En el año 98 y en uno de los momentos más alto de su popularidad, Juan Pablo II visitó la Cuba de Castro, que en aquel momento entre la caída de la URSS y el desembarco de la ayuda chavista vivía, por el contrario, uno de los momentos más míseros de las largas décadas de miseria que sufre la isla desde 1959.
El propósito del Santo Padre era claro: impulsar los cambios en la tiranía castrista como los había impulsado al otro lado del telón de acero, de donde él mismo venía. Así lo dijo el propio Juan Pablo II, que aseguró esperar "que los frutos de este peregrinaje sean similares a los frutos de aquel peregrinaje a Polonia".
Polonia era hogar del Papa y fue una de sus primeras visitas pastorales, tan pronto como en 1979. Sólo un año después se creaba el sindicato Solidaridad, al que llegarían a estar afiliados diez millones de polacos –cerca de un tercio de la población- y cuya relación con la iglesia era directa. Polonia fue la pieza clave que hizo tambalearse el muro de Berlín y, finalmente, caer uno tras otro a los regímenes comunistas, hasta la desaparición de la propia URSS.
En lugar de sindicatos, presos
En Cuba se esperaba algo similar, sobre todo en una visita que llegaba nueve años después del derrumbe del Muro y con Cuba completamente aislada después de la caída del régimen soviético y antes de la llegada del chavismo.
Juan Pablo II lanzó al respecto mensajes muy claros durante su visita pastoral, desde el propio lema del viaje, "que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba", en el que, como todo el mundo entendía, la primera parte era la más importante.
El Papa habló de derechos y de libertad, con afirmaciones nada inequívocas -"es muy importante que cada uno sea dueño de su libertad"- y exigió derechos como la participación política, la libertad de expresión y, por supuesto, todos los derechos humanos.
Durante la mayor parte de su visita las multitudes acompañaron a Juan Pablo II, como también lo hicieron los jerarcas del régimen y el propio Fidel Castro, presente en muchísimos de los actos con el Papa.
Incluso hubo un primer momento de esperanza cuando pocas semanas después de la visita papal se excarceló a un grupo de disidentes. Sin embargo, la realidad monolítica –y tiránica- del régimen acabó imponiéndose, aún en vida de Juan Pablo II: en 2003 llega la Primavera Negra y decenas de disidentes son encarcelados, se les aplican duras condenas e incluso hay fusilamientos.
El giro -aún más- represivo del régimen, que se ha mantenido hasta la actualidad sin otro cambio que el del tirano mayor, Fidel por Raúl, llevó al propio Juan Pablo II a afirmar en el ocaso de su vida que su viaje a Cuba había sido el mayor error político de todo su pontificado.
Sin embargo, allí donde fracasó un Papa de la altura moral y el prestigio de Juan Pablo II parece que espera triunfar Francisco I.