El Papa, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner y el primer candidato a diputado del kirchnerismo, Martín Insaurralde junto a la frase: "Nunca se desanimen, no dejen que la esperanza se apague". Las calles de la ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia han amanecido 'empapeladas' con estos carteles. Estas pancartas han sido distribuidas por los Equipos de Difusión, una agencia publicitaria peronista dedicada a la información política, según asegura el diario argentino Clarín.
La foto se difundió el domingo, después del encuentro que mantuvieron la presidenta peronista y el candidato a diputado con el papa Francisco en Río de Janeiro durante la Jornada Mundial de la Juventud. Ante las críticas, Insurralde intentó quitarle hierro al asunto asegurando en una radio argentina que el cartel no tenía nada que ver con la campaña y asegurando que viajó a Brasil en la comitiva oficial por cuestiones personales. "No forma parte de la campaña del Frente para la Victoria bajo ningún concepto. Yo fui por una cuestión personal. Tuve una enfermedad y la Presidente desde su generosidad me invitó a ir con ella. Viví un día intenso, emocionante, vivimos una alegría muy grande", dijo en la radio argentina La Red.
Tensa relación
Pese a que el cardenal Jorge Mario Bergoglio, ahora papa Francisco, y el kirchnerismo han tenido una relación de altibajos, el movimiento peronista parece haber visto en la figura del Papa un recurso perfecto para ganar las elecciones de 2013.
Su periodo como presidente del Episcopado se caracterizó por una fría relación con los gobiernos de los Kirchner. Bien en misa, bien en los comunicados, Bergoglio lanzó mensajes muy duros al Gobierno. Durante el mandato de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007, el presidente argentino mantuvo enfrentamientos dialécticos con Bergoglio, a quien Néstor llegó a considerar como de la oposición. Después de que Néstor ganara las elecciones en 2003, Bergoglio criticó "el exhibicionismo y los anuncios estridentes" del nuevo mandatario. El entonces presidente se negó a acudir a varias de las ceremonias encabezadas por Bergoglio y desde la Conferencia Episcopal se aseguró que no había relaciones entre la Iglesia y el Ejecutivo argentino.
Cuando Cristina llegó al poder, las relaciones entre Bergoglio y el Gobierno mejoraron hasta que el entonces cardenal acusó al gobierno de Kirchner de alimentar la "crispación social" y denunció que "desde hace años el país no se hace cargo de la gente".