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Sudán del Sur o el nacimiento de una nación

La última de las naciones acaba de nacer. Se llama Sudán del Sur y enfrenta muchos desafíos de los que dependerá su supervivencia.

Nadie hace solo un lustro hubiera podido prever que el mayor país de África –Sudán y sus dos millones y medio de kilómetros cuadrados (cinco veces España)– iba a quedar partido en dos de una manera aproximadamente pacífica. Pero así ha sido. Desde hoy, 9 de julio de 2011, el tercio meridional del país toma las riendas de su propio destino y emprende la aventura de la independencia como miembro número 54 de la Unión Africana.

Es el último Estado independiente del planeta, y con él se cierra –por ahora– un ciclo que empezó a mediados de los años cincuenta con la emancipación de las primeras colonias europeas. Sudán del Sur, que es así como se llama oficialmente la nueva nación, nace preñado de ilusión, pero también de problemas. Es un país muy pobre, poco poblado y sin acceso al mar.

A cambio los sudaneses del sur han recibido un regalo del cielo en forma de oro negro. De sus pozos sale el 85% de la producción petrolera de todo Sudán, un maná que constituye cerca del 100% de los ingresos del nuevo Gobierno presidido por Salva Kir Mayardit, elegido hace ya seis años como presidente de lo que entonces era una región autónoma dentro del gran Sudán.

Unos y otros, los del norte y los del sur, separados por una barrera cultural, étnica, religiosa, lingüística y hasta climática, tendrán que ponerse de acuerdo en prácticamente todo. El sur tiene el petróleo, el norte la costa desde la que se exporta ese petróleo a todo el mundo. Del entendimiento entre musulmanes del norte y cristianos del sur depende que Sudán del Sur sobreviva y prospere o se hunda en guerras con el vecino del norte.

Un paraíso de las materias primas

No sólo petróleo tiene el nuevo Estado. Sudán del Sur es rico en maderas tropicales, en hierro, en cobre, en zinc, en tungsteno, en plata y en oro. Tiene, además, la fortuna de encontrarse en el curso del río Nilo y de muchos de sus afluentes, lo que le garantiza grandes recursos hidroeléctricos que deberían ser empleados para el desarrollo del país.

Pero desarrollarse cuesta dinero, y ese, por de pronto, sólo puede venir de la ya establecida industria petrolera. Actualmente la mayor parte de bloques de extracción se encuentran en manos de las empresas GNPOC y PetroDar, consorcios dominados por la china CNPC y la malaya Petronas con participaciones menores de otras empresas. La sed de energía del gigante asiático no tiene límite y sus empresas están posicionándose en las áreas productoras del continente africano, necesitadas de capital y conocimiento para poder explotar sus reservas.

Una babel ecuatorial

Sudán del Sur nace, como otras muchas naciones africanas, marcada por una acusada diversidad étnica y lingüística. Se hablan decenas de lenguas, por eso el Gobierno ha escogido el inglés como lengua oficial y franca para todos los habitantes. Una decisión sabia que abrirá nuevas posibilidades de desarrollo. Junto al inglés, las otras dos lenguas predominantes son el árabe (lengua oficial de Sudán del norte) y el dinka, idioma propio de la tribu homónima que, además, es con unos tres millones de miembros la mayor del país.

Por de pronto la página web del Gobierno está en perfecto inglés, y sólo en perfecto inglés.

Unidos por el cristianismo

Uno de los principales problemas que arrastraba Sudán era la imposible convivencia entre musulmanes del norte y cristianos del sur. El país se encontraba partido literalmente en dos por una cuestión religiosa. Los musulmanes hostigaban sin descanso a los sureños. Durante años se han cometido todo tipo de atrocidades a cuenta de la religión por parte de los musulmanes.

La población del nuevo Estado, que, aunque no se sabe a ciencia cierta a cuántos habitantes asciende, ronda los 10 millones, es mayoritariamente cristiana. Los misioneros europeos, tanto católicos como protestantes, llegaron hasta esa apartada zona de África a mediados del siglo XIX y comenzaron a evangelizar a las tribus.

Las dos iglesias principales son la católica, que dispone de jerarquía nativa propia, y la llamada Iglesia Episcopal de Sudán, de carácter anglicano. El presidente Mayardit, que es de confesión católica, ha querido ya alejar los fantasmas de una hipotética confrontación entre ambas comunidades, asegurando que Sudán del Sur respetará escrupulosamente la libertad de culto.

Exuberante vida salvaje

La última de las bendiciones con las que nace la más joven de las naciones africanas es la vida salvaje. Sudán del Sur cuenta con grandes poblaciones de jirafas, elefantes, leones, búfalos y otras especies de la sabana. Debidamente explotada como atractivo turístico, esta riqueza podría proporcionar jugosas divisas a su economía.

Sudán del Sur se extiende a lo largo de varias zonas climáticas, lo que ofrece al país una gran variedad de flora y fauna. Desde la propia del Sahel hasta el bosque lluvioso ecuatorial. Si el Gobierno sabe apreciar esta riqueza y administrar racionalmente estos recursos, es decir, dejándolos en manos de operadoras privadas, la naturaleza en bruto podría erigirse como un sector clave en el PIB sudanés y en una de las bases de su prosperidad y libertad futuras.

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