Las atrocidades llevadas a cabo por el Estado Islámico en Siria e Irak han llegado a través de las televisiones y de internet al interior de millones de hogares de Occidente y por un momento han sido conscientes de lo que está ocurriendo en el mundo: crucifixiones, decapitaciones y gran número de crímenes y de castigos en nombre de Alá.
Sin embargo, aún muchos de estos millones de europeos que se horrorizan ante esta barbarie lo ven como algo lejano, un lugar a miles de kilómetros y de otro tiempo. Nada más lejos de la realidad. Desde hace años, hay un gran número de yihadistas que viven y que han nacido en Europa. Como ejemplo, el gran número de terroristas europeos que hay bajo el mando del Estado Islámico en Oriente Medio.
Los barrios y los suburbios de grandes ciudades con grandes tasas de inmigración de origen musulmán han servido como caldo de cultivo para la expansión del islamismo más extremista. Y el problema no ha sido el reclutamiento de terroristas, que representa un número pequeño, sino la imposición de las corrientes más extremas del islam. Es en este punto donde entra la sharia.
La ley islámica funciona de manera efectiva no sólo en los países musulmanes sino también en países como Alemania, Francia, Reino Unido e incluso España. Existe una policía religiosa que impone cómo hay que comportarse en su territorio. Un territorio marcado incluso con carteles que advierten de que allí rige la ley islámica.
El último escándalo ha saltado estos días en Alemania donde la prensa ha mostrado el poder de esta especie de Policía islámica. El diario Bild mostraba a un grupo de jóvenes patrullando por las calles de Wuppertal, una ciudad alemana de más de 350.000 personas. Van ataviados con chalecos naranjas y llevan la inscripción de "Sharia Police". Además, han llenado de carteles la ciudad advirtiendo a los musulmanes lo que deben hacer y lo que tienen prohibido.
El cabecilla del grupo es un alemán converso al islam de 33 años y que anteriormente era bombero. Ahora predica la fe musulmana y es el principal líder salafista alemán. Sven Lau ya fue presidente de una asociación fundamentalista y desde hace años está fichado por la Policía.
Sin embargo, la Policía alemana apenas ha podido hacer nada contra esta policía religiosa puesto que "aconsejar el cumplimiento de reglas religiosas no es un delito" y que para detenerlos hace falta que rebasen la amenaza y la coacción. Lo único que han hecho las autoridades tras la publicación de la actuación de este grupo es abrir una investigación por manifestación ilegal y por pasearse con uniformes ilegales.
No es la primera vez que en Alemania afloran grupos que hacen cumplir la sharia. El pasado verano en un populoso barrio de Bonn, los salafistas realizaron patrullas por las calles y obligaban a las jóvenes de origen musulmán a ponerse el velo. Incluso pegaron una paliza a un adolescente por tomar alcohol.
La expansión por los suburbios europeos
Lo ocurrido en Alemania es únicamente un ejemplo más de lo que va aflorando en toda Europa. En 2011 un hecho similar se convirtió en una cuestión de estado en Dinamarca. Entonces grupos musulmanes declararon varios barrios de Copenhague y de otras ciudades del país bajo la vigilancia de la ley islámica. "Está entrando en zona controlada por la sharia", rezaban los carteles a las entradas de los barrios donde se concentraba la mayoría musulmana, actualmente la segunda religión del país en número.
Los islamistas lejos de amedrentarse tras las denuncias del propio gobierno se reafirmaban en sus posturas. "¿Cómo podemos pretender ser los seguidores de la Sunna y la mejor defensa de la Deen (doctrina islámica), cuando preferimos vivir entre los infieles (en su derecho), imitarlos y no nos diferenciamos de su campo de incrédulos (kufr)? ¿Cómo podemos decir que ama a Alá y Su Mensajero (SAW), cuando nos da vergüenza llamar a la sharia? ¿Cómo podemos ser indiferentes a que la creación de Alá (SWT) se pronuncie sobre la Tierra, que es un deber para todo musulmán?", decía el comunicado.
El objetivo a medio y largo plazo era claro: instaurar un califato islámico, a imagen de lo que está creando el Estado Islámico. Esto mismo ha pasado en Reino Unido, precisamente el país en el que nació el asesino de los periodistas James Foley y Steven Sotloff. En Londres, grupos como Islam4UK llenaron de carteles la capital e instauraron patrullas para imponer la sharia.
En barrios de gran inmigración, en el este de Londres, crecieron los ataques a personas que no obedecían según sus criterios las leyes islámicas. Como si de una profecía se tratara, en 2011 el líder islamista británico, Anjem Choudary, afirmaba que "tenemos cientos, quizá hasta miles de personas en todo el país dispuestos a salir a patrullar las calles para nosotros".
Pero también España ha tenido policía religiosa en sus calles. Precisamente ha ocurrido en Cataluña, la zona de España exceptuando Ceuta y Melilla, con mayor presencia musulmana. Así el polémico imán de Lérida llegó a crear una policía islámica y amenazó con expandir sus patrullas por otras zonas del país.