Los talibanes tomaron el 28 de septiembre la ciudad de Kunduz, capital de la provincia del mismo nombre y habitada por aproximadamente 300.000 personas. Las tropas afganas, apoyadas por el aire por cazas de combate de Estados Unidos, recuperaron la ciudad en tres días, el triple de lo que habían tardado los talibanes en arrebatársela al Gobierno de Kabul. Fue la primera gran victoria talibán desde el comienzo de la guerra en 2001.
Este hecho es un gran reflejo de cómo queda Afganistán después de 14 años de presencia militar internacional en el país. Las tropas internacionales consiguieron controlar gran parte del país y formar al mismo tiempo a un ejército afgano que no existía y cuyos efectivos se pasaban durante mucho tiempo al bando enemigo de la noche a la mañana porque pagaba mejor, pero no han conseguido consolidar una estructura de estado sólida en el país.
Si bien es cierto que los talibanes ya solo controlan algunas pequeñas áreas rurales, zonas de ínfima importancia en comparación a los años en los que controlaban todo el país y Al Qaeda y Bin Laden contaban con su protección, no es menos cierto que el Gobierno de Kabul tiene un poder muy limitado y los gobernadores provinciales, muchos de ellos antiguos señores de la guerra, actúan a menudo por su cuenta y sin acatar las instrucciones que llegan desde la capital.
Los talibanes han sido fuertemente golpeados durante estos 14 años por las tropas de la coalición internacional y por las recientes fuerzas armadas afganas, pero han resistido apostados en sus bastiones sabiendo que cada mes que pasaba estaban más cerca de la victoria que supone su supervivencia, porque cada mes que resistían era un mes menos para que las tropas internacionales abandonaran el país.
De los 125.000 militares que llegó a tener la misión ISAF en el país tan sólo quedan ya unos 14.000 efectivos, de los que casi 10.000 son estadounidenses. Y todos ellos tienen fecha de caducidad, lo que indudablemente ha dado alas a unos talibanes que saben que es cuestión de tiempo el intentar volver a controlar el país a través de las armas. Estados Unidos, Alemania, Italia o Turquía ya han anunciado que sus tropas se quedarán otro año más (durante 2016), pero otros países como España o Canadá van a dejar su presencia en unas cifras francamente testimoniales.
Por si fuera poco, el éxito entre los islamistas de Estado Islámico también ha llegado al país, y algunos antiguos talibanes se han pasado a las filas de los grupos que quieren aterrorizar Afganistán bajo la bandera negra del califato del terror. Estas divergencias entre islamistas se han dilucidado a tiros durante todo este último año, lo que ha provocado que los talibanes hayan pedido a Estado Islámico que abandone el país.
El pasado junio, los talibanes hicieron pública una carta abierta a Estado Islámico en la que pedían a esta organización que no interfiera en Afganistán, haciendo hincapié en que su presencia provocará una división entre los yihadistas. "El Emirato Islámico de Afganistán ha continuado su yihad contra los cruzados agresores y ha logrado importantes éxitos poniendo a Dios por encima de todo, sacrificando a cientos de miles de mártires, heridos, prisioneros, huérfanos y viudas", indicaban.
"Si se abre ahora el camino de las diferencias internas entre los muyahidín, Dios no lo quiera, todos esos sacrificios y éxitos serán en vano a causa de estas diferencias. Ya que la yihad es una tarea legítima de todos los musulmanes y de los muyahidín en particular, vuestro grupo tiene la responsabilidad religiosa de ayudar a sus hermanos del Emirato Islámico de Afganistán manteniendo su fuerza y unidad", continuaba.
Pese a esta misiva, los combates entre talibanes y miembros de Estado Islámico se han venido desarrollando durante todo el verano en distritos como los de Ajin, Spinghar o Khak-i-Safed. El Ministerio del Interior afgano cifró en menos de un millar los islamistas que están luchando bajo la bandera de Estado Islámico en el país asiático, al tiempo que limitó su presencia a siete de las 34 provincias afganas.
Pese a la erosión que les está suponiendo la escisión que les ha provocado Estado Islámico, los talibanes están aumentando considerablemente sus ataques en el interior del país con la intención de recuperar terreno y erosionar al Gobierno de Kabul. Muestra de ello el intento frustrado de tomar otra capital de provincia que ha tenido lugar en las últimas semanas: Maimana, capital de Faryab. De hecho, el ministro del Interior afgano, Noorulhaq Ulomi, advirtió hace unos días en el Parlamento de que los talibanes tienen planes de atacar 10 u 11 de las 34 provincias del país.
También en la provincia de Herat, de la que ahora se marchan las tropas españolas, empiezan a complicarse de nuevo las cosas. Los talibanes lanzaron el martes un ataque contra las fuerzas de seguridad afganas en la localidad de Ghourian, situada a unos 60 kilómetros al oeste de la ciudad de Herat, que da nombre a la provincia. El día antes, el lunes, habían atacado también a las tropas afganas en Shindand, 120 kilómetros al sur de Herat.