Cerca de un millón de brasileños salieron este jueves de nuevo a las calles en cerca de 80 municipios para exigir mejores servicios públicos, en manifestaciones en su mayoría pacíficas aunque empañadas por enfrentamientos con la policía.
Grupos violentos trataron de invadir el Congreso y la cancillería brasileña, que sufrió rotura de cristales y fuegos junto a sus columnas externas. También intentaron entrar en la alcaldía de Río de Janeiro, la sede de Gobierno en Fortaleza y se enfrentaron a la policía en otras ciudades, como Salvador y Campinas. Los agentes antidisturbios respondieron con bombas de gas lacrimógeno y unidades a caballo para reprimirlos.
Una persona murió atropellada cuando un vehículo arrolló a algunos manifestantes en la ciudad de Riberão Preto, en el estado de São Paulo, lo que supone el primer fallecimiento relacionado con las protestas, que comenzaron la semana pasada. Además, solo en Río de Janeiro hubo una cuarentena de heridos por los enfrentamientos.
Los manifestantes regresaron a la calle pese a que la víspera varias alcaldías, entre ellas las de Sao Paulo y Río de Janeiro, anunciaron reducciones en las tarifas de transporte público, que era su reivindicación inicial. El aumento de las protestas y del número de manifestantes reveló el alto grado de descontento y demostró que, según dijeron algunos de los participantes a Efe, los veinte centavos de real -menos de diez centavos de dólar-, que fue el reajuste en el pasaje de autobús, solo fue la gota que rebosó el vaso.
Las protestas comenzaron en Sao Paulo, exclusivamente contra la subida de las tarifas de transporte público, pero fueron ganando otras reivindicaciones, como mayores inversiones en la salud y la educación pública, y críticas a la corrupción y a los elevados gastos del Gobierno para organizar eventos como el Mundial de fútbol de 2014.
300.000 manifestantes en Río
La principal manifestación de este jueves fue la de Río de Janeiro, que congregó a cerca de 300.000 personas en una de las principales vías del centro. Según datos policiales preliminares, este jueves salieron a las calles cerca de un millón de personas en el país.
Pese a que la multitud en Río de Janeiro marchó pacíficamente, la manifestación terminó de forma violenta cuando un pequeño grupo intentó invadir la alcaldía.
La policía, atacada a pedradas, reprimió a los manifestantes violentos con gases lacrimógenos y protagonizó una verdadera batalla campal que dejó cerca de treinta heridos, entre ellos un periodista.
La protesta en Río incluso alcanzó al partido de fútbol entre España y Tahití, que tuvo lugar en el estado de Maracaná, donde se veían algunas pancartas en apoyo a los manifestantes. "Queremos escuelas, hospitales patrón FIFA", decía una. "Nuestra lucha no acabó, júntese a nosotros, compañera", se leía en otra junto con la foto de la presidenta, Dilma Rousseff, de joven, cuando militó en un grupo de izquierda que luchaba contra la dictadura y fue torturada.
El Partido de los Trabajadores (PT), de Rousseff y de su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva, instó a su militancia a apoyar las protestas, pero la tensión generada por las manifestaciones obligó a la mandataria a aplazar el viaje que iba a realizar a Japón la próxima semana. En Brasilia, la policía reprimió con gases lacrimógenos y balas de goma a un grupo que amenazaba con invadir la sede del Congreso.
Manifestantes violentos
Los manifestantes violentos lanzaron piedras y otros objetos contra la policía y le prendieron fuego a señales de tránsito y, a los gritos de "llegó la hora de ocupar", amenazaron con avanzar sobre el cerco policial que rodeaba la edificación pública.
La policía consiguió dispersar a parte de los manifestantes, pero los conflictos se trasladaron entonces al vecino Palacio de Itamaraty, la sede de la cancillería brasileña y cuyas rampas de acceso fueron ocupadas por un pequeño grupo. Antes de ser retirados de las inmediaciones de la edificación por la policía, los manifestantes rompieron varios ventanales y prendieron fuego a algunos objetos dentro de la cancillería, pero las llamas fueron rápidamente controladas.
En Sao Paulo hubo momentos de tensión entre manifestantes y militantes de partidos políticos de izquierda, que querían levantar sus banderas en medio de las protestas. Las manifestaciones también degeneraron en disturbios en Salvador cerca del estadio en donde Uruguay y Nigeria se midieron por la Copa Confederaciones.
La policía, con un gran despliegue de efectivos y usando gases lacrimógenos, contuvo la marcha a cerca de tres kilómetros del estadio Fonte Nova cuando un pequeño grupo intentó romper el cerco policial con piedras y adoquines.
Otros incidentes se registraron en Campinas, Belén y Vitoria cuando los manifestantes violentos, siempre en minoría, intentaron invadir edificaciones públicas frente a las que se manifestaban. En todos los casos, la mayoría de los manifestantes pidió a sus compañeros que terminaran con el vandalismo para no deslegitimar las protestas.