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La masacre del Jueves Santo: el terrorismo comunista vuela la Catedral de Sofía

Se trata del atentado más grave del mundo en los años 20. Entre las víctimas había muchas mujeres y niños.

Se trata del atentado más grave del mundo en los años 20. Entre las víctimas había muchas mujeres y niños.
La catedral después del atentado | Corbis

El 16 de abril de 1926, Bulgaria vivió una de las tragedias más grandes de su historia. Aquel Jueves Santo, un grupo de terroristas comunistas hizo explotar la cúpula principal de la catedral Sveta Nedelia en Sofía, lo que provocó la muerte de 213 personas.

El objetivo del Partido Comunista Búlgaro (PCB) fue matar a todos los miembros del Gobierno búlgaro, que estaban presentes en la catedral para el funeral del general Konstantin Georgiev, que había sido asesinado por la izquierda revolucionaria dos días antes. Sin embargo, los representantes del poder sobrevivieron de milagro, mientras que la gran mayoría de las víctimas eran mujeres y niños. Esta tragedia quedó en la historia de los años 20 del siglo pasado como el acto terrorista más grave del mundo.

Un historial terrible

A pesar de que el atentado del 16 de abril fue el más sanguinario de la época, los comunistas búlgaros ya habían perpetrado anteriormente numerosos crímenes. En 1920, el Partido Comunista creó una unidad terrorista dentro de su propio partido con el objetivo de luchar con más eficacia por los ideales marxistas. En junio de 1923 se produjo un golpe militar que acabó con el gobierno del Partido Agrario. En ese momento, la PCB, apoyada y financiada por la Komintern, decidió que la situación era "revolucionaria" y que había que hacerse con el poder por la fuerza.

En septiembre del mismo año, los comunistas organizaron una rebelión armada, que fue sofocada por las autoridades. Este fracaso no desanimó al PCB que decidió continuar con la lucha armada con aun más brutalidad. Así pues, entre 1924 y 1925, los comunistas perpetraron numerosos actos terroristas con el objetivo de asesinar a las personalidades políticas más destacadas de la época. Todos aquellos comunistas que se oponían a la lucha armada y que apostaban por el cumplimiento de las leyes del país fueron expulsados del partido.

Una fortuna por cada atentado

Los actos terroristas del PCB fueron financiados por la Komintern, que daba las instrucciones sobre cómo había que llevar a cabo la lucha armada contra el "Estado opresor". Varias fuentes históricas, así como algunas declaraciones de comunistas como Tzola Dragoicheva, afirman que a los terroristas se les pagaba mucho dinero por cada atentado que perpetraban.

Así pues, el destacado revolucionario Marko Fridman cobraba mensualmente 5.000 levas por participar en actos terroristas, mientras que Petar Zadgorski recibía 1.000 levas por cada explosivo que ocultaba en el desván de la catedral de Sveta Nedelia. Además, a cada terrorista se le prometió un alto cargo en la Unión Soviética, una vez perpetrado el atentado del 16 de abril.

El PCB justifica la matanza

Zadgorski consiguió ocultar en la catedral un total de 25 kilos de explosivos. Los dirigentes del partido daban por hecho que iban a morir en el atentado muchos inocentes, una tragedia que ellos aceptaban porque la lucha por el socialismo y el poder lo justificaba todo.

Dos días antes del atentado, los comunistas asesinaron al general Konstantin Georgiev, porque sabían que todo el Gobierno se reuniría en la catedral para la ceremonia de su funeral. Uno de sus grandes objetivos fue asesinar al rey Boris III, que años más tarde desempeñaría un papel fundamental en la salvación de los judíos búlgaros de los nazis.

Sin embargo, el monarca no estaba en la catedral cuando tuvo lugar el atentado, porque todavía se encontraba en el funeral de uno de sus vigilantes, que murió el día anterior en otro atentado organizado por la izquierda revolucionaria.

Traicionados por el partido

Petar Zadgorski y Nikola Petrov fueron los terroristas que ejecutaron el atentado. Sin embargo, después de la tragedia, sus propios compañeros del Partido Comunista les traicionaron e incluso intentaron asesinar a Zadgorski, que se salvó al entregarse en la policía. Posteriormente, Zadgorski y dos de sus cómplices fueron juzgados y condenados a muerte.

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