al 2,2 por ciento de los paquistaníes. A pesar de ello, y de la multitud de ejemplos que demuestran lo contrario, la República Islámica de Pakistán presume de ser un país oficialmente laico.
Su Constitución aprobada tras su separación de la India y algunas leyes nacionales más recientes reiteran la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley "sin distinción de raza o credo".
Sin embargo, la realidad siempre supera a la ficción y la ley de blasfemia y la ordenanza hudud demuestran lo contrario. Según el informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2010 de Ayuda a la Iglesia Necesitada afirma que estos dos terribles instrumentos judiciales que funcionan en el país desde hace décadas socavan la libertad de culto en el país.
El caso de Asia Bibi, condenada a la horca y que espera cumplir la condena tras blasfemar supuestamente contra Mahoma, puso en relieve la situación que la minoría cristiana vive en Pakistán. Esta ley la introdujo en 1986 para "defender el islam y su profeta Mahoma de las ofensas y los insultos". Pero esta normativa ya de por sí polémica se ha convertido en un elemento de venganza donde abundan las denuncias falsas con intereses ocultos de venganzas y que provocan la ira de musulmanes radicales que se toman la venganza por su cuenta.
La norma, establecida en la sección 295, párrafos B y C, del Código Penal de Pakistán castiga con la cadena perpetua a todo el que ofenda al Corán y la pena capital a quien insulte a Mahoma.
A la arbitraria Ley Antiblasfemia se suma también la ordenanza hudud. Éstas son normas estrictas del Derecho Penal que están basadas en el Corán y que prevén incluso la lapidación y flagelación para los comportamientos que se consideran incompatibles con la ley islámica, como los juegos de azar o el consumo de alcohol.