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Kim Jong Un, obsesionado con ser la única "divinidad" adorada en Corea del Norte

La dictadura comunista ha endurecido aún más sus medidas contra los cristianos, que llegan ya a trascender las propias fronteras de Corea del Norte.

La dictadura comunista ha endurecido aún más sus medidas contra los cristianos, que llegan ya a trascender las propias fronteras de Corea del Norte.
Kim Jong-un, halagado por militares norcoreanas | Efe

Corea del Norte es el régimen más hermético del mundo. El férreo control a la población llega a todos los ámbitos de la vida de una población norcoreana que literalmente se muere de hambre. La prohibición es total por lo que la libertad religiosa es igualmente una quimera. En el país toda religión está prohibida y tras décadas de persecución no se sabe a ciencia cierta cuántos cristianos puede haber en el país. Pero el dictador quiere estar seguro de que no quede ninguno.

Sin embargo, pese a ser un país oficialmente ateo sí que se da la paradoja de que hay una religión oficial. Pero no es ni Buda, ni Jesucristo ni Alá ni ningún otro sino el culto a la dinastía Kim, la familia que ha sumido a Corea del Norte en la mayor miseria material y moral. De hecho, Kim Jon Sung tiene consideración de "presidente eterno" y es de naturaleza divina. Lo mismo ocurre con Kim Jong Il y actualmente con Kim Jong Un.

El sanguinario y excéntrico dictador tiene como objetivo ser la única divinidad adorada en Corea del Norte y por ello su persecución religiosa no sólo no ha disminuido sino que se ha multiplicado en las últimas fechas. El temor a que el cristianismo se extienda de manera clandestina tiene preocupado al régimen que teme un "contagio" externo en el país a través de las delegaciones en las que tiene presencia en el extranjero.

Nuevas órdenes también en el extranjero

Según informa la agencia especializada Asia News, Kim Jong Un ha dado órdenes mucho más duras con respecto a la persecución a los que profesen el cristianismo o estén en contacto con él tanto al personal del Departamento de Seguridad como la Oficina General de Reconocimiento y a las oficinas diplomáticas. En este caso, el control trasciende las fronteras y pretende que cuando los norcoreanos vuelvan al país no estén contaminados con ninguna religión que no sea el culto al dictador.

En este caso, las órdenes se centran tanto en la detención como en la repatriación de todos aquellos nacionales que puedan tener contacto con las iglesias cristianas en China, tanto oficiales como clandestinas. Según una fuente consultada por la agencia "el personal de seguridad del Estado se encuentra en China trabajando para impedir que los visitantes de Corea del Norte estén en contacto con los cristianos. Muchos son empleados activos de consulados, mientras que los oficiales jóvenes de la Oficina de Reconocimiento han sido enviados para hacer arrestos".

Antes de esta nueva ofensiva de la dictadura, las autoridades tan sólo tenían los nombres de los sospechosos o de los buscados por su contacto con el cristianismo mientras que ahora también disponen de datos y fotografías de las personas con las que mantienen algún contacto. Según afirma esta fuente, ha sido una petición expresa del propio Kim Jong Un.

La persecución contra los cristianos en Corea del Norte se viene produciendo de manera sistemática desde 1953. A partir de ese momento los cristianos comenzaron a desaparecer, especialmente los obispos católicos. A día de hoy no se sabe nada de ellos. Para Pyongyang, oficialmente "no existen" y desde 1980 ignoran cualquier pregunta sobre su paradero.

La situación de los cristianos en Corea del Norte queda reflejada a la perfección con el ejemplo de los obispos. Totalmente desaparecidos. De hecho, en 1950 el 30% de la población de Pyongyang era católica. La llegada del comunismo provocó la destrucción de templos, monasterios y la detención y asesinato de los misioneros y sacerdotes. No podía existir otro Dios que no fuera el comunismo.

Actualmente, la Iglesia Católica no tiene clero, y por tanto culto, en Corea del Norte. Los pocos cristianos que existen en el país deben profesar su fe de manera precaria y clandestina y no se sabe cuántos son. Deben luchar y perseverar para sobrevivir a la "divinidad" Kim.

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