El 17 de febrero de 2008, el Parlamento de Kosovo declaró unilateralmente la independencia de la provincia serbia de mayoría albanesa. Los 109 diputados del parlamento local votaron a favor de la secesión. Además, el separatismo kosovar contaba con el apoyo de Estados Unidos y de la mayor parte de los países europeos.
La reacción de Serbia no se hizo esperar. El entonces primer ministro serbio, Vojislav Kostunica, calificó la autoproclamación kosovar de "una proclamación de un Estado falso". Junto con Serbia, cinco países de la UE se negaron a reconocer Kosovo como Estado: España, Grecia, Eslovaquia, Chipre y Rumanía.
La historia y la postura serbia
Kosovo es considerada la cuna de la nación serbia. Durante los siglos XIII y XIV, esta región fue una parte esencial del reino serbio de la dinastía de los Nemanija. Más de quinientas iglesias y monasterios ortodoxos fueron levantados en los años siguientes en Kosovo, que se convertiría en símbolo de la cultura y la espiritualidad serbia de aquellos siglos. Además, fue en la ciudad kosovar de Pec donde se estableció el patriarcado ortodoxo serbio.
El incalculable valor histórico de esta región para la nación serbia también se explica con otro hecho histórico. El 28 de junio de 1389, Serbia fue derrotada por el Imperio Otomano en la batalla de Kosovo Polje. A pesar de que la derrota supuso el inicio de la conquista de Serbia por parte de los otomanos, la batalla de Kosovo Polje quedará en la historia de Serbia como la mayor manifestación de su unidad, heroísmo y resistencia frente al enemigo. En este contexto, varias fuentes históricas aseguran que hasta el siglo XX la gran mayoría de la población de la provincia fue serbia.
Éste es uno de los principales argumentos de Serbia en contra de la secesión de un territorio que durante siglos formaba parte de su imperio. Los serbios también recuerdan que los albanokosovares no tienen derecho a separarse y a tener un Estado, ya que su grupo étnico ya tiene un país propio: Albania.
Una idea comunista
Los serbios constituían la mayoría de la población de Kosovo hasta los años 30 del siglo pasado, cuando los albaneses empezaron a ganar terreno debido a la inmigración masiva y a su alta tasa de natalidad. Sin embargo, fue en los años de la Yugoslavia comunista cuando, gracias a la doctrina comunista de Tito, en tan sólo tres décadas los albanokosovares llegaron a ser un 83 % de la población total de Kosovo.
En este sentido, cabe recordar que la esencia de la Yugoslavia de Tito fue el sistema comunista de la "unidad y fraternidad" en el que, sin embargo, no se respetaban las fronteras y las señas de identidad de las distintas repúblicas que la constituían. El principal perjudicado sería el Estado serbio, cuya soberanía nacional fue violada en la Constitución comunista de 1974. Esta norma concedió el rango de provincias autónomas a las regiones serbias de Kosovo y Vojvodina, donde había importantes minorías albanesas y húngaras respectivamente.
Gracias a las prerrogativas de la nueva constitución, estas dos provincias serbias pasaron a tener las mismas competencias federales que repúblicas como Serbia, Croacia o Eslovenia. Así pues, aunque en teoría Kosovo y Vojvodina seguían formando parte de Serbia, el gobierno de Belgrado ya no podía ejercer ninguna potestad legislativa en estos territorios.
Así se llegó a la paradoja de que las leyes que fueron aprobadas en Serbia tenían que ser aprobadas también por los parlamentos provinciales para entrar en vigor, mientras que las leyes de las dos provincias no necesitaban el visto bueno de Belgrado. Estas provincias podían vetar las leyes serbias sobre todo el territorio, pero los serbios no podían vetar las leyes de las provincias, a pesar de que formaban parte de Serbia. Las dos provincias incluso podían vetar las enmiendas constitucionales, lo que significaba que, dentro de la federación yugoslava, Serbia era la única república que no podía gobernar sus propios territorios.
Por eso, no es sorprendente que, a partir de la aprobación de la Constitución, se llevara a cabo un intenso proceso de albanización de la región, en la que los albanokosovares ya tenían su propio parlamento y sus propias instituciones administrativas y culturales, que no dependían en absoluto del gobierno de Belgrado.
Pobreza y tráfico de órganos
Hoy en día, Kosovo es uno de los Estados más pobres de Europa. Según un informe de Unicef, el 63% de la población kosovar vive debajo del umbral de la pobreza, mientras que el paro roza los 35%. En cuanto al alto índice de corrupción, un estudio de la ONU revela que 66% de la población kosovar considera que su Parlamento es corrupto, mientras que un 61% no confía en la Justicia. En este sentido, el crimen organizado en Kosovo sigue siendo una de las principales preocupaciones de los ciudadanos: un 45% tienen una percepción alta de inseguridad.
Asimismo, desde la secesión de Kosovo en 2008, han sido destapadas varias redes de tráfico de órganos. El caso más polémico se dio en 2010, cuando una investigación del Consejo de Europa aseguró que Hashim Thaci, el entonces primer ministro, el mismo que había proclamado la secesión, lideraba una red de tráfico de órganos y armas. Según esta información, la red de Thaci operaba antes y durante la Guerra de Kosovo en 1999. Sus víctimas fueron serbios, cuyos riñones habrían sido vendidos en el mercado negro.