Tal y como recogen varios periódicos internacionales como el Washington Post, al Papa comienzan a salirle críticos entre sus filas. Mientras el Santo Padre decía este domingo que los católicos de todo el mundo tienen el deber moral de ayudar a los refugiados acogiendo a una familia en cada monasterio, iglesia, santuario o parroquia, en Hungría, uno de los países donde han llegado más reugiados, el obispo Laszlo Kiss-Rigo, le ha llevado públicamente la contraria. "No son refugiados. Esto es una invasión", decía Kiss-Rigo, quien entendía que el Papa estaba "equivocado" y señalaba que los refugiados "vienen aquí con gritos de Allahu Akbar (Alá es grande). Quieren tomar el control".
Kiss-Rigo insiste en que el Papa "no conoce la situación", que describe como que Europa está siendo inundada de personas que se hacen pasar por refugiados, pero en realidad son una grave amenaza para el continuente "cristiano" y sus "valores universales".
Sobre los refugiados, Kiss-Rigo dice que "la mayoría de ellos se comportan de manera arrogante y cínica" y dice que la mayoría tiene dinero y rechaza la comida.