Alemania sigue, ocho días después, sumida en el estupor y el terror provocados por distintos sucesos, atentados, ataques y matanzas de muy diferente naturaleza. La oleada de ataques terroristas que en los últimos meses han sufrido Francia, Bélgica, Reino Unido o Turquía aumentan esa sensación de miedo e inseguridad entre los ciudadanos y las propias fuerzas de seguridad ante cualquier tiroteo o asesinato.
El pasado 18 de julio, un refugiado afgano de 17 años atacó con un hacha a los pasajeros de un tren regional que cubría un trayecto entre la pequeña localidad de Treuchtlingen, en el centro-oeste de Baviera, y la ciudad de Wurzburgo, en el norte de este land alemán. El terrorista atacó a los pasajeros que se encontraban en el vagón con un hacha y un cuchillo e hirió a cinco personas, cuatro de ellas de gravedad. Posteriormente el atacante fue abatido en su huida del lugar de los hechos. Un día después el ataque fue reivindicado por Estado Islámico y distribuyó un vídeo del autor del ataque en el que amenazaba con nuevas acciones terroristas.
Cuatro días después, el 22 de julio, un joven alemán de origen iraní provocauna matanza mediante un tiroteo en el centro comercial Olympia de Múnich. Tras asesinar a 9 personas, entre ellos seis menores de edad, el atacante puso fin a su vida al verse acorralado por las fuerzas del orden. Pese a las noticias confusas que se sucedieron durante las siguientes horas, la Policía ha descartado que se trate de un atentado islamista, tratándose más bien de un "acto de locura" en el que pudo tener influencia la matanza perpetrada por Anders Breivik en la isla noruega de Utoya justo cinco años antes, el 22 de julio de 2011.
Todavía bajo la conmoción del tiroteo en Múnich, dos nuevos sucesos provocaron la alarma en Alemania. El primero fue protagonizado por un refugiado sirio solicitante de asilo en Alemania, de 21 años y con antecedentes policiales, que mató con un machete a una mujer e hirió a otras dos personas en la ciudad de Reutlingen (suroeste del país) el 24 de julio en torno a las 16:30 horas. El atacante fue posteriormente detenido por la Policía.
Pocas horas después, en la madrugada del 25 de julio, otro refugiado sirio al que Alemania denegó el asilo se hizo estallar en un bar de Baviera provocando su propia muerte y heridas a 12 personas, tres de ellas de gravedad. Según fuentes policiales, previamente intentó colarse en un festival de música para aumentar el número de víctimas mediante su acción suicida. Pocas horas después las fuerzas de seguridad alemana descubrieron, a través de la investigación de su teléfono móvil y su ordenador que el terrorista, cuya identidad no ha trascendido, juró lealtad al líder de la organización terrorista Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi, además de amenazar con cometer más atentados.
Todos estos acontecimientos no han hecho sino avivar en Alemania el debate sobre la política de asilo y acogida de refugiados en el país, y en toda la UE, debate que ya estuvo sobre el tapete hace unos meses a raíz de las agresiones sexuales en Colonia y otras ciudades alemanas la noche del 31 de diciembre de 2015, debate que en última instancia está dando alas a partidos populistas de extrema derecha y de extrema izquierda. La constatación de que muchos de los agresores eran demandantes de asilo ha provocado una gran controversia en el país además de fuertes críticas a la actuación policial y a la de los medios de comunicación que tardaron días en informar sobre las agresiones.